Sí, claro que puedo contarles. Ahora, lo que no sé es qué interés puede tener lo que estaba haciendo yo.

Estábamos haciendo el damasco con el Walter. Tempranito había arrancado, queríamos liquidar la cosecha. Nos faltaba poco ya. Y el Walter tenía el berretín de la música. Cada tanto le metía un sapukai o se ponía a bailar con la radio, era un loco lindo el Walter. Y con sus ocurrencias el trabajo se hacía más ameno, vio. Así que íbamos cargando los damascos en la chata, sabe, y a eso de las 9 fue que estaban poniendo una canción de Doña Charo y de repente se interrumpe por la Cadena Nacional, y el Walter empezó a putear: que los políticos esto, que los políticos lo otro, se quejaba, vio. Y yo lo callé de sopetón porque me daba cuenta que era algo importante lo que estaba diciendo el presidente. Y así nos enteramos, con el Walter, entre los damascos.

Después esto se fue llenando de gente que vino de las ciudades, y hubo que enseñarles a plantar ciruelos, duraznos. Se hicieron los canales de riego y mire qué hermoso está el valle diez años después.

¿El Walter? Pobrecito. Al Walter lo llevaron en los Trenes Blancos, a hacerse el diagnóstico... y no volvió (silencio). Se ve que tenía el bicho muy avanzado. Se lo extraña. El Walter... vos sabés que él nunca creyó que lo del Mal fuera cosa cierta, si hasta se lo desmintió en la cara al Jefe Comunal...y pensar que a él se lo llevó ese bicho maldito.

***

Joven, por dios! cómo no me voy a acordar dónde estaba. Cuarenta años llevaba yo, ofreciendo mis artesanías. ¡Son cuarenta años! Ahí en el paso Cristo Redentor de la Patria; todos me conocían a mí. La Lucy esto; la Lucy aquello, turistas, camioneros, y todos los gendarmes también.

Porque soy una persona muy educada y perseverante. Mi madre me enseñó: persevera Lucy, como las olas del océano que perseveran y horadan la piedra. ¡Pues mira dónde me he pasado mi vida! Piedra horadada si las hay, la de mi paso fronterizo Cristo Redentor.

Sí, claro. Esa mañana también estaba tomando un mate cocido, conversando con una gente que venía de Santiago, un matrimonio mayor, me acuerdo porque estaba con ellos cuando veo pasar los militares, raudos pasaban los militares, y no es que no estuviera acostumbrada una a ver los uniformes, pero tantos y tan serios, nunca había visto.

A la frontera iban todos. Y después se interrumpió totalmente el tránsito. Yo pensé que algo estaba ocurriendo del lado chileno. ¡Qué iba imaginar que era en nuestro propio país!

Sí, joven, mucho antes de las nueve de la mañana fue esto que le cuento. Los primeros rayos del sol y pasaron ellos.

Bueno, en lo personal, para mí fue muy triste, muy triste, porque yo toda la vida estuve ofreciendo mi trabajo ahí, trabajando como Dios manda, con las dos manos que Dios me dio, y de pronto, que se acabara todo eso, y ya no pasara más gente y que la frontera fuera una cosa así, como una pared. Porque rellenaron nomás el túnel. Y para mí fue un gran golpe, del que pensé que jamás me repondría. Fue más duro ver el túnel tapiado que saber que nos íbamos a morir, porque, joven, usted se dará cuenta que una no nació ayer, que tiene una sus años y que como toda buena creyente confío en el paraíso y la redención. Pero para mí, estar viva sin estar ahí, en mi paso Cristo Redentor de la Patria, con mis turistas, mis camioneros, era un infierno en vida no poder estar ahí. Y me enojé con la radio a pilas, y fíjese las manos que tengo... (risas). Son manos de artesana, ¿no es verdad joven?

Fue una suerte el Plan Abuelas de la Patria Instruidas en Trabajos y Oficios (PAPITO), si no yo me hubiera ido antes del año. Pero cuando nos propusieron a los ancianos que sabíamos cosas para las nuevas escuelas, estas de ahora, y a mí enseguida me llevaron al pueblo con las criaturas para enseñar del barro lo que una sabe (silencio).

Se le acabaron las preguntas, joven. Sabe que yo le quiero contar... Yo tengo una nieta, ¿sabe? Jacqueline, se llama. Ay si usted la viera! ¿Qué edad tiene usted?

Ah, mire... parece más joven. No, ella tiene 21 recién cumplidos. Si se quedan ustedes hasta el viernes tendrán ocasión.

Ah, pues ya lo ve usted, qué bien. Si van a estar filmando los festejos del aniversario entonces le voy a presentar a la Jaqui.

No, por favor, faltaba más, joven, el placer ha sido enteramente mío.

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