El escritor Martín Kohan acaba de publicar “Me acuerdo” (Ediciones Godot), un libro de recuerdos -sobre todo de su infancia- “sin análisis”, como le explica a Página 12. En esas muy breves historias abunda el fútbol, lo que no es un tema menor para él, porque Boca y Hugo Gatti, además de Defensores de Belgrano, lo marcaron desde siempre. Tanto que en estos tiempos de cuarentena lo que más extraña es ir a La Bombonera. Ahora, desde su casa y a través de cámara web, se ríe al recordar cuando era chico y un panadero hincha de River lo echó de su negocio porque llevaba ropa de Boca. Tampoco olvida su disfraz de arquero ni a algunos de sus amigos de infancia a los que recuerda según el cuadro del que eran hinchas.
- ¿Por qué tanto recuerdo futbolero?
- Porque el fútbol me importa muchísimo. Hay algo que se me presentó cuando fue cobrando entusiasmo la idea de escribir “Me acuerdo”. Fue tomar mis años de infancia. No ir más allá de los 12 años. Me interesa, y mucho, el tipo de registro que hay en la infancia. Qué cosas se registran, a qué cosas uno les da más importancia. Al no tratarse este libro de una memoria, al no haber un adulto que desde el presente recapitule ese pasado, sino que se trata del simple registro de los recuerdos, tal como aparecen, me parece que es un libro que queda muy en la escala de la infancia.
- ¿A qué jugabas de chico?
- De chico leía, pero eso no quedó en mis registros de infancia, en la que el fútbol era preponderante. Y sobre la base de quiénes eran de Boca y quiénes no. Eso definía mucho más mi relación con el mundo que otros tipos de variables que destacaría hoy. A esa edad, que un chico fuera de uno u otro equipo me resultaba más significativo que otro tipo de afinidades.
- Se nota.
- La verdad es que no recuerdo todo lo que hay en este libro que tiene tanto de memoria como de olvido. Y también hay cosas que fui repitiendo.
- Te gusta el boxeo pero no destacaste recuerdos por ese lado.
- Soy un seguidor anacrónico del boxeo. Mi viejo había boxeado como amateur. Mi papá tenía su gran anécdota con Pascual Pérez. Se lo encontró en un gimnasio. No hizo guantes. Pero Pascual Pérez le dijo que le pegara en el estómago. Le pegó despacio y Pérez le dijo que le pegara más fuerte. Entonces le pegó. Eso siempre quedó en la familia. Hay mucho boxeo que entró en mi infancia a través de mi papá. Por mi parte, agarré una época gloriosa. No la del esplendor de Locche, pero si a Locche. Lo mismo con Monzón, Galíndez, Castellini, Alí. Y tenía una altísima admiración por Sugar Ray Leonard, Hagler, Pipino Cuevas, Laciar, Uby Sacco. Hasta ahí llego. Después tengo una relación más distante. Aunque a veces vuelvo, como con Mayweather, pero no tan metido como antes.
- Me causó risa leer que el panadero de tu barrio, cuando eras chico, te echó del negocio por ir vestido con la ropa de Boca.
- Es interesante pensar por qué se grabó eso en mí. Lo que me quedó registrado, creo, fue el escándalo que hizo mi mamá después. Se me grabó la incomodidad del escándalo de mi mamá, que me llevó de nuevo a la panadería. Me parece que eso es lo que me incomodó en la escena, porque en ese momento no me parecía mal lo que hizo el panadero. Bien o mal, me pareció comprensible. ¡Era de River! Pero mi mamá invocaba que yo era un chico. Yo no quería que prepondere eso. Para mí era más importante estar vestido de Boca que ser un chico. Me dejaba en un lugar más seguro haber sido echado por vestirme de Boca.
- Sos de Núñez pero hincha de Boca. Te hiciste de Boca por la chica que te cuidaba y podrías haber sido de Argentinos Juniors por tu papá. Elegiste la más difícil de las opciones posibles.
- Es cierto que a mi alrededor era todo River. Yo estaba más hacia el lado del estadio Obras. Viví ahí hasta los 15 años. Ahora cambió. Pero cuando yo era chico aquella era una zona de clase media baja. Incluso el Mundial ‘78 lo viví con una intensidad geográfica muy grande.
- También contás que te veían futuro como tenista.
- Creo que es más que nada un mito personal o familiar. Tenía como una facilidad inicial, en el sentido de que lo que supe hacer en la primera clase estaba bien para esa primera clase. Pero me quede ahí. No me gustaba ni jugar al tenis. Fui a esa primera clase contra mi voluntad. Yo era más un chico de jugar a la pelota en la vereda del barrio que un chico de club. El club representaba una cosa de sociabilidad, pero me gustaba más la vereda. Fui, entonces, a esa la clase de tenis y el profesor observó que yo tenía condiciones, lo que para mí era una noticia pésima. Pero me las arreglé para no progresar.
- El libro empieza con el recuerdo de tu vestimenta de arquero y una chica de tu edad que te pregunta de qué te habías disfrazado. ¿Ése es tu primer recuerdo de infancia?
- No recuerdo qué estaba primero, que está después. El libro no responde a las características autobiográficas. Ese recuerdo lo tengo porque lo eligieron para la contratapa. Creo que es algo que marca lo que quería ser en la vida: arquero. Tampoco tenía en mente la literatura. Me gustaba leer, pero no pensaba más allá de eso. Mi fantasía era atajar. Estaba muy presente ser arquero y ser arquero significaba ser Gatti. Entonces me disfracé de arquero porque no tenía con qué disfrazarme y la ropa de arquero la llevaba conmigo a todas partes, incluso a Córdoba, donde pasamos esas vacaciones. Usaba bermudas y vincha por Gatti. Y unas rodilleras, que ya los arqueros no usan. Incluso el buzo de arquero llevaba como unas protecciones para los codos. Tanto me marcó aquello que hoy me sorprende que los arqueros usen manga corta.
- ¿Atajabas de chico?
- En la vereda uno juega de todo. En el secundario jugaba de 9, tipo Artime: con olfato. O sea, cerca del área y la metía cuando me quedaba ahí. Pero la contextura física que tengo desalienta el deseo del arco. Recién en el fútbol 5, en los 90, empecé a atajar mucho. Ir al arco en esos partidos fue lo más cerca que estuve de ser lo que quería ser.
- ¿Seguís jugando?
- Hace 10 años o 15 que no juego. Ya no juego porque hay toda una parte relacional o social para ir a jugar que no tengo. Tendría que tener un grupo de amigos para jugar pero no la tengo. Hace poco me invitó un amigo de Boca, para jugar los lunes, pero no me entusiasma el tema de la sociabilidad. Eso explica un poco por qué la cuarentena no me tiene especialmente mortificado. Me gustaría jugar, pero estoy cada vez más reacio a compartir espacios. Es malo de mi parte, pero me pasa.
- Uno de los temas de los que más se habló en lo deportivo durante la cuarentena es el de la renovación del contrato de Carlos Tévez. ¿Alguna opinión?
- Sabemos que las cosas cambiaron mucho. A nivel medios de comunicación ahora se dedica mucho tiempo al deporte. Son horas de horas de horas en los medios, más la cuestión de las nuevas tecnologías. Para mi gusto se está perdiendo algo necesario, que es la discreción. Se está ventilando más de lo necesario. Y hay discusiones que deben tenerse a puertas cerradas, no en los medios. En el caso de Tevez y en otros.