“¡Somos los más casados!”, se ríe César Cigliutti sobre sus tres excursiones al Registro Civil de la mano de Marcelo Suntheim. Antes de la pelea por la Ley de Matrimonio Igualitario, la CHA fue pionera en el reclamo por la Unión Civil, que se hizo efectiva en la Ciudad de Buenos Aires. Y así fue que en julio de 2003 César y Marcelo fueron la primera pareja gay reconocida por un Estado en América Latina. “Yo me imagino a mí mismo en 1984: si alguien venía del futuro y me decía que me iba a poder casar con quien quisiera y que un varón trans se iba a embarazar, le hubiera respondido ‘estás loca’ porque… ¡estábamos debatiendo si éramos enfermos o no! Que me hablaran de casarme era como pensar en Los Supersónicos”.

En 2008, se casaron en España, en el ayuntamiento de Madrid. Los declaró marido y marido un juez ultra conservador, del Partido Popular, que para sorpresa de todo el mundo les leyó un poema de amor. El matrimonio, que todavía no era un derecho en Argentina, fue posible porque Marcelo tiene doble ciudadanía. Y la tercera visita al Registro, remate de esa larga marcha activista y sentimental, fue cuando finalmente revalidaron su estatus en Argentina, en 2011. 

Fueron los más casados, pero ahora están separados. ¿Qué tiene de bueno la existencia de la ley a la hora de separarse?

Lo bueno es que un abogado se puede ocupar del tema mientras vos terminás amistosamente ese vínculo, si es que tu idea es terminarlo así. Uno de los antecedentes que fue fundamental para pensar la ley de Unión Civil, fue la historia de Carlos Jáuregui. Él vivía en la casa de su pareja Pablo Azcona. Siempre contaba que tenían la mejor onda con la familia de Pablo, que pasaban las fiestas juntos. Una familia de la alta burguesía. Pero cuando Pablo se murió, fue la madre y le dijo a Carlos “tenés 24 horas para abandonar el departamento”. Carlos se mudó de apuro a mi casa. Ellos tenían en el departamento cuadros de pintores famosos, muebles carísimos, pero Carlos sólo se trajo ropa y algunos libros. Cuando lo vi llegar con un bolsito le dije: “Loca, ¿trajiste esto nada más?” Yo hubiera arrancado hasta la canilla. ¿Cómo podés responder tan educado frente a eso? Por esos días también se comunicó con la CHA una pareja en la que uno estaba en terapia intensiva y la familia no dejó que el otro entrara a la clínica ni que después fuera al velatorio. Esos testimonios fueron cruciales para conseguir la unión civil.

Hace diez años cuando se luchaba por el matrimonio, se hablaba de viudez, pero no de ruptura... ¿Hoy se puede?

Sí, hoy es posible. El año pasado fue un año muy fuerte para mí. Murieron mis padres. En la Comisión Organizadora de la Marcha del Orgullo hubo muchísimas peleas, muy violentas. En paralelo, con Marcelo empezamos a tener problemas. Básicamente a no concordar con los proyectos que teníamos. Opté por tomarme un tiempo  y alejarme del activismo. Por supuesto, hice terapia. La militancia provoca desgaste alto. Ahora por suerte no somos sólo nosotros los que llevamos el conteo de los crímenes de odio, pero hasta hace poco sí. Tenía que leer casos policiales terribles. Cuerpos a los que ni siquiera se logra identificar, por ejemplo. Todo eso en lo personal te afecta. Y eso que soy fuerte, un sobreviviente del sida desde hace más de 30 años. Pero el año pasado colapsé: tuve un infarto. No digo que todos los activistas terminan infartados, pero en mi vida se juntaron todas esas cosas.

Generalizando, por supuesto, se podría decir que las rupturas en las relaciones entre parejas del mismo sexo no suelen ser tan estrepitosas como las de la pareja heterosexual. ¿Lo ves así?

Yo creo que la clave ahí es el patriarcado. En general no le damos bola a los esquemas patriarcales que dicen qué rol deben ocupar las mujeres, qué roles deben ocupar los varones. Si no usamos esas fórmulas durante la relación, ¿por qué las vamos a usar cuando nos separamos? No digo que no haya lesbianas que terminan a los golpes y maricas también, pero en general no. 

Es una separación amistosa...

Nosotros con Marcelo en un momento empezamos a tener chispazos, pero nunca se nos ocurrió actuar por venganza. En mi trabajo veo a compañeros heterosexuales cuyas separaciones terminan siendo verdaderos duelos de pistolas. Y los que tienen hijos ni te cuento. Hace pocos meses tuve un cálculo y me tuvieron que operar. Al primero que llamé fue a Marcelo. Me llevó a la Guardia. Después fuimos a comprar los remedios. Nuestra situación no tiene nada que ver con quienes hacen la guerra. Nos volvimos dos personas diferentes, eso fue todo.

En 2010, previo al debate en el Congreso, el argumento preponderante era el amor. ¿Cómo se llevaban con esas premisas que dejaban afuera libertades, deseos, prácticas?

El tema entró para las personas que no son de nuestra comunidad por el lado de la ternura. Hasta te diría que más ternura que el amor. Como diciendo: “Mirá que contentos que se los ve”. Una ternura como la que mostraban Cachita Arévalo y Norma Castillo. Esa imagen de dos señoras grandes tenía mucho impacto. Puedo decir que no era para la foto. Me acuerdo hace años de una entrega de premios, un acto en el Hotel Alvear. Iban a ser premiadas, pero no vinieron porque una estaba engripada y la otra quería cuidarla. Por otro lado, estaba el tema de la fidelidad. 

No es la misma concepción...

Para la ley la fidelidad era una cosa y para nosotros era otra: el pacto de cada pareja. En ese pacto no entra la Iglesia, ni tu mamá, ni tus amigos. Vargas Llosa escribió un artículo por esos años que todavía recuerdo. Le resultaba más bien extraño que la reformulación del matrimonio viniera por el lado de nuestra comunidad.

A diez años del matrimonio sigue pendiente la separación de la Iglesia y el Estado…

La ley del aborto lo dejó en claro. Quienes se oponen son los mismos que quienes se oponían en su momento al matrimonio. Cuando hablan de objeción de conciencia, de defender las dos vidas, están hablando desde una ética religiosa. Hace muchos años en una charla con Juliana Di Tulio se me cruzó la película Cruzada. Muy Hollywood, una superproducción que cuenta la historia de cuando los cristianos pierden Jerusalén por el sultán Saladino. Y cuando Saladino gana Jerusalén, la ciudad estaba destruida. Cuando se cruza el héroe de la película le pregunta al Sultán: ¿Qué vale Jerusalén? Y el otro contesta: “Nada”. Y después lo mira de vuelta y le dice: “Todo”. El matrimonio es como Jerusalén. Estaba destruido: como institución estaba súper cuestionada. El Matrimonio Igualitario de algún modo la renueva. Hoy los chicos nacen en un país donde todo el mundo se puede casar. 

Cuando mirás hacia atrás de tantas luchas, ¿qué ves?

Estamos atravesando cambios culturales que anhelábamos hace tantos años. Miro para atrás con alegría, pero con dolor: el VIH arrasó, diría que con un 70 por ciento de la CHA. Me acuerdo de cuando empezamos a ir a los medios. Lo acompañé a Carlos (Jáuregui) al programa de Alfredo Bravo y esperé detrás de cámara. Y el productor me dice: ¿cuándo viene el psicólogo que va a decir que es una enfermedad? Porque lo mejor que se podía decir entonces era “ellos no tienen la culpa, pobrecitos”. Toda nuestra energía pasaba por explicar que no éramos enfermos y que no nos llevaran presos. Si tenías tres edictos en un año, ibas a Devoto. 

¿Pensás que el Matrimonio Igualitario educó a la opinión pública, a la dirigencia política?

La transmisión televisiva del debate sirvió para que la gente pudiera ver quién decía qué cosa. La Nación publicó una encuesta donde decía que el tema tenía un 70 por ciento de aprobación social. Los mismos periodistas le retrucaban a Negre de Alonso. Las parejas lo venían haciendo vía judicial. Y era aceptado. Se lo veía como una vía de excepción. Pero cuando empezaron a ver que cuando la pareja llegaba al registro civil, iba un montón de gente y era noticia... Y después los casamientos se empezaron a dar en las provincias. Rememorando los debates, tal vez el problema no era tanto que dos putos y dos tortas se casaran, sino que se nos ocurriera tener hijos. Chiche Duhalde decía “¡Se van a llevar a nuestros hijos!”

¿Qué respuesta hay para un argumento así?

¿Quién puede querer a los hijos de Chiche Duhalde?