Desolación y poesía. Incertidumbre y esperanza. Vorágine y calma. Euforia y melancolía. Urbanidad y naturaleza. Los opuestos complementarios aparecen, se mezclan y conviven irremediablemente en la obra musical y poética de Antonio Birabent. El poder de las palabras, su capacidad significante y de creación, es el combustible esencial para este artista. Hace unos días, de hecho, lanzó “Mente y corazón”, un single escrito en cuarentena que habla sobre balcones, terrazas, soledades y encierros. Y que completa el círculo con la colaboración de imágenes y videos de sus seguidores. “Dentro de la dificultad, pudimos concretar algo que fue comunitario y que era símbolo de la canción. Porque habla de que todo esto que está pasando nos coloca en un lugar un poquito más cercano”, sostiene Birabent. “Había llegado recién de Colombia, en marzo, y empecé a ver el clima de la ciudad, extraño, como en una pausa y con gente en situaciones no habituales”, dice el también actor.
El cantautor acaba de publicar un nuevo disco, El interior del volcán, el primero que graba íntegramente en la soledad de su casa, de su “refugio”. Sin embargo, este conjunto de canciones fueron escritas, pensadas y grabadas antes de la cuarentena. Un proceso que duró un año y medio. Son nueve canciones despojadas -guitarra, voz y programaciones- y directas que reflejan una convulsión emocional que sintoniza muy bien con los ánimos actuales. “Lo curioso del disco es que fue realizado en un momento donde mi cuarentena fue voluntaria, nadie me obligaba a estar encerrado grabando. Me hizo gracia cómo se resignificó, porque es un disco que habla del mundo interior: solamente la lava de amor que está adentro de un volcán nos puede salvar en un momento como este”, entiende. “Cuando compuse las canciones esto no existía, en todo caso fue algo premonitorio. En el momento en el que las escribí, lo interior lo pensaba como una virtud, como un lugar más profundo, de una lava amorosa”, refuerza.
La otra novedad es que este viernes (10 de julio) a las 22.30 realizará su primer concierto casero vía streaming a través de la plataforma de Plateanet. Será una oportunidad no solo para presentar las nuevas canciones, sino también para compartir cuentos y relatos propios, y mostrar la cocina de su proceso compositivo. “Pero también me entrego a lo que esa noche pase y espero tener mucha comunicación con las personas que estén”, dice.
“Este recital que estoy por hacer es un puente que es virtual pero que con corazón se puede volver virtuoso. Depende, como siempre, de que haya una comunicación entre emisor y receptor, y que sea un idea y vuelta sentido. Si eso es así, creo que la frialdad de este puente virtual se supera”, resalta Birabent, quien en cuarentena estuvo realizando conversaciones desde su cuenta de Instagram. Además, está preparando tres discos más. Uno con su padre, Moris (el sucesor de Familia canción, 2011); otro con Ariel Minimal (Las Lenguas Muertas) y uno con su banda Flores en Versalles (con Marcelo Filippo), que ya tiene listo.
-En "Sentir ese dolor" hablás del poder de la mente. ¿Qué representa esa idea?
-El poder de la mente está tan marcado que te puede matar. Sentí que me moría cuando estaba haciendo este disco y sentí que el refugio era mi casa. Y no fui a un hospital ni a una guardia. Entendí que si tenía que curarme era en mi hogar; mi hogar como un volcán, como un lugar protegido. La canción dice que “lo que deseás es probable que sea lo que llegue a tu mano". El poder de la mente es muy fuerte. Más allá de la realidad concreta que está pasando ahora, buena parte de esta paranoia es un producto mental.
-En tu caso, la música aparece como un canal para "salvarte" o canalizar lo que te estaba pasando…
-Sí. Me salva la posibilidad de ponerlo en palabras y melodías. Seguramente eso ha hecho que yo tenga una vida mejor. Tal vez haber grabado tantos discos, alrededor de veinte, tiene que ver con que instintivamente pensaba que era la mejor forma de mejorar mi existencia. O sea, exorcizar mediante palabra y melodía un sentimiento.
-Otra canción representativa es "El interior", un juego de palabras entre la gente de las provincias y lo que sucede adentro de cada uno. ¿Cómo surgió esta canción?
-Hace unos días terminé de releer Facundo, el libro de Sarmiento, que es un símbolo de cómo lo interior y lo exterior en la Argentina nos gobierna hace mucho. A mí siempre, como -en parte- extranjero que he sido de este país, me llamó la atención algo que no conozco que suceda en otro lugar del mundo: que a la gente que no es de Buenos Aires se la llama "personas del interior". Y que ellas mismas se denominan así. Siempre me llamó la atención porque significaría que el porteño es externo. Entonces, me gustó la idea de mezclar lo interior geográfico con lo interior del volcán de cada uno. Y me gusta que en la canción él le dice a ella que quiere estar en su interior, una metáfora mitad romántica y mitad sexual.
-Estás haciendo un podcast que se llama La vorágine calma. ¿Cómo conviven en vos esas dos sensaciones aparentemente opuestas?
-Descubrí en Colombia un libro clásico de la literatura de ése país que se llama La vorágine. Y hace tiempo quería hacer un podcast. Y llegué a la conclusión de que sí, la vorágine calma. Muchas veces me dicen: "Antonio, transmitís una calma". Es algo que me dicen mucho, sobre todo cuando hago notas para radio o para televisión; me lo dicen como un halago. Pero siempre digo que están viendo solo una parte, porque conviven las dos cosas en mí. Alguien que ha hecho la cantidad de cosas que hice muy calmo no puede ser. Por eso me gusta esa yunta de palabras. Es algo humano: saltamos de un lugar a otro con naturalidad. En este momento incluso se potencian las emociones y se exageran las cosas.
-Le das mucho lugar a la creación en tu vida, por el solo hecho de crear. ¿Qué cosas te representan como artista a la hora de validar tus obras? Porque a veces se piensa más en números que en la belleza misma de la creación.
-Tengo la suerte de llevar mucho tiempo en esto y haber pasado por situaciones muy distintas de lo que se llama industria. Ahora creo que industria no hay, hubo industria pero ya no. Ahora hay un montón de "industriosos" músicos tratando de llevar adelante lo suyo. Entiendo que lo esencial está en otro lugar. Por supuesto, a mí me interesa que la gente me escuche y que en este concierto haya mil personas y no cien, pero también entiendo que ése no puede ser el índice de mi felicidad, porque ese índice siempre te puede parecer poco o mucho. Entonces, se genera una competencia. En cambio, cuando el índice de la felicidad está puesto en un lugar interior no hay comparación. Lo que me planteo es un ideal, porque lo que nos rodea es un mundo competitivo y comparativo.
-¿Y te resulta difícil enfocarte en lo esencial y no perderte en otras cosas?
-Bueno, todo está armado para que nos perdamos. Todo está construido para que estemos todo el tiempo hablando de cuánto, de números, de cifras. E incluso lo que tiene que ver con lo emocional se ha medido de esa forma: andamos todos contando corazones, pero son corazones que no conocemos. Corazones que damos y recibimos sin valor. Ese mundo está tratando de gobernarnos. Es lo que veo, lo que siento, lo que veo en mi espejo, pero también es contra lo que peleo.