El Día del Patrimonio que se festejó el fin de semana pasado fue una alegría, una sorpresa y un arranque. La idea fue de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos que preside Teresa de Anchorena, y resultó una onda expansiva que empezó con los monumentos nacionales y terminó con más de 500 lugares históricos, culturales o naturales abiertos al público. Realmente, como resumió Anchorena, “la idea tocó un nervio” que hizo que se abrieran tesoros a la comunidad y que muchos pueblos y ciudades crearan recorridos para ver lo suyo, valorizado como patrimonio.
Argentina tiene un problema para imaginarse como un país que no es nuevo. Resulta que hasta si no se cuentan las culturas indígenas, que nos dejaron pueblos que tienen un milenio, la colonización española de estas lejanías ya está cumpliendo cinco siglos. Buenos Aires, Córdoba, Salta y unas cuantas ciudades más acumulan sus siglos, y con doscientos años de vida independiente es hora de terminar con eso del país joven. Nadie le puede decir a un argentino lo que un inglés insolente e ignorante le dijo a un africano, aquello de que “mi juego de té es más viejo que tu país”.
Pero la idea persiste de que en esta América sólo lo nuevo es bueno, y que es bueno porque es nuevo. Que los inmigrantes que hicieron explotar nuestras ciudades hayan pensado eso es entendible, ya que emigrar con la certeza de nunca más volver necesita andamios ideológicos, aunque sea como consuelo: uno se iba por pobre, pero se quedaba para construir una joven nación. Que los nietos y bisnietos de esos emigrantes sigan repitiendo la frase y mantengan la sensibilidad ya cae en lo zonzo.
Por supuesto, este tipo de bobada es muy rentable para algunos y es explicada por sus empleados con frases como “las ciudades tienen que evolucionar o se mueren”. Es dudoso que eso sea cierto, ya que Roma o Praga no “evolucionan” de una manera que aprobarían los constructores de torres, pero aun aceptándolo no es excusa para el vandalismo y la destrucción cultural. El éxito masivo del Día de los Monumentos demuestra que mucha gente ya no piensa así y valoriza cada vez más aquello que nos identifica, que nos hace nosotros.
Dentro de pocos años, un Día de los Monumentos va a poder incluir a la Confitería del Molino, que está por arrancar una nueva vida. La venta ya fue anunciada y en el PRIE, la entidad encargada de la restauración, esperan con ansia que llegue la llave y la escritura. El PRIE y la Comisión Nacional, que supervisa las intervenciones en Monumentos Históricos como el Molino, ya crearon un mecanismo de diálogo para que todo salga bien, y también una Oficina de Relaciones con la Sociedad. Esto último no es habitual, pero la Confitería tiene un lugar especial en el imaginario social y es uno de los edificios más famosos del país. El largo proceso de compra mostró el interés de mucha gente hacia el edificio y su historia, con lo que la oficina es una idea útil.
Por la tierra
Pero mientras pasan estas cosas buenas, los negocios siguen normalmente.
La Asamblea de Parque Chacabuco dio una muy buena pelea por su parque, que es el centro mismo y el nombre de su barrio. Los vecinos le subieron el costo político a las zonceras del PRO y limitaron el daño de obras mal pensadas y peor hechas. Pero lo que realmente los enconó fue que su parque fuera elegido como el primero para aplicar la Ley de Bares, una tontería particularmente aguda en un espacio público que ya tiene bares.
Como ya quedó en evidencia, los chicos macristas no distinguen un parque de un espacio abierto y todo lo tratan como en un country. ¿Qué problema puede haber en poner un bar junto al césped, si quedan tan bien junto a la cancha de golf o las de tenis, ni hablar del Club House? Para más, en París son muy comunes y muy lindos. Pero en una ciudad en estado crítico por la falta de verde, estado agravado por la constante venta de terrenos que fascina a Larreta, cubrir metros de césped es anatema.
Ninguno de estos terrenos se vende para comprar otros en zonas dejadas de la mano divina y crear plazas. La idea del actual gobierno porteño es vender y vender, para usar la plata para proyectos que sí le interesan al proyecto político de Larreta. Mientras, buscan hacer anuncios directamente faltando a la verdad. Por ejemplo, este jueves los diarios oficialistas elogiaron la “creación” de un espacio verde donde “había un basural” y anunciaron la apertura de 36 hectáreas. Resulta que se trata del Lago Lugano, pegadito al Riachuelo, tan abandonado de todo cuidado que se transformó en un santuario de vida silvestre, exactamente como la Reserva Ecológica y por las mismas razones. El gobierno porteño, por ley, fue obligado a crear un parque natural y lo hizo porque la ubicación no da para negocios inmobiliarios, el lago es parte del sistema regulador de inundaciones y al final el proyecto abarca pura agua y algo de las orillas. Políticamente, sirve para insinuar que se agregaron hectáreas al conteo de espacios verdes porteños.
Esto último no es cierto, porque con basura o limpito ese espacio ya se contaba como si fuera el Parque Tres de Febrero. Lo que Larreta nunca hace y parece que nunca va a hacer es comprar terrenos, demoler o despejar, y crear plazas. Con lo que cada metro cuenta y los vecinos del Chacabuco hicieron muy bien en presentar el jueves de la semana pasada un proyecto de Ley para derogar la Ley de Bares en Parques y están dispuestos a moverla entre los legisladores. La consigna es evitar la “mercantilización y privatización de las tierras públicas”, un proceso del que esto de los bares en plazas es un ejemplo pequeño.
Y quien lo dude no tiene más que ver los proyectos de ley oficiales que recibió la Legislatura porteña, que encadenan explícitamente la venta de tierras públicas con la financiación de obras que sí le interesan a Larreta y los suyos. El primer proyecto es el 3881, que fue votado por el oficialismo y sus aliados, y que autoriza la construcción de siete torres en los terrenos de Catalinas Norte que así se pueden vender a buen precio. El proyecto inmediato posterior, el 3882, autorizaría la construcción del Paseo del Bajo con fondos de la venta de los terrenos del proyecto 3881. Y si no alcanza, este segundo proyecto trae un segundo medio de financiación, el cambio de zonificación del último terreno disponible en Puerto Madero, la llamada Manzana IQ. Todo esto, Paseo del Bajo y venta, ya pasó la primera lectura y es de inminente aprobación.
La manzana en cuestión está frente al Dique 4 y casi que rodea los terrenos de la UBA que desde que el mundo es mundo son el campo de deportes del Nacional Buenos Aires. Los chicos del colegio tendrán en el futuro que hacer deportes en la sombra, porque ahí se van a instalar más torres de hasta 140 metros de altura, como las que ya arruinan el horizonte porteño en el mismo barrio. Pero resulta que la venta de esta manzana tiene otro problemita que nadie parece haber notado y que fue denunciado por el Observatorio del Derecho a la Ciudad. Cuando se privatizó Puerto Madero, en esta manzana se debía reservar un total de diez mil metros cuadrados, más o menos una manzana del tejido urbano, para construir un colegio y sus servicios. Esto fue en 1997 y por la Ordenanza Municipal 51.675, que no fue derogada, y la idea surgió del Plan Maestro Puerto Madero.
Con lo que la cadena lógica es clara: se vende tierra para financiar proyectos que dan para la foto de Larreta inaugurando, no se cumple ni con hacer una escuela y ninguna de estas ventas abre nuevos espacios verdes. De paso, hay que remarcar que estos espacios que se venden ahora estaban contados como verdes, con lo que el promedio por habitante vuelve a bajar.
Las comunas
Este tipo de negocios grandes es fácil de controlar para el gobierno porteño, porque se manejan directamente con la Legislatura, con los especuladores inmobiliarios y con el gobierno nacional, que es tropa propia. Pero el mismo gobierno central se guarda angurriento cosas mucho más pequeñas que conforman su Plan Jefas y Jefes de Empresas Constructoras, que al contrario que los pobres sí parecen merecer subsidios. Así se asfalta, se reconstruyen cordones de veredas, se tapan empedrados y se arreglan plazas directamente desde la central.
Lo que explica que la Ley de Comunas jamás haya sido reglamentada, lo que permite básicamente lo que quiera el jefe de Gobierno de turno. La ley original buscaba crear gobiernos regionales, con el buen argumento de que si bien las áreas geográficas resultan pequeñas, los números de población de las comunas equivalen a ciudades pequeñas o medianas. Originalmente, cada comuna iba a tener autonomía para hacer el mantenimiento local y llevar a cabo obras de interés comunal, todo con un input directo de los vecinos. Aunque el PRO ganó las comunas, nunca les dieron esos poderes, con lo que las sedes comunales son efectivamente una suerte de Pago Fácil para hacer trámites.
La cosa es tan brava que esta semana dos comuneros de la CC-ARI, nada menos, exigieron que se reglamente de una vez la ley. Santiago Espil y Romina Braga son juntistas en la 1 y la 13, respectivamente, y explicaron su pedido por la existencia, sana y salva, de la “centralización política” en la ciudad. Si un partido aliado al gobierno señala estas cosas...