Al comenzar la cuarentena fui convocada por un papá del cole de mis hijos a formar parte del Consejo Escolar del Liceo Francés en la lista Fraternité. No era la única lista, ni la única candidata y se definiría por sufragio, como corresponde. Acepté con mucha expectativa este nuevo posible desafío. Claramente buscaban mi aporte desde la mirada LGBTIQ. ¡Acepté por supuesto! Valoro mucho todos los espacios donde el debate respetuoso es posible y enriquece. Además, el desafío desde mi lugar de mamá me llevó a una profunda reflexión. La vida es sabia. Hoy me pone en espacios donde mi voz tiene mucho valor y es escuchada. Y puedo así visibilizar miles de otras voces que se ahogan en el silencio. Tremenda responsabilidad. Con esa expectativa comencé a transitar esta columna desde el día uno, buscando una mirada diversa e inclusiva. Empecé tímidamente, pero a medida que avanzaba accedí a lugares muy profundos que fortalecían mis convicciones. Comencé a investigar, hablando con compañeras activistas, aparecieron nuevos interrogantes. Agudicé mi percepción y todo comenzó a resignificarse una vez más. Emoción y nuevos desafíos, la historia de mi vida. Cuando terminé la última columna del mes del orgullo, supe que esto recién empezaba.
Mientras tanto, me avisan del consejo escolar que salí electa. Paso a formar parte de Fraternité de manera oficial. Hasta ahí todo hermoso. En determinado momento mandan material sobre la Ley ESI (Educación Sexual Integral) para que lo incorporemos . Lo leo varias veces y se enciende una alarma en mí. No me siento representada. Empiezo a investigar más en profundidad esta Ley y compruebo que presenta varias falencias ¿A qué me refiero? Cuando se aprobó esta Ley ganamos una batalla y perdimos otra. Ganamos la batalla de aprobar la Ley y que sea OBLIGATORIA en todas las escuelas a nivel nacional, transversalmente, en todas las edades etc. Y perdimos otra con el Opus Dei y con la Iglesia Católica, por supuesto, justamente que tiene que ver con el contenido de la diversidad. Originalmente los tenía, pero los sacaron a pedido de la iglesia para que pudiera ser aprobada. O sea, se aprobó la Ley, pero sin contenido. ¿Por qué? Porque la Iglesia Catolica quiere dar su propio contenido de Educación Sexual Integral. Se lo imaginan. ¿Resultado? La Ley ESI no se aplica en los contenidos de las escuelas. O se aplica de manera parcial, sin el
contenido que censuró la iglesia. Por más que sea Ley, por más que sea obligatoria, por más de que esté recontra legislado. Durante el gobierno de Cristina Kirchner se avanzó mucho en contenidos relacionados a la diversidad en la Educación Sexual Integral. El Ministerio de Educación de La Nación incluyó temas nuevos, pero no refleja la realidad ni los logros obtenidos. Es cierto que la Ley incluye un capítulo donde refiere a trans y travestis, pero todo el resto es binario y está basado en los viejos conceptos de sexo biológico y género cultural. Y como la redacción de la Ley es anterior a la Ley de Identidad de Género no solo no la incluye, también la contradice. ¿Por qué pasó eso? Básicamente porque demoraron tanto tiempo en aprobarla que cuando al fin se aprobó no se podía volver a demorar otro largo tiempo en incluir esta la Ley de Identidad aprobada posteriormente. Por lo tanto, todos los cuadernillos incluidos son binarios. Y así quedó, incompleta, contradictoria Después cambió el gobierno y pasaron cuatro años más. Mientras tanto la Federación Argentina LGTB presentó una propuesta para desbinarizar la ESI y cuando se esta hablando de comenzar a gestionar las primeras reuniones, sobreviene la pandemia. Habrá que seguir esperando. Hoy por hoy, desde mi lugar de mamá, miembro del consejo y ciudadana considero que el cambio que necesita la Argentina es profundamente cultural y que es el momento. Está todo dado para este cambio, pero necesitamos la solidez de una Ley que refleje cabalmente los avances logrados. De mi parte pondré todo para lograrlo.
*Flor de la V