Desde Roma
Se apagan las luces del viejo varieté. La función ha termina do. Faltan cuatro años para que se ponga en movimiento, otra vez, la parafernalia que rodea al fútbol. ¿Habrá más fútbol en los Estados Unidos? El Mundial de la era moderna cerró un ciclo y ahora comienza una etapa impredecible. Todo debe ser cuestionado, desde la vieja frase que acuñó Joao Havelange: "yo vendo un producto llamado fútbol" hasta el mismo nivel de juego.
Quedan, sin embargo, algunas cosas en el último lugar vacío de la bolsita mundialista. Algunas cosas que deben ser refirmadas. Otras que no se destacaron como es debido. Y otras que tampoco merecieron la crítica a tiempo por la vorágine de estos treinta días de fútbol continuado.
El mejor equipo: Alemania, sin dudas. Pese a su lento declive con el paso de los partidos. Terminó jugando una final de las menos brillantes de los últimos mundiales porque tuvo un rival que salió a no perder, a aguantar el resultado, a esperar que pasara el tiempo y jugarse otra vez a las manos de Goycochea en los penales. Alemania fue un equipo sólido, elástico en la táctica impuesta por Beckenbauer y con una propuesta de fútbol que siempre miró hacia el arco de enfrente. Además, reunió a algunas figuras que estuvieron por en cima del nivel de quienes apuntaban a ese lauro: Matthaeus, Brehme, Voeller, Klinsmann.
El mejor gol: Hay pocos para recordar. El de Roberto Baggio a los checoslovacos, arrancando como diez clásico, enganchando, amagando y definiendo con clase. El de Caniggia a Brasil por la jugada de Maradona y por lo que significó para este Mundial. Después, el de Alemania a los holandeses, aquel de los belgas que resolvieron en tres pases. Qué difícil es acordarse de un gol...
Los jugadores: Primero Matthaeus, porque jugó "en serio" todo el Mundial y porque dio varias lecciones de la dinámica que debe tener un volante, defendiendo en su propia área, definiendo con categoría desde lejos, Schillaci y su capacidad goleadora, Franco Baresi y su timming para ser líbero. El inglés Gascoigne por la fuerza que puso en cada jugada. La vigencia de algunos viejos conocidos como Martín Vázquez, Careca, Enzo Scifo y nada más.
La decepción: Son dos. Holanda y Uruguay. Los naranjas siempre apuntan a ser candidatos y cuando llega la hora del Mundial aparecen los problemas internos, el vedetismo y el equipo se cae. No funcionaron ninguna de las figuras "italianas", caso Van Basten, el gran fiasco del torneo. Caso Gullit que jugó apenas un rato bien con los alemanes y Rijkaard que empezó bien y perdió medio partido haciéndose echar con Voeller. Uruguay presentó un fútbol viejo, demorado en el tiempo y terminó eliminado por Italia jugando como hace 20 años. Haciendo tiempo, jugando a no jugar, y casi le sale bien. Tabárez renunció a ir al ataque, dejó a Paz en el banco en ese partido. Como en Argentina, debe haber un profundo debate en el fútbol uruguayo de cara al futuro.
Los arbitrajes: Malos, en regla general. No puede haber errores tan gruesos como aquella mano de Maradona no sancionada a los soviéticos. Tampoco el gol anulado a los checos contra Italia, ni los errores del partido Inglaterra-Italia y Alemania-Argentina. A Italia le dieron un gol en offside de Baggio y le anularon otro a Berti, legítimo. Codesal, en la final, le dio el penal dudoso a Alemania, pero ignoró el de Goycochea a Augenthaler y el que le cometieron a Calderón.
Los estadios: Son ideales para ver fútbol, pero no todos sirven para vivir el fútbol. En el de Florencia y el de Génova es imposible observar los corners. En el Olímpico romano es difícil jugar de visitante con Italia por la presión del público, que se hace oír. El mejor, más bello, una Bombonera en pequeño, el San Siro de Milán. El peor, el de Florencia. Más largo que ancho, con tribunas de poca inclinación y sin cobertura del sol para la principal tribuna lateral.
La organización: Por lo que entiende la FIFA, fue perfecta. Los partidos comenzaron a horario, no hubo dificultades con la prensa, cada espectador tuvo su ubicación, cada auto su estacionamiento. La FIFA debería preocuparse por alentar un cambio en la mentalidad del juego, proponer mejores partidos. Como en México, jugar en Italia a las 16 es inhumano. El verano europeo es implacable pero, como siempre, la televisión es la que manda.
El fútbol: Malo. No queda un gran equipo, pese a la superioridad de Alemania e Italia sobre el resto. Se impuso un fútbol especulativo, planteado desde el propio campo para aprovechar el error rival. No se recordará un Brasil-Francia como en México, no habrá un gol como el de Diego a los ingleses. Ni la final tuvo el grado de dramatismo esperado. Todos deberán hacer un examen de conciencia para mejorar la esencia del juego, porque con montar todo un show alrededor de la pelota no basta si se olvida, precisamente, la pelota.
La gente: El italiano sufrió su gran desilusión con Argentina, el equipo de Maradona, el personaje más odiado de todo el país. A partir de ahí se manifestó la bronca no a un país, sino a una derrota deportiva y tenían el mejor cabeza de turco para cortar. Hubo incidentes con los alemanes en Milán cuando atacaron a los yugoslavos, hubo incidentes con los hooligans en el sur, pero la gran batalla entre lnglalerra-Holanda en Cerdeña fue desbaratada. Las barras bravas argentinas, en inferioridad numérica y sin recursos, no hicieron de las suyas. No fue el Mundial de la confraternidad, pero al menos no hubo batallas campales como se preveía. Fue un alivio.
El futuro: Si el nivel del fútbol mundial es este, así no se puede seguir. Con técnicos temerosos no habrá espectáculos agradables. Lazaroni fue el mejor ejemplo. Brasil no merecía irse tan rápido del Mundial. Tampoco hay que comprar el paquete de Italia. Vicini los mandó al frente porque eran locales y tenían toda la presión encima. Para el futuro habrá que observar el fútbol africano porque Camerún y Egipto trajeron un soplo de aire fresco. A los irlandeses, una buena sorpresa. A la evolución de Colombia que necesita más competencia internacional. Argentina, Uruguay, Holanda, la Unión Soviética, necesitan un profundo replanteo.
El equipo ideal: Juntando las individualidades se nos ocurre que podrían jugar: Conejo, Bergomi, Baresi, Kohler, Brehme; Donadoní, Gascoigne, Matlhaeus, Stojkovik, Voeller, Schillaci. Esperando turno, Careca, Baggio, Milla, Caniggia, Skuhravy, Vázquez, Michel, Klinsmann, Brolin, Makanaky, Rotariu, Lacatus y se acaba la cuenta.
* Nota publicada en Página/12 durante el Mundial de Italia 90.