Desde que ocupase el trono de Gran Bretaña hace ya casi 7 décadas, la reina Isabel II se ha vuelto un improbable ícono de la moda con looks que roban suspiros a Agyness Deyn o Alexa Chung, a Ralph Lauren o Alessandro Michele, entre tantas otras personalidades que han caído rendidas ante su evidente predilección por trajes de chaqueta y falda, tonos anacarados, color en bloque, las perlas recurrentes, los guantes impolutos, el sobrero como complemento estrella. Para prueba, las muy concurridas muestras que se orquestaron para su 90 cumpleaños, cuatro años atrás, que bajo el nombre Fashioning a Reign presentaron 150 outfits de couturiers como Norman Hartnell, Ian Thomas, Hardy Amies, haciendo las delicias de cantidad de visitantes. Conocedores, a esta altura del partido, de otra de las grandes obsesiones de Liz: sus infaltables bolsitos de mano, generalmente de la firma Launer, de la que -dicen por ahí- posee más de 200 modelos. De mal modo aprendió Capricia Penavic Marshall, jefa de protocolo de la Casa Blanca durante la presidencia de Barack Obama, una regla imperturbable: nadie toca la carterita de la monarca. Nadie.
Así lo relata en su flamante libro, Protocol: The Power of Diplomacy, que acaba de lanzar en Estados Unidos, donde recuerda una visita de 2011 al Palacio de Buckingham donde casi, casi mete la pata. Acostumbrada a sostener el mentado accesorio de mujeres de alto rango durante reuniones cumbre, dio un pasito la diplomática para tomar el bolso de Isabel. Pero, de más está decirlo, no lo logró su cometido: rápidamente fue interceptada por su análogo brit. “Me acorraló contra la pared y, con voz solemne, me advirtió: ‘No tocamos la cartera de Su Majestad’. Confundida, me disculpé, y el oficial inglés repitió: ‘Nadie toca la cartera’. Ok, le respondí, y le pregunté si sabían qué contenía: ‘No sabemos lo que hay dentro, pero nunca, nunca jamás se toca la cartera de la reina”. Más tarde, comprendió Capricia Penavic Marshall el problema capital que hubiera ocasionado de tomar la carterita de la soberana, que no cargaría ni códigos nucleares ni secretos de estado, no…
“Lo usa como señal codificada: si lo tiene colgado arriba, significa que todo va bien. Que lo vaya bajando es su modo de decir: me aburro, terminemos ya, quiero irme de aquí”, ofrece la estadounidense, que evidentemente no hizo la tarea para el mentado encuentro. La sutil estrategia, finalmente, ya había sido revelada por el historiador real Hugo Vickers años atrás. “Si la reina pone su cartera sobre la mesa en la cena, significa que quiere que el evento termine en los próximos cinco minutos; si coloca el bolso en el suelo, significa que no está disfrutando de la conversación y que quiere ser rescatada”, contaba el especialista antaño. Un aspecto que no despeja una equis que tiene a mucha gente especulando desde hace largo rato: qué diantres llevará ahí dentro y cuándo... ¡se relaja! Algunos arriesgan que tendría espejito, pintalabios, gafas para leer, caramelos de menta y un billetito de 5 libras y que su hobby favorito es mirar serie desnudas en la cama. Pero el misterio, pequeñito, continúa…