Desde París
Emmanuel Macron emprendió su segunda reinvención. La primera (prometida) fue cuando tuvo que gestionar la extensa crisis estimulada por el movimiento de los chalecos amarillos. La segunda era también una promesa acelerada por la pandemia del coronavirus. Un año y medio después de la primera promesa, la reinvención se materializó sin demasiados cambios con la renuncia del gobierno del ahora ex primer ministro Edouard Philippe y el nombramiento de un nuevo Ejecutivo a cuya cabeza fue nombrado Jean Castex, un ex consejero de Nicolas Sarkozy.
Desconocido del público, Castex es oriundo de la alta administración pública francesa y ha desempeñado un papel fundamental en los últimos meses. En en el peor momento de la propagación del virus, el presidente francés le entregó las riendas del consejo estratégico sobre el desconfinamiento. Fue él quien se encargó de redactar el voluminoso plan del gobierno que luego se convirtió en el operativo que abrió poco a poco las puertas de Francia.
Castex está considerado como un hombre de la derecha moderada, o, más bien, como se dice en Francia, “un gaullista social” o “derecha social”, en referencia el general De Gaulle. Es egresado de la Escuela Nacional de Administración pública, la ENA, de donde sale la élite de Francia. Miembro de la UMP creada por el ex presidente Sarkozy y luego rebautizada Los Republicanos, Castex ha sido desde 2008 Intendente de la localidad de Prades, en los Pirineos Orientales (6152 habitantes) y Consejero General y departamental de varias regiones. A Macron lo conoció al inicio del mandato del ex presidente socialista François Hollande (2012-2017) cuando Macron asumió el puesto de Secretario General Adjunto de la presidencia de la República que el mismo Castex ejercía en ese momento como una suerte de consejero social de Sarkozy en el palacio del Elíseo. En 2017 Macron lo nombró Delegado Ministerial para los juegos Olímpicos y paraolímpicos de 2024, en 2018 delegado ministerial para los grandes acontecimientos deportivos y al año siguiente presidente de la Agencia Nacional del Deporte.
La renuncia del gobierno de Philippe estaba agendada para luego de la segunda vuelta de las elecciones municipales del pasado 28 de junio, donde el partido presidencial, La República en Marcha, no reactivó la dinámica de la victoria presidencial y de las legislativas de 2017. Sólo había una duda sobre si Philippe sería o no reconducido en el puesto. Los desacuerdos en torno a la política de los últimos dos años del mandato macronista eran profusos entre ellos y Macron, al final, optó por separarse de un dirigente cuyos niveles de popularidad y aceptación sobrepasan en mucho al del jefe del Estado. Un Consejero Ministerial lo describe así en la prensa francesa (Le Nouvel Observateur): “llena varios perfiles a la vez: ha sido electo localmente, es de derecha y un excelente técnico. Tiene un lado que lo hace cercano a la gente con su acento y sus viejos anteojos”.
Se lo considera un funcionario de las altas esferas, pero también con una cercanía real con los territorios debido a su puesto de Intendente. También, aliados y adversarios alaban su capacidad de diálogo y su conocimiento de los complicados arcanos y ruedas del poder. Franck Louvrier, ex consejero de Sarkozy, dice del primer ministro que “es una verdadera navaja suiza. Tiene conexiones por todas partes. Sabe hacer lo que hace falta en el lugar adecuado” (Le Monde). En las páginas del mismo diario, el ntendente socialista de Seine-Saint-Denis en las afueras de París Stéphane Troussel, lo retrata “como un hombre derecho por excelencia. Nunca hace nada torcido”.
Macron reemplazó así a un hombre oriundo de la derecha de centro liberal por otro de la derecha sarkozista. Derecha o derecha. Su irrupción no traduce un cambio de rumbo sino, por ahora, más bien un refuerzo del proyecto presidencial muy golpeado por los chalecos amarillos, por las manifestaciones contra la reforma de las jubilaciones del año pasado y en 2020 por la pandemia. La tantas veces promocionada “reinvención” del presidente parece haber quedado para otro momento. Castex es sobre todo un sólido argumento para mantener el respaldo de la base electoral de centro derecha del jefe del Estado en la perspectiva de su reelección en las presidenciales de 2022. En una de sus intervenciones televisadas durante el confinamiento, Macron esbozó un futuro donde la economía de perfil más ecológico y solidaria serían su opción. Castex no representa ninguna de esas dos prioridades. La ola amarilla de los chalecos, la ola marrón de la pandemia y la verde de las elecciones municipales no trastornaron el rumbo del proyecto presidencial.
Más que un “jefe”, los analistas comentan que Macron eligió a un “colaborador” que no le haga sombra y lo deje siempre en el primer plano. En el curso de su primera intervención, Castex definió las prioridades de su próximo gobierno: ”un plan de reactivación del país, la reconstrucción mediante la inversión en sectores de futuro. La ecología y el dialogo social: ese será mi método”. A Castex lo aguarda el ascenso de dos montañas llenas de obstáculos: sobrepasar la crisis sanitaria, económica y social que deja el Covid-19 y despejar los ripios para le reelección de Macron.
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