El sábado pasado, 4 de julio, poco antes de la medianoche, una persona sin techo, es decir, que vive en la calle con todo lo que implica, murió quemada en el bajo autopista de Virrey Cevallos, entre San Juan y Cochabamba. Quemada es una manera de decir amable para el modo de muerte que tuvo: quedó carbonizada al punto que de su existencia sólo se pudo verificar que era una persona. Nada más. Murió quemada y rodeada de sus bártulos de ranchada. Recién la autopsia pudo determinar que el cuerpo pertenecía a una mujer aunque no identificarla.
El caso recayó en la Fiscalía Criminal y Correccional 52, a cargo de Romina Monteleone, y la causa lleva en la carátula provisoria la marca de origen: Muerte dudosa, redactada por la Policía de la Ciudad que es la que primero interviene. La marca de origen, muerte dudosa, tiene que ver con que el acta la inicia la policía. En este caso el sumario (411535 /20) hasta esta mañana seguía en la Comisaría Vecinal 1 C, ubicada en San Juan 1757, a dos cuadras de donde resultó carbonizada la mujer.
La "muerte dudosa" pone en duda las causas que provocaron su muerte. Cuestión de inmediatez. Los peritos determinarán dejando fuera toda especulación. El marco de la vida en la calle en el que vienen ocurriendo las dudas vuelca inexorablemente el fiel de la balanza hacia un crimen de odio, algo tan simple como que a alguien se le ocurrió rociar de combustible a la mujer y prenderle fuego.
Testigos hay, al menos, alguien llamó a la Policía de la Ciudad alrededor de las 23.30 para alertar sobre el fuego. No está claro testigo de qué momento del fuego. Según el parte policial, los uniformados se presentaron inmediatamente en "un asentamiento precario ubicado en la calle Virrey Cevallos al 1200, en el barrio de Constitución".
La policía llamó a los bomberos que después de apagar el fuego detectaron que había un cuerpo entre los escombros. El lugar quedó limpito a las pocas horas, como si nada hubiera pasado. Solo quedó la pared manchada de negro. Esta vez, las fuentes policiales prefirieron mantener un pudoroso silencio. Y, como en la pared del bajo autopista, la muerte "dudosa" se hizo humo. El mensaje -tácito, se entiende- es que acá no ha pasado nada.
Memoria y visibillidad. Pero para recordarles primero hay que poder verles. Solo una mancha de humo contra la pared es lo que podría recordarse de una mujer sin techo cuya memoria sólo existe porque existen organizaciones que militan contra la falta de interés del Gobierno porteño.
"Con nuestra organización pasamos todas las noches de los 365 días del año por el lugar -dice a Página/12 Bárbara Alegre, integrante de Sopa de Letras-. Y ahora con la pandemia pasamos al mediodía. Les llevamos comida caliente, estamos con ellos. Este sábado al mediodía pasamos como siempre. Pero el domingo al mediodía volvimos a pasar y nos encontramos que no había nada. Preguntamos a otras ranchadas por si había pasado el camión del Gobierno que siempre les levanta todas las cosas y se las lleva, pero no pasó esta vez. Y nos comentaron del fuego y del humo que había quedado manchado en la pared. Entonces nos contactamos con la Asamblea a la que pertenecemos y empezamos a averiguar hasta corroborar que habían prendido fuego el lugar y ahí nos enteramos de que mataron a una persona".
Se contactaron con legisladores porteños. Lorena Pokoik, presidenta de la Comisión de Promoción Social, y Victoria Montenegro, de la de DDHH fueron contactadas e iniciaron sus presentaciones y llamados.
Finalmente, los investigadores informaron que sospechan de un hombre que según un testimonio se habría alejado del lugar caminando hacia Cochabamba.
Este lunes por la noche, la Asamblea Popular por los Derechos de las Personas en Situación de Calle, que agrupa a las organizaciones que luchan contra el desinterés estatal, sacó un comunicado apenas tomó conocimiento de la muerte. "Cuestionamos todos los discursos fascistas que instalan que quienes están en situación de calle son los criminales por 'elegir' esta situación. Criminales son las consecuencias de gobiernos que llevan adelante políticas de hambre y muerte que dejan a miles de personas en situación de calle y aquellxs que realizan este tipo de atrocidades por intolerancia y fascismo", sostienen en el comunicado.
Y denuncian que este discurso "desde las esferas gubernamentales y desde los medios de comunicación alienta conductas violentas como la que estamos denunciando."
El comunicado continúa con el listado de muertes invisibilizadas de personas que viven en la calle aunque no se las quiera ver. "Estamos consternadxs, llenxs de bronca y dolor. Desde el inicio del aislamiento social, preventivo y obligatorio hemos tenido que lamentar muchas pérdidas. El 30 de mayo murió Agustín Lara, de 16 años, al caérsele encima un pedazo de mampostería mientras dormía en la calle -recuerda la Asamblea-. El 7 de junio fue Leonardo Macrino, quien sufría un padecimiento mental y fue desalojado enfermo de un hotel del barrio de Monserrat, y amaneció muerto sobre la vereda en la esquina de Luis Sáenz Peña y Chile. A los pocos días fue a Sergio a quien sus compañeros de ranchada encontraron sin vida, tenía 63 años y dormía en la esquina de México y Sánchez de Loria. El 27 de junio fue Dimitri, un señor de origen serbio que paraba en Av. Caseros y Lavardén, en el Barrio de Parque Patricios; fue trasladado por una ambulancia del SAME que llamaron sus vecinxs y falleció a las pocas horas en el Hospital Penna. El 3 de julio, Bernardo “Tuly” Micieli, de 66 años, fue desalojado en plena pandemia del terreno ubicado en Melián y Vilela en el barrio de Saavedra, donde vivía, con lo que quedó en situación de calle y perdió su vida."
La Asamblea responsabilizó al Gobierno porteño "por cada una de estas muertes, que son consecuencia del abandono, la desidia, la falta de respuestas y de políticas públicas para todas las personas en situación de calle que se encuentran en plena pandemia a la intemperie, sin acceso al agua, sin posibilidades de alimentarse, sin poder controlar su salud y expuestxs a todo tipo de violencias."