En medio de una pandemia que hace incierto para el mundo entero el devenir de las fiestas de fin de año (porque el coronavirus parece invadir todo lo demás, especialmente el tiempo), Francisco Ferraro recuerda que el 24 de diciembre de 2004, a sólo unas horas de aquella Navidad, decidió aceptar una de las ofertas más importantes de su vida: José Pekerman lo había llamado para dirigir a la Selección Argentina sub-20 en el Mundial de Holanda, donde la albiceleste se consagró hace exactamente 15 años. Pekerman, que ya estaba comandando a la Mayor, iba a llevarse a Hugo Tocalli de los juveniles para su cuerpo técnico, y recordó a su amigo, Pancho, que venía de hacer una muy buena campaña con Gimnasia y Esgrima de Jujuy en el Nacional B.
Aquel sería el Mundial de Lionel Messi, que llegó a Holanda sin haber sido aún titular en el Barcelona: aunque acababa de salir campeón de la liga española, siempre había sido suplente (había entrado en siete partidos, un total de 75 minutos, y ya había marcado su primer gol). De aquel torneo se volvió con la Copa, el Balón de Oro al mejor jugador, el Botín de Oro al goleador (anotó seis goles, incluidos los dos del 2-1 a Nigeria en la final) y la amistad del Kun Agüero, que según cuenta Ferraro se forjó en la habitación que compartieron allí, desde donde se escuchaban puras carcajadas.
Al entrenador que hasta este martes trabajó en Colón de Santa Fe (primero como Secretario Deportivo, desde marzo como Coordinador de las Divisiones Inferiores) le costó subirse al barco de la Selección. "Pensaba en mi hijo Ariel, que era el profe, y en mi ayudante de campo, Heraldo Ainstein, que se iban a quedar sin trabajo", recuerda el experimentado conductor de 75 años, en diálogo con Página/12. Pekerman le dio tres días para decidirse. "El primer día era no; el segundo, no; pero el tercer día, aquel viernes 24 de diciembre, me desperté y pensé: 'Pancho, este colectivo no pasa más, tenés 60 años ya, decíle que sí' -recuerda Ferraro, que todavía atesora todavía aquel diálogo interno-. Así que me fui a Jujuy a buscar todas mis cosas, a despedirme del plantel, a traerme el coche de allá y todas mis pertenencias. Apenas volví, José me dice: 'Andate a Colombia al Sudamericano que está Hugo (Tocalli), ayudálo, colaborá, date cuenta de lo que es la Selección Argentina, lo que es escuchar el himno en tierras extranjeras'. No fue tanto cuando me lo dijo, pero cuando estás ahí paradito en el banco y ponen tu himno, y ves a los chicos, te toca. Ahora mismo se me pone la piel de gallina, imagináte ahí".
- ¿Cómo conoció a Pekerman?
- Yo trabajé como coordinador de las inferiores de Deportivo Español del año ‘90 al ‘93 y, durante ese tiempo, él ocupaba ese mismo cargo en Argentinos Juniors. Los domingos, dirigía a la tercera división. En esa época, nos enfrentábamos siempre y, antes de los partidos, nos poníamos a hablar. También recuerdo que en el año ‘92 jugamos un torneo sub-19 en Ferro, que se llamaba Campeonato Salicrem, y llegamos los dos a la final. Nosotros ganamos 1 a 0 y levantamos la copa.
- ¿De qué charlaban?
- Charlábamos de fútbol, de cómo había que trabajar con las inferiores, de lo que necesitaban los chicos, de que no éramos técnicos sino padres. Coincidíamos en muchas cosas: en el trato al chico, en cómo había que dejarlo jugar, en el pensar que las inferiores no eran para cualquiera, en que había que sentir el fútbol. Ahí nació todo. Después, cuando yo comencé a estar como director técnico en distintos clubes, me acuerdo que lo llamaba por teléfono y le preguntaba por tal o cual jugador que me quería llevar al club y él me daba todos los detalles. Ahí hicimos amistad. Y cuando entré en la Selección, los periodistas le preguntaron, por qué me había elegido a mí. Recuerdo que les dijo: “Porque es un todoterreno”. Con eso quería decir que yo había pasado por el fútbol del Interior, por campeonatos de liga, regionales, Nacional B, Primera, Europa. Por eso contestó así.
- Cuando lo conoció a Messi en aquel Sudamericano, todavía no había marcado ni el primero de sus 700 goles como profesional, ni siquiera había jugado un partido desde el arranque. Y, sin embargo, ¿recuerda que ya aparecía como una gran promesa?
- Es que, cuando lo veías en los partidos, te dabas cuenta. Era muy chiquito y menudito, ni siquiera tenía el físico con el que después yo lo recibo en el Mundial cinco meses después, ya con más partidos en la Primera del Barcelona y más armado físicamente. Pero aún ahí, ya te dabas cuenta de que estábamos en presencia de algo distinto.
- ¿Por qué?
- Ahora juega en otra posición, pero en aquel momento jugaba como puntero derecho, (o wing, como le decíamos antes), por derecha o por izquierda, pero con la libertad de meter esas diagonales que son tan suyas. Esas que mete hoy ya las hacía en esos partidos. Me acuerdo del partido con Brasil, que les ganamos en la semifinal: a los siete minutos, enganchó la pelota como wing derecho, se metió para adentro igual que hace ahora y, desde el borde de la medialuna, empalmó la pelota con la izquierda y la clavó arriba, al ángulo, para que empezáramos ganando uno a cero. Lo que vemos ahora ya lo hacía en aquel momento.
- ¿Lo sorprendía algo especialmente de un chico de esa edad?
- Te sorprendía la velocidad que tenía. Y que no llevara la pelota un metro adelante, sino adentro del botín izquierdo. Si la pelota venía para matarla, él la dormía. Parado en el corralito al borde del campo de juego, yo pensaba: “¿Cómo puede ser que, en velocidad, él vea lo que yo estoy viendo y consiga que la pelota vaya a donde él quiere?”. Te asombraba lo que hacía en el partido, lo que hacía en entrenamiento... Y si todos nos quedábamos asombrados ante lo que hacía, ya desde entonces te dabas cuando de que era natural para él.
- Cuando se está ante un jugador así, además un juvenil, ¿el trato es el mismo que ante los demás o se lo guía de otra manera?
- Es lo mismo. Siempre me acuerdo de algo: habíamos jugado contra Brasil y estábamos a cuatro días de jugar con Nigeria. Tenía muy buenos jugadores y te daba la sensación de que tenían más edad por la contextura física. Con Tojo pasamos siempre algo del último partido del rival, pero esa vez les quise pasar un poco del nuestro con Brasil. Había una jugada en la que Zabaleta, ante la llegada del delantero de Brasil, se tira de cabeza y con la cabeza traba la pelota y el botín del brasileño. Antes de pasarle el compacto de Nigeria, les paso esta jugada. Estaba todo el plantel, todos sentados en el salón donde veíamos los videos. Ven la jugada y les digo: “Si nosotros le jugamos así a Nigeria, lo ganamos. Miren que a mí me gusta el sombrerito, el buen juego, el caño, pero esta actitud, esto que vos hiciste, Zabaleta, es extraordinario. En el partido no lo vi, pero se los quise pasar porque, si tenemos esta actitud, lo ganamos”. Y Messi salta y me dice: “Pancho quedate tranquilo, mañana ganamos”. Y ganamos: con dos penales y dos ejecuciones de él. El primer penal lo pateó a un palo y el arquero se tiró al otro, y en el segundo se lo cambió. Recuerdo que me lo dijo tan naturalmente, con tanta confianza y tan espontáneo, que realmente te dabas cuenta de que estabas delante de alguien con mucha personalidad.
Ferraro dice que habrá respondido unas cuatro mil veces la pregunta sobre por qué, en el debut de aquel Mundial ante Estados Unidos, lo dejó a Messi en el banco. Esta vez la responde aún antes de que llegue: explica, una vez más, que la Pulga tenía una contractura, que el doctor Daniel Martínez se lo había señalado en la última práctica previa, cuando incluso él no lo había visto tan "picante". Después de aquel inicio con traspié (Messi ingresó en el segundo tiempo, pero Argentina igual perdió 1-0), la joya del Barça fue siempre titular en el camino a la gloria: 2-0 a Egipto, 1-0 a Alemania, 2-1 a Colombia, 3-1 a España, 2-1 a Brasil y 2-1 a Nigeria.
¿El equipo y él se tomaron bien que Messi fuera al banco en el debut? "Sí, no hubo ningún problema", cuenta Ferraro, que abre el arcón y saca un recuerdo: "En el segundo tiempo del partido con Alemania, hice el cambio que hacía siempre: salió Oberman y entró el Kun, que era el más chico del plantel, con 17 años. Al ratito nomás (NdeR: en el minuto 80), el Chaco Torres se cae, toca la pelota con la mano y lo echan por doble amarilla. Ganábamos 1 a 0, Tojo (Miguel Ángel, su ayudante de campo) me pregunta a quién iba a poner. 'Traeme a Biglia', '¿Quién sale?', 'Messi'. Cuando hago el cambio, Messi estaba a 40 metros de mí, lo veo venir, no con buena carita. Sin hablar ni gesticular, la cara nomás. Pasa, le acaricio la cabeza y se sienta en el banco. Entra Biglia, ganamos, pasamos a la ronda eliminatoria y esa noche, en la cena, el profe Salorio me avisa que Leo quería hablar conmigo". El DT, uno de los cinco que sacó a la albiceleste campeona del mundo (junto a Menotti, Bilardo, Pekerman y Tocalli), todavía se acuerda de aquel diálogo con Messi, alejados unos minutos del salón donde comían.
- ¿Qué pasa, Leo?
- Te quería hablar, Pancho. Hoy estuve mal. Te puse cara fea cuando me sacaste.
- No pasa nada.
- Sí, estuve mal y te pido perdón.
- No pasa nada. ¿Por qué lo hiciste?
- Porque yo quiero jugar siempre.
- Está bien, Leo, pero había entrado el Kun hacía diez minutos, tenía que poner un volante central, y vos venías con el trámite del partido encima. No pasa nada, quedáte tranquilo.
Ferraro recuerda que Messi volvió a pedirle perdón una vez más y él volvió a insistirle en que no pasaba nada. "Lo que te pido, fue lo último que le dije, es que no se lo hagas a ningún otro técnico. Se lo hizo a todos, ¡porque él quiere jugar! Es un fenómeno", recuerda el entrenador, entre risas.
Un video perdido por Youtube repone la frescura y juventud de Messi por aquellos días: "No me gusta hablar de mí", comienza declarando en el montaje, que después lo muestra delante de un mapa, divertido, mientras le señala a la TV holandesa dónde queda su Rosario natal, antes de que las imágenes lo devuelvan al campo de juego, haciendo jueguitos durante el entrenamiento, con sólo 17 años.
- ¿Cómo jugaba ese equipo?
- Había grandes jugadores. Yo jugaba siempre 4-4-2. La defensa no la toqué nunca: Ustari al arco; Barroso, Cabral, Paletta y Formica, salvo el último partido que salió Cabral por doble amarilla y jugó Garay. En el mediocampo siempre jugaban Zabaleta, el Chaco Torres, Gago y Nery (Cardozo), aunque a veces salía Gago y entraba Biglia o salía Nery y entraban Armenteros o Archubi. Arriba: Oberman y Messi, y el Kun (Agüero) que entraba siempre por Oberman, aunque otras veces entró Vitti. Junto a los demás chicos y los otros arqueros, era todo un plantel extraordinario. Ese equipo jugaba muy bien: se achicaba hacia atrás, esperaba prácticamente desde el círculo central hacia adelante. Hacían muy bien el achique para recuperar la pelota y salir rápido ofensivamente, con los marcadores de punta o los volantes, ambos con llegada. Aquel Mundial hubo goles de Barroso, de Zabaleta, de Nery. Era un equipo con mucho equilibrio: Chaco Torres trabajaba bárbaro en el medio, sabía de sus limitaciones para tocar la pelota y que debía quedarse cerca de los centrales; Gago jugaba a la salida del volante central y llevaba la pelota, rompía filas.
-- ¿Cuál fue el mejor partido de ese equipo en Holanda?
-- Fue muy bueno lo que se hizo contra España, que ganamos 3 a 1. Aunque, en aquel torneo, Argentina tuvo todas buenas actuaciones: le ganó al último campeón sudamericano (Colombia), al último campeón europeo (España), al último campeón africano (Nigeria) y al último campeón del mundo (Brasil). Contra España fue el mejor partido porque era una selección que venía muy bien en el torneo. Me quedó para siempre una frase que me dijo el presidente de la liga española después del partido. Me dio la mano y me dijo: “Míster, lo felicito. Ustedes son los campeones de este torneo”. “Ojalá -le dije- pero todavía falta”. Y él me dijo: “No, no. Los jugadores de ustedes dejan la piel en la cancha y juegan muy bien. Los míos no, los míos ahora se están peinando y hablando por teléfono”. Él hablaba de la actitud del equipo, que era extraordinaria: se llevaba todos muy bien, adentro y afuera de la cancha. En cuarenta días en Holanda, salimos solamente dos veces: a un zoológico, donde estuvimos una hora y media, y dos días antes de Nigeria, a un shopping a comprar algunos regalitos. Fueron 40 días inolvidables.
- ¿Cuál cree que fue la huella de Pancho Ferraro en aquel campeón juvenil?
- No, ninguna. Quizás el haber trabajado, haber compartido con toda esta gente, haber elegido aquel plantel que brilló y consiguió el quinto campeonato en la sub 20 que tan bien le hizo al fútbol argentino.
- ¿Cómo ve hoy a Messi, con su memoria atravesada por estos 15 años de recuerdos?
- A través de estos 15 años lo he seguido disfrutando siempre, porque veo todos sus partidos, del Barcelona y de la Selección. A veces me pasa que estoy como ahora, en el sillón del living de mi casa, frente al televisor, y me levanto y lo aplaudo después de alguna jugada. Sigo disfrutando de las cosas que hace, como en esos tiempos. Aunque sigue haciendo todo tan simple como antes, veo el progreso que tuvo. Muchas veces escuchás que dicen: “¿Qué le vas a enseñar a Messi?” ¡Cómo no! Messi, en estos 15 años, aprendió muchísimas cosas.
- ¿Como qué?
- Los tiros libres, los goles de cabeza, a moverse más en la cancha: ya no juega solamente donde uno lo ponía, de puntero derecho; hoy te juega como nueve de punta, como nueve falso, más por la derecha que por la izquierda, porque por ahí tanto no le gusta. Cuando lo miro, me doy cuenta cuando está mal porque no le llega la pelota, y a veces comete el error de tirarse muy atrás, casi baja a pedírsela a los centrales y después le cuesta mucho pasar toda esa barrera de jugadores para llegar al área rival. Uno lo conoce y se da cuenta cuándo está fastidioso y cuándo está contento. Siempre le deseo lo mejor y lo disfruto, por cómo juega, por cómo habla y hasta por cómo se sonríe.
- Habiéndolo dirigido en aquel título suyo tan importante con Argentina, ¿cómo vive la posibilidad de ser campeón mundial con la Selección Mayor, que se le ha venido negando hasta ahora?
- Messi sigue jugando. Ojalá el próximo Mundial sea para él. Y para todos los muchachos. Inclusive toda esa camada que ya quedó atrás en este relevo de jugadores, a uno le habría gustado que hubiesen ganado el título. Hace un par de años, cuando Sabella estaba de técnico, fui a saludar a Messi y al equipo a Ezeiza, en la previa de un partido por las Eliminatorias. Estuve con él, hablé un ratito, me acuerdo de que estaba tensionado y nervioso porque le faltaba un mes para ser papá. No hablamos tanto de fútbol sino de la vida, del cambio que iba a tener en su vida por recibir a su hijo. Me gustó muchísimo esa charla con él. Cuando nos despedimos con un abrazo, me dice: “¿Ya te vas?”. Le dije que terminaba de saludar y me iba. A los cinco minutos, aparece Marito (De Stéfano, el utilero de la Selección) con una bolsa: “te la manda Lío”. Era su camiseta, firmada. Enseguida la puse en un cuadro, y acá la tengo, colgada en el museo que me hice en casa con todas las cosas de fútbol que tengo.