La ciudadela arqueológica de Bagan y sus 3.000 pagodas, en Birmania, fue invadida por saqueadores de reliquias, piezas de monedas y joyas. El complejo, ubicado entre los meandros del río Irrawady y declarado Patrimonio Mundial por la Unesco, ocupa una gran extensión y, debido al cese de actividades turisticas por la pandemia, se encuentra desierta. La situación fue aprovechada por saqueadores de tesoros arqueológicos.
"La ciudadela no ha sido objeto de tantas agresiones desde hace décadas", se lamenta Myint Than, director adjunto del departamento arqueológico de Bagan, en declaraciones a la AFP.
Al menos una docena de pagodas fueron saqueadas, según las autoridades, quienes señalan que los ladrones se llevaron un importe botín integrado por "reliquias y piezas de monedas".
Para disuadir a los ladrones, varias decenas de policías y de bomberos patrullan de día y de noche la ciudadela. Al caer la noche, algunos policías se ubican a la entrada de los templos. Otros recorren en moto o en jeep los senderos de la capital del primer imperio birmano (siglos XI-XIII). La extensión del complejo arqueológico es una complicación para los patrullajes.
Las pagodas más prestigiosas, como la de Shwezigon o la de Ananda, debido a esos patrullajes, no fueron saqueadas.
"Nuestra misión es un reto" dada la inmensidad del lugar que ocupa 50 km2 e incluye a más de 3.500 monumentos, entre templos o monasterios.
Bagan recibió en 2019 cerca de medio millón de visitantes, según la Unesco.
Pero Birmania, que atraía en los últimos años cada vez más turistas tras décadas de dictadura militar, ha cerrado desde marzo sus aeropuertos para evitar que se propague la epidemia del coronavirus. Por eso, Bagan está desierto. Hasta ahora, no se ha detenido a ningún saqueador.
"Seguramente no es gente de Bagan" asegura Myint Than, quien no cree que habitantes locales puedan "traicionar su patrimonio". Sin embargo, otros dudan de esa postura, dada la precaria situación económica de los habitantes de esa región, que depende del turismo.
La mayoría de los hoteles y restaurantes siguen cerrados, y los conductores de tuk-tuk --triciclos motorizados-- esperan en vano clientes, mientras los comerciantes viven un período de pocas ventas.
Wyne Yee tiene una pequeña tienda de ropa cerca de los templos. En abril, durante el período del Año Nuevo birmano, la mujer "gana lo suficiente para alimentar a su familia durante seis meses", pero este año "ya no tiene dinero". La situación no parece encaminarse hacia una mejora rápidamente, ya que las fronteras permanecerán cerradas al menos hasta fin de julio.
Wyne Yee condena a los saqueadores de pagodas y está convencida de que una maldición se abatirá sobre ellos. "Los templos no lo tolerarán. Los saqueadores serán castigados", afirma.
Birmania solamente registró 313 casos de covid-19 y seis muertes, pero muy pocas personas son sometidas a test en el país. Birmania, con un sistema sanitario muy frágil, no quiere asumir riesgos.