"¡¡Que nos dejen ser, que nos dejen ser!!". La señora gritaba fuerte y sin parar, no se veía pero se hacía escuchar. Ocupaba la segunda o tercera fila de la tribuna que para entonces ya se armaba de manera sistemática y apretujada frente a las cámaras de televisión en cada marcha anti cuarentena. Su grito llegaba como fondo o letanía entre los argumentos que gozaban de micrófono, de todo tipo. No por periférico dejaba de resultar central a la cuestión: ¿qué es lo que piden los que piden "salir" del aislamiento a toda costa? ¿Qué parte del "ser" se reclama cercenado ante una medida adoptada para el cuidado? ¿Qué idea de "libertad" prioriza la de producir por sobre la de vivir?
Motivos de hastío, de imposibilidad material y emocional de sostener la cuarentena, habrá seguramente muchos, urgentes y atendibles. Lo tramposo es transformarlos en argumentos científicos (en estos casos, se suele citar el "lado B" de la ciencia, el "investigador desoído por las corporaciones", aunque algunos cobran fama como monsieur Didier Raoult ). O volverlos, directamente, bandera. Vaya triunfo discursivo de la derecha: ahora lo que mata no es la peste, sino la cuarentena .
Aquí y en el mundo, los argumentos anti cuarentena adoptan formas insólitas, pero peligrosamente efectivas. La teoría de la inmunidad de rebaño fue largamente editorializada en la tele , y suficientemente refutada por los científicos, y por experiencias como la de Gran Bretaña. Están las curvas matemáticas calculadas con ábaco: Muere más gente por influenza, muere más gente en accidentes de tránsito... Los hay más lamentables: "Es importante entender que una cosa es la pandemia y otra la cuarentena. La primera es de la naturaleza, del destino o de Dios, mientras que la segunda es de los gobiernos", se escuchó en un ex prime time. Según este evangélico razonamiento, ante un huracán lo mejor sería quedarse a esperarlo para no "meterse en política". Siguiendo con el hit de la infectadura, hace poco un grupo de "científicos e intelectuales" concluyó en debate por zoom que el Gobierno "se aprovecha de la cuarentena para marcar su propia agenda". Sería un plan maquiavélico para paralizar la economía y llevar los números a mínimos históricos, y así marcar agenda.
Argumentos de este estilo tienen estos voceros criollos por estas Pampas, pero si algo sabe la derecha es organizarse, y a nivel mundial van adquiriendo formas locales. En Estados Unidos, por ejemplo, el núcleo conservador duro que en este momento de plena campaña va por Donald Trump, acusa a los demócratas de ser una suerte de rebaño sistémico que se deja llevar mansamente por médicos y científicos. Cerca de 130 mil muertos no los detienen para argumentar, curiosamente, contra una conspiración global del "sistema" que estaría preparando a la población para un futuro próximo de control absoluto, tras la llegada del 5 G.
Las teorías conspiraonicas garpan, siempre, y lo curioso es cómo los argumentos de derechas y de izquierdas libertarias se juntan --no sería la primera vez--, y si se escuchan sin saber de dónde vienen, suenan uno mismo y solo. Como ejemplo está la irresponsable recomendación pseudo naturista de "empoderarse" tomando clorito de sodio, supuesto preventivo para pestes y males de todo tipo, contra el que la Anmat alertó ya en 2016 . Sería la continuación anti vacunas, siempre alzada en un grito libertario de denuncia global, incapaz de valorar la idea de "público" dentro de ese "sistema" contra el que dice alzarse.
Está la libertad individual de morirse, de la que hizo uso Angel José Spotorno , el organizador de marchas anti cuarentena que hace poco falleció tras contagiarse coronavirus. Pero está también la obligación de cuidar la libertad de los otros. Lo dice con lucidez Pedro Saborido en la entrevista a este diario : "Es la contradicción más grande que hay: no poder proyectar que quedándote no sos una molestia, más allá de lo que te pase a vos. En el lamentable ranking de prioridades tenés que poner a los médicos, los enfermeros, los que laburan... Contagiarse es una especie de lujo".