La enésima será la vencida. Sin usar esas palabras, lo asegura el presidente Alberto Fernández. En persona está haciendo los últimos retoques al proyecto de Reforma Judicial que anunció ante el Congreso en dos ocasiones: al asumir y al abrir las sesiones ordinarias. Pasaron casi siete meses desde aquella ocasión más de tres desde ésta. Ahora sí, tras pasarle peine fino se terminará de redactar el proyecto de ley que entraría por la Cámara de Senadores donde el oficialismo cuenta con mayoría propia.
La versión actual es menos ambiciosa que las originarias, aunque contiene su núcleo: la reformulación de la Justicia Federal. Suma otra iniciativa añeja del presidente: la creación del Consejo para el Afianzamiento de la Justicia (“el Consejo”, en adelante) formado por juristas de variadas pertenencias. El cuerpo, consultivo, deberá debatir una cantidad notable de temas vinculados con la administración de justicia. Muchas cuestiones quedan pendientes de ser legisladas. Se las supedita a un debate público, pluralista. Las más descollantes son:
* La Corte Suprema, cantidad de integrantes y funciones.
* El recurso extraordinario.
* El Ministerio Público.
* El juicio por jurados.
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No es bueno que el Comodoro esté solo: El Parlamento abordará una nueva ingeniería de los tribunales federales. Todos ellos, no solo los tristemente célebres Juzgados Penales sitos en Comodoro Py u otras locaciones. También los fueros Federal en lo Penal Económico, en lo Civil y Comercial, en lo Contencioso Administrativo.
Los detalles, fusiones y nuevos bautizos han dado insumo para centenares de notas, se ahorran en ésta hasta que alumbre el texto definitivo.
Vale la pena apuntar que la imprescindible regeneración de la mal llamada “Justicia Federal”, si se consigue, surgirá tanto de los cambios legales cuanto de nuevas designaciones en juzgados vacantes o a abrirse. Suman una cantidad apreciable, habilitan una oportunidad. Una nueva camada de magistrados debería ser parte del viento fresco que oxigene a ese Fuero, tóxico desde los remotos tiempos del menemismo.
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Si te hace falta un Consejo
El Consejo para el Afianzamiento de la Justicia toma como modelo al de Consolidación de la Democracia que creó el presidente Raúl Alfonsín. Sus miembros serán figuras reconocidas de banderías políticas diversas.
AF lo tiene in pectore desde largo tiempo atrás como anunció Página 12 en su momento.
Tal vez el nombre del organismo sea retocado en la redacción última. Su misión, ventilar el debate, abrirlo al Agora y la Academia, formular propuestas de nuevas normas.
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Repensar la Corte
La Corte Suprema de Justicia aglutina la mayor cantidad de ítems de la agenda del Consejo. Entre ellos:
· Su número de integrantes. “Hay quienes piensan que se debe ampliar. Otros, como yo, creen que la cantidad de cinco jueces está bien” explica, se abstiene de definir solo, abre el juego, Fernández.
· Si debe seguir funcionando como un solo cuerpo o dividirse en Salas especializadas en ramas específicas del Derecho. De nuevo AF acota: “Algunos piensan que es imprescindible multiplicar las Salas contra otros que creen que es inconstitucional”. La grieta entre las dos bibliotecas, exageremos. En el medio conviven grises matizados. La apertura de Salas, claro, solo es compatible con el incremento del número de jueces supremos.
· El “Per saltum” que como el latinazgo sugiere consiste en llegar a la Corte obviando instancias anteriores. Ha dado para barridos, fregados, contados aciertos y nutridas inconsistencias. Legislarlo, quizá, desmalezaría el escenario.
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Recurso extraordinario: El recurso extraordinario ante la Corte se rige por la ley 48 del año de ñaupa. Los comentarios huelgan. El sistema se complejizó durante décadas, cada vez es más chocante y kafkiano. El abogado-jurista-Presidente interpreta que la Corte admite demasiados casos que la atosigan. Y que desestima otros que sí debería decidir.
Cualquier juez de la Argentina está facultado para sentenciar una inconstitucionalidad. El sistema parece absurdo e incomprensible...porque lo es. Recarga de expedientes al Tribunal. Fomenta la judicialización de la política porque una cautelar en un juzgado “amigo” no se le niega a nadie. Aggiornar las reglas es complejo porque la vez, es cierto que hay sentencias arbitrarias de tribunales de instancias anteriores que justifican que la Corte las analice y, eventualmente, revoque.
Hoy y aquí la Corte sentencia demasiados expedientes. Con indeseable equidistancia también peca por defecto: rehúsa implicarse en otros que tendría que abordar. Por ejemplo cuando entiende que el futuro trámite de la causa puede reparar una injusticia de origen. La consecuencia: cientos de causas “nacen” enfermas de nulidad y eternizan los trámites para recién al final sanear el vicio. El presidente recuerda el caso de la joven misionera Cristina Vázquez quien estuvo presa once años por un crimen que no cometió. Se combinaron sentencias injustas de tribunales inferiores y la morosidad de la Corte para sentenciar. Lo hizo tardíamente: contribuyó a prolongar el calvario de Vázquez con decisiones formalistas.
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Una deuda eterna: El juicio por jurados, establecido en la Constitución de 1853, nunca se implementó a nivel nacional. La deuda eterna acentúa la tendencia elitista del Poder Judicial. La gente de a pie no lo integró jamás aunque la Carta Magna imponga lo contrario. Será objeto de elucubraciones, nuevamente, entre los Consejeros a designarse.
El Ministerio Público, con la Procuración General a la cabeza, se reguló en la reforma constitucional de 1994. Sucesivas leyes lo reglamentaron, todas abrieron polémicas. Estará también en el temario.
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Mitómanos, abstenerse: La norma, pues, emprende parte de la Reforma y abre un ámbito para la deliberación democrática. Fernández lo concibió en yunta con el nonato Consejo Económico Social una de tantas movidas hibernadas por la pandemia.
De confirmarse la división de tareas entre el Congreso y el Consejo que anunciamos se desbaratarán sarasas, rumores y mentiras de la oposición mediática. No se aumentará el número de miembros de la Corte fulmíneamente por iniciativa de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. La Lady Macbeth del relato de derecha, la Míster Hyde del cada vez más sumiso Doctor Alberto Jekyll. Un espectro inventado se desvanecerá en el aire. Los Supremos que prolongan la feria más larga del mundo no serán rodeados por “jueces K”, temibles y fanáticos.
Dicho porvenir, augurado por opineitors y editorialistas de la Vulgata mediática, siempre fue imposible. Para agrandar el número de jueces basta una ley aprobada por mayoría en ambas Cámaras. El acuerdo senatorial para los nuevos jueces requiere mayoría especial, dos tercios. El oficialismo no la tiene.
Las fake news desdeñan los hechos y la información. Son consumo cotidiano para millones de argentinos. Si se refuta la mitomanía sobre la ampliación de la Corte, nadie desmentirá los bolazos acumulados. Como es regla y costumbre se inventarán otros.