Relato de formación inconclusa, El huésped no incurre en la facilidad típica de esa clase de historias, que regalan al héroe un futuro recto y venturoso. Historia de hombres inmaduros y mujeres coherentes con sus sentimientos, el segundo opus de ficción del florentino Duccio Chiarini es un film grupal, especie cinematográfica que desde hace rato no se ve. Tal vez desde En la ciudad (2003), del catalán Cesc Gay. Protagonizada por hombres y mujeres que rondan los 40 años, El huésped es la clase de película a la que suele considerarse “generacional”, si no fuera porque ni siquiera forzando las inducciones puede pretenderse representar a una generación entera en una sola narración.
En el centro del relato está Guido (Daniele Parisi), que a partir de una desinteligencia con su pareja Chiara (Silvia D’Amico) se manda a mudar de la casa que compartían, dirigiéndose a la de sus padres. Guido es la clase de hombre al que la mamma todavía le compra los calzoncillos, y en lugar de entender las razones que sumen a Chiara en estado de confusión prefiere celarla. No del todo convencido de soportar las discusiones entre el padre y la madre, Guido -que tiene un cargo como profesor de Literatura en la universidad- inicia una errancia que lo lleva a dormir en distintos sillones en casas de sus amigos.
Estos tampoco parecen haber crecido sentimentalmente: uno de ellos es incapaz de tolerar que su esposa se haya enamorado de un tercero, el otro no se anima a decirle a su pareja que está saliendo con una amiga de ambos y el propio padre de Guido parece estar hasta el moño con la mamá. Y todos parecen hacer del grupo de varones una prolongación de la famiglia perdida. Las mujeres, en cambio, son consecuentes con sus sentimientos. Chiara admite su estado de indecisión amorosa, estar embarazada no impide a una amiga enamorarse de otro hombre, la mamá le echa en cara al padre que “no sirve para nada”.
“Un corazón convencido de nada”, dice la letra de una canción en un concierto hogareño al que Guido asiste con una acompañante ocasional, y esa letra parece aludir al protagonista y amigos. Con un gesto permanente de preocupación, Guido, que prepara una tesis sobre Italo Calvino, parece no saber del todo dónde está parado. De hecho no está parado en ningún lugar, boyando de casa ajena en casa ajena, sin poder superar el pedido de distancia de su compañera. El huésped es también una película sobre gente a la que, un poco por sí misma y otro poco por la falta de oportunidades en el ámbito de la cultura italiana contemporánea, le cuesta ponerse a la altura de sus deseos: Guido quisiera ser escritor y no profesor, Chiara preferiría dirigir un museo antes que trabajar como guía.
Recogiendo una herencia para torcerla en beneficio del propio discurso, Chiarini le da un giro amargo al humor ácido propio de la commedia all’italiana: la dificultad para rescatar un preservativo de la vagina de la compañera, un autito casi gracioso de tan pequeño, los ronquidos nocturnos de la mamá. La intención no es socarrona, como en la commedia all’italiana, sino autocrítica: se adivina en El huésped una reflexión personal. En el trato de su madre hacia Guido, extrañando los tiempos en los que le enseñaba a cocinar y mimándolo como un niño de 40 años, puede leerse la matriz de la inmadurez de todos los protagonistas masculinos de El huésped.
EL HUÉSPED 7 PUNTOS
L’Ospite, Italia/Suiza/Francia, 2018
Dirección: Duccio Chiarini
Guion: Duccio Chiarini, Roan Jhonson, Davide Lantieri, Marco Pettenello
Duración: 94 minutos
Intérpretes: Daniele Parisi, Silvia D’Amico, Anna Bellato, Thoni, Sergio Pierattini, Milvia Marigliano.
Estreno en plataforma Eyelet (www.eyelet.com)