Está la historia del horror de un chico, Pablito Míguez, que se repite y se viraliza. Pablito, de 14 años, el pibe secuestrado, torturado en los centros clandestinos, el pibito desaparecido en la ESMA. Alguien dice que la estatua flotante en sobre el río de La Plata fue hecha por una artista de su misma edad. Facebook empieza a hablar del 24 de marzo. Las Madres y sus fotos son millones y millones. Son parte del aire que se respira en las redes. Ellas convocan, ellas le gritan a la Casa Rosada desde atrás de las vallas. Ellas interpelan, Ellas se agigantan, se multiplican y viralizan.
El 24 de marzo es catarsis, se escapa por ranuras invisibles. Facebook es una ranura a otra dimensión en este día. Una mujer cuenta que siempre pensó en un amigo que dejó de ver en la dictadura. Y dice que ahora lo encontró en Facebook. En una página con nombres y fotos de desaparecidos. Lo reconoció por la cara, con otro nombre. Y así cuando lo cuenta en Facebook, recién ahora empieza el duelo por ese amigo que dejó de ver hace 40 años.
Está la historia de hijos de desaparecidos de Tucumán que lloran la muerte de sus compañeros hijos de desaparecidos que no estarán “como todos los 24”. Ellos recuerdan en las redes a los padres y a los hijos que se han ido en la lucha.
Y se puede leer la historia de una madre de la Plaza y el calendario. Recuerda en ese texto, que da vueltas en las redes, cuando una mujer del pueblo le enseñó para qué servía el calendario. Lo tituló: ”24 de marzo, números rojos en el almanaque”. Y está diciendo que llegará el día en que ellas, las Madres, no estén, pero estará este día con una marca roja en el almanaque para la memoria de los que vengan después que ellas. Así será.
Las historias siguen hasta convertir a las redes en una especie de Plaza de Mayo virtual. La de verdad, la de baldosa, cemento y palmeras está donde siempre. Y la cita real, la que se puede tocar y sentir es allí. Es la cita de todos los 24.