Desde el momento en que la OMS declaró al coronavirus como pandemia, se abrió la competencia entre las corporaciones más fuertes del mundo para desarrollar una vacuna. La carrera para terminar con el virus Sars CoV-2 y la enfermedad que produce --la covid-19-- parece estar cada vez más reñida. Ya son 17 los actores que se encuentran con pruebas en fases clínicas. No obstante, una vez que la solución final se desarrolle: ¿quiénes tendrán acceso? ¿Cuánto deberán pagar los gobiernos a las megacorporaciones que la diseñaron por los millones de dosis que necesitarán? ¿El precio será accesible y para todos los Estados por igual? “Una vez que se desarrolle la vacuna se desatará una nueva fase de la batalla. No veo que se despliegue una situación muy colaborativa que digamos. Imaginemos el poder que tendrá el actor que cuente con ese dominio tecnológico. Seguramente estará atada a una patente con lo cual se abrirán múltiples escenarios. Las empresas quieren la solución pero no porque son altruistas sino porque la que llegue a la meta dominará el planeta”, señala Darío Codner, Secretario de Innovación y Transferencia Tecnológica (Universidad Nacional de Quilmes).

En este marco, se despliegan los escenarios más y menos deseados para naciones periféricas como Argentina. “El primero y más favorable es que nosotros mismos lleguemos al objetivo con un desarrollo propio. La otra opción es que un laboratorio de afuera la desarrolle. Aquí se presentan, a su vez, dos caminos. Por un lado, está la opción de que la distribuya y que nuestro país se convierta en receptora de las dosis que necesite a un precio razonable y solidario; y, por otro lado, que aquella corporación que tenga la vacuna abra su paquete tecnológico y se transfiera el conocimiento para que laboratorios públicos y privados de nuestra nación, a instancias del gobierno, puedan copiar la fórmula y encabezar su propia fabricación. La apertura del secreto tecnológico debería realizarse de manera inmediata”, expresa Codner que, además, se desempeña como Coordinador Ejecutivo de la RED de Vinculación Tecnológica de las Universidades Nacionales.

Este último caso, según el experto, es la proyección que más se ajusta a una posible realidad. Sin embargo, abrir el paquete tecnológico no soluciona las cosas del todo. Las patentes no suelen ser muy descriptivas ni codifican cómo ejecutar una tecnología una vez que fue producida. ¿La solución? Habría que importar el know-how. Si China desarrolla la vacuna, Argentina debería recibir capacitaciones de expertos chinos; si lo hace EE.UU., deberían venir los técnicos del norte de América.

No obstante, también hay escenarios menos amables. “Puede ocurrir que la compañía que realice el desarrollo fije un precio alto que escalará en función de su producción. En el marco capitalista en el que nos movemos, los grupos privados imponen sus reglas y obstaculizan el acceso de los Estados al bien. Si el precio se empuja hacia arriba, Argentina tendrá pocas chances”, dice Codner. En un contexto de economías liberalizadas, desreguladas y financierizadas, la competencia por el acceso no solo será entre países sino también --lo que es mucho peor-- contra multinacionales.

Algunos competidores

Cuando se diseña una vacuna lo primero que hay que pensar es en qué necesitan los pacientes. En este caso, son defensas para que reaccionen ante un microorganismo específico como es el Sars CoV-2. En base a ello, se selecciona el tipo de vacuna que se fabricará. Hay muchas estrategias disponibles: algunas utilizan al virus inactivado --como la Hepatitis A--, otras emplean al virus atenuado --como la Sabin--, unas actúan sobre el ARN viral, o bien, están las que solo incorporan una proteína --en este caso la “S”, Spike, puerta de entrada al coronavirus-- que a priori resultan más fáciles de hacer pero no se probaron hasta el momento en grandes poblaciones. Por último, están las de proteínas recombinantes --que se usan en Hepatitis B y HPV (Virus del Papiloma Humano)--. En cualquier caso, los científicos deberán evaluar seguridad y toxicidad (pruebas en animales y luego en pacientes), chequearán efectividad biológica y, por último, comenzarán a explorar las posibilidades de escalar industrialmente el producto.

Aunque Tedros Adhanom Ghebreyesus, el director general de la OMS, anunció que hasta 2021 no habría noticias, las farmacéuticas pisan el acelerador y se van solapando, semana a semana, con la comunicación de avances alentadores. Durante los últimos días, la compañía estadounidense Pfizer y la firma alemana BioNTech anunciaron resultados positivos en sus ensayos iniciales en humanos. La vacuna se probó en 45 adultos (entre 18 y 55 años) que recibieron dosis distintas entre sí (10, 30 y 100 mg) y a nueve de ellos les tocó placebo. Las personas que se sometieron a las pruebas desarrollaron una cantidad de anticuerpos que superan a los que presentaron los pacientes recuperados de la covid-19. Los expertos señalaron que “fue bien tolerada”, aunque en algunos casos generó fiebres y otros daños colaterales menores. El próximo paso representará un desafío más grande y, si todo sale según lo esperado, iniciará este mes. Escalar el producto suele ser uno de los principales obstáculos: intentarán llevarla de 45 ensayos a 30 mil. Convertir un experimento chiquito en uno de dimensiones mucho más importantes. Luego, el paso siguiente será fabricar 100 millones de dosis y, para el año que viene, 1.200 millones. El trabajo del equipo que domine el podio tendrá que someterse a la lupa de los colegas y, para obtener mayor fuerza, ser publicado en alguna revista médica de prestigio internacional.

China aprobó el uso de una vacuna experimental --conocida como “Ad5-nCoV”-- que será administrada a las Fuerzas Armadas del país por el lapso de un año. Fue desarrollada por una iniciativa público-privada de la que participaron el Instituto de Biotecnología de Beijing, la Academia de Ciencias Médicas Militares y la compañía CanSino Biologics. Otra de las corporaciones que pisan fuerte en el gigante asiático es Sinovac. Su vacuna será probada en 12 centros de investigación que pertenecen a seis estados brasileños. El acuerdo no solo incluirá la realización de ensayos sino también la transferencia tecnológica para fabricar el insumo en las tierras de Bolsonaro. En Argentina, Juliana Cassataro --investigadora del Conicet en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad de San Martín-- lidera el equipo que se propuso el desarrollo de la vacuna a nivel local. Recibió un subsidio de parte de la Unidad Covid-19 --compuesta por el MinCyT, el Conicet y la Agencia-- para su fabricación. Está en fase preclínica (en ratones) y será en base a proteínas recombinantes.

Lobby

La ciudadanía debe tener cautela con cada uno de los anuncios que realizan las compañías biotecnológicas porque suelen difundir sus avances con bombos y platillos para recibir más inversiones durante el proceso. Cuando comunican buenas noticias, sus acciones se disparan en el mercado bursátil. “Hay científicos muy reconocidos alrededor del mundo que trabajan para farmacéuticas y hacen lobby anunciando tiempos muchísimo más cortos que los lapsos reales. Con ello, lo que buscan es lograr inversiones. Por otro lado, me da la impresión que no será una vacuna la que salga sino varias. Sería positivo porque el aumento de la oferta disminuiría el precio”, explica Mario Lozano, virólogo molecular del Conicet y ex rector de la Universidad Nacional de Quilmes.

Bajo esta premisa, ¿de qué manera los organismos multilaterales actúan para democratizar las condiciones de acceso a la vacuna en un futuro no tan lejano? “La OMS, por ejemplo, está tratando de preparar el terreno para que cuando un laboratorio privado o público obtenga la vacuna, pueda ser rápidamente transferida a distintas latitudes. Se requerirá de una producción masiva para apagar esta pandemia. Es imposible pensar que la escala necesaria pueda ser satisfecha por un solo jugador, más allá de las dimensiones que tenga. Por ello, pienso que deberá asociarse con los diferentes gobiernos para que aporten la infraestructura necesaria y el costo inicial en cada caso”, plantea Lozano. No será lo mismo si es un Estado el que llega a la meta, o una corporación.

Desde este punto de vista lo comprende Codner cuando advierte: “Para la región, la OPS y el BID también harán lo suyo. Todos los jugadores que manejen recursos económicos desempeñarán un rol importante. Asimismo habrá que convencer a los organismos más reaccionarios, me refiero a la Organización Mundial del Comercio, por caso”. Ante la pandemia, será fundamental producir miles de millones de dosis que sean capaces de perdurar en el tiempo, que sean seguras y accesibles a todo el mundo. Aunque muchas etapas se pueden saltear, lo cierto es que desarrollar una tecnología con esta complejidad lleva mucho tiempo. Pero si hay algo que no se puede dejar de pensar es que si existe una cura, debe ser para todos y todas. En esta línea, “la OMS podrá hacer recomendaciones que serán tomadas o no por los Estados, pero no tiene demasiada capacidad para intervenir en la lucha verdadera. Son los países los que les pueden poner límites a las corporaciones. Y, dentro de ellos, por supuesto, los más poderosos. Dependeremos de figuras como Trump, Johnson, Macron o Xi Jinping”, concluye Lozano.

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