Family Romance, LLC 7 puntos
Estados Unidos, 2019.
Dirección y guion: Werner Herzog.
Duración: 89 minutos.
Intérpretes: Ishii Yuichi, Miki Fujimaki, Umetani Hideyasu, Shun Ishigaki, Mahiro,Take Nakamura.
Estreno exclusivo en Mubi. Hoy viernes 3 gratis durante 24 horas, con presentación y Q&A virtual de Werner Herzog.
En la presentación grabada especialmente para su estreno en la plataforma Mubi, el cineasta alemán Werner Herzog afirma que su último largometraje es una de las películas esenciales en su filmografía, a la altura de Aguirre, la ira de dios o El enigma de Kaspar Hauser. Es difícil estar de acuerdo con esa apreciación, aunque Family Romance, LLC dista de ser una de sus creaciones menos inspiradas. Con un trabajo de cámara del propio Herzog y rodada por completo en Japón con la colaboración de su esposa Elena Pisetski y su hijo Simon, la historia de base de este trabajo de ficción –como ocurre en muchas de sus películas no documentales– está basada en circunstancias verdaderas. El protagonista, Ishii Yuichi, es el fundador y director en la vida real de una empresa dedicada al alquiler de personas que interpretan a pedido el rol de otra. Suerte de “simuladores” de afectos y emociones, o bien parientes de alquiler, los empleados de la compañía y el propio jefe encarnan a novios circunstanciales, padres putativos e incluso cadáveres en velorios ajenos. Que todo ello tenga un origen en la realidad no hace más que confirmar el inoxidable interés de Herzog por los pasillos más extremos del laberinto de la vida personal y social.
La primera escena –enmarcada por esa institución de la cultura nipona, los cerezos en flor– presenta a Yuichi en el encargo central del relato escrito por Herzog, aunque la película se irá abriendo luego a otras subtramas. El papel ficticio es el del padre de una niña de doce años que acaba de regresar a su vida luego de una década de ausencia. El primero en una serie de encuentros en plazas, paseos y parques de diversiones durante los cuales la relación entre la joven y el hombre comenzará a afianzarse. La emoción es palpable, aunque asordinada, y Family Romance, LLC sostendrá ese tono durante todo el metraje, aunque en más de una ocasión el humor (muchas veces absurdo) toma el control de la situación, como cuando en la calle aparece el mimo más inopinado o se describe el contrato de una mujer ganadora de la lotería que desea volver a sentir esa sensación de sorpresa. El propio Yuichi deberá reemplazar a un despachador de trenes de alta velocidad que ha cometido un error y recibir el reto de un superior.
De a poco, el interés de Herzog en el asunto empieza a ser más claro: la simulación, lo artificial, como paliativos en la vida moderna. La escena del hotel robótico (ver entrevista aparte con Julián Varsavsky ) funciona como bisagra narrativa: además de los empleados de mostrador, dos autómatas sonrientes y serviciales, la pecera del lobby es el espacio para que dos peces mecánicos imiten a la perfección el movimiento de sus pares naturales. En esa escena documental –por cierto, más extraña que la ficción–, que el realizador deja respirar con sus propios tiempos detenidos, la película termina de adquirir un tono definidamente melancólico, que volverá con fuerza sobre el final, cuando el regreso a su casa y familia enfrente al protagonista con un dilema de difícil solución: cuando el simulacro es absorbido por completo, ¿cuáles de esas múltiples vidas se siente más importante y real?
Formalmente, Family Romance, LLC ofrece aristas desprolijas, con una fotografía digital lo-fi y algunos ralentis y retoques de posproducción que no esconden su tosquedad. Por el contrario, la resaltan. Es como si el realizador quisiera conectar indirectamente la película con un video familiar o un registro de fiesta de quince años editado en casa (en ese sentido, los recurrentes planos con drone poco aportan y más bien sobran). Con sus aciertos y derrapes, el último Herzog –quien, con sus 77 años, sigue más activo que nunca– se erige como una particularísima reflexión sobre la soledad, la necesidad de afecto y la compraventa de emociones. Literales y no tanto, reales o imaginarias.