El martes a la tarde, cuando iban a empezar a patearse los penales, me puse nervioso, caminaba por el living, el corazón me bombeaba a mil palpitaciones por segundos y mi señora trataba de tranquilizarme, me preguntaba ¿qué te pasa? y no sabía que responderle. No entendía nada porque frente a un penal, en cualquier circunstancia, aun frente a Deyna en el Mundial del '78, yo me mantenía muy sereno, como sí no pasara nada. Y esta vez era muy distinto, creo que el martes empecé a comprender un poco más a los hinchas de fútbol.
Mirándolo desde ahí, como hincha a mí no me gusta esto de la definición por penales, pero como arquero es una de las pocas cosas a favor que tiene este puesto. Se ha dicho y escrito muchísimo acerca de que el puesto del arquero es el de los bobos, pero en ésta —como bien lo declaró el mismo Goycochea— el que tiene más para perder es el delantero. Si uno no ataja no pasa nada, pero si el delantero lo erra todos lo quieren colgar. Y si el arquero se queda con la pelota pasa a ser un héroe.
Goycochea no es una promesa sino una realidad desde hace mucho tiempo y no necesitaba de esto para demostrar sus condiciones, pero el fútbol es así y él seguramente lo sabe muy bien. De cualquier manera, lo del Vasco fue brillante. En los penales influye, y mucho, la suerte, pero a esa suerte uno tiene que ayudarla con reflejos, con intuición, y con un estado físico excelente. Si el arquero intuye hacia dónde va la pelota, puede ocurrirle que no llegue para desviarla o no le funcionen los reflejos para pegar el manotazo en momento exacto. Por eso creo que es necesario que se den todos esos elementos: un poco de suerte, intuición, muy buenas piernas y reflejos.
Los saltos que pegó Goycochea en el segundo penal que le atajó a los yugoslavos y en el que le sacó a Donadoni fueron espectaculares. Y entonces lo de la suerte pasa a ser relativo. La selección argentina llegó hasta las finales porque tuvo mucha fortuna, y con esto no digo nada novedoso, pero nadie podrá discutirle que contra Italia mostró buen fútbol y merecía definir antes de los penales. Es cierto que Goycochea no anduvo todo lo bien que él puede durante el Mundial, pero también es verdad que apareció cuando más se lo necesitaba. Zenga no se tenía fe para los penales y estoy seguro de que los italianos no querían definir de esa manera. En cambio, Goycochea estaba agrandado, anímicamente bien, muy seguro. Lo notaban los compañeros y también los contrarios. De alguna forma el Vasco nos reivindicó a todos los arqueros.
* Exarquero de la Selección, campeón del Mundo en 1978. Esta nota fue publicada por Página/12 durante el Mundial de Italia 90.