Una mano delante y otra atrás era lo único que tenía Pablo Lacolla cuando llegó a Barcelona. Eso fue en 1997, tras haber pasado un mal año de salud. “Quise empezar una nueva vida en Europa y con solo pisar España me dio la sensación de que estaba en un parque de diversiones, que podía con todo”, dice hoy, a casi década y media de aquella decisión que no solo rindió frutos musicales y económicos. También afectivos: fue allí donde conoció a su actual mujer, una suiza llamada Prisy, con quien tuvo tres hijas y se mudó a Stafa, pueblito de catorce mil personas ubicado a veinte minutos de Zurich.
Frutos emocionales, entonces, que se entremezclaron con (los) otros. En rigor, Lacolla acaba de publicar Ciclos, su primer disco en el rol de “cancionista sensible y reflexivo”. “Cumplí 50 años y dije: 'Voy a grabar todas las canciones que hice, para que se conozcan'”, dice a Página/12, acerca del flamante trabajo que mostrará a solas con su guitarra el viernes 17 de julio a las 18, vía streaming.
La obra implica un fino fresco sonoro de once piezas mezcladas por Acho Estol que, a diferencia de anteriores discos, está centrada en canciones “rioplatenses y urbanas”, cuyas influencias ha mamado desde chico. “Ciclos nació después de mucho ir y venir por diferentes proyectos en los acompañaba a otros, como baterista. Eso quiere decir estar presente pero atrás y, desde ahí, aprender lo que hay que hacer y sobre todo lo que no”, admite Lacolla, sobrino de Rafael del Bagno, otrora miembro de las orquestas de Troilo, y de Pugliese.
-¿Qué es eso que mamaste desde chico y que hoy impregna tus creaciones?
-Lo que extraño de la Argentina, básicamente: los ladridos de los perros, el olor a los talleres mecánicos, entrar a un bar, comer una buena pizza y oler el queso derritiéndose en mi nariz, el ruido de la gente discutiendo de futbol o de política, la espontaneidad de los amigos... En fin, todo.
-¿La idea de ciclo tiene que ver con eso, entonces? ¿Con recrear o resignificar aquel tiempo?
-Es probable, porque todo empieza y termina a la vez, ¿no?... Venimos y nos vamos en todo momento. Puedo agregar que el nombre resuena al Ciclón, San Lorenzo, el equipo de mis amores.
Por supuesto que el disco no explica todo lo que este artista es. Además de baterista, es percusionista y hace unos años dedica un cuarto de sus horas diarias a ejecutar el hang, un instrumento de percusión similar al ateel drum inventado por dos físicos suizos a fines del siglo pasado. “Es un instrumento maravilloso, un curador emocional dotado de un sonido que da un bienestar increíble… Tengo dos, a veces suelo combinarlos y ahí sí siento que vuelo”, cuenta el ecléctico Lacolla, que justamente tiene en su haber dos discos instrumentales grabados con hang. Uno se llama Plenilunio y el otro Rama. “Amar al revés”, aclara el músico, formado entre el De Falla y la escuelita de Lebón, y exbaterista de Los Tipos.
-¿Cómo fue el paso de la batería y la percusión a tu condición de cantautor?
-Desde chiquito sentí facilidad para expresarme al escribir, pero nunca le di la importancia suficiente como para componer y mostrar lo que hago, porque estaba ocupado con la batería. Fue algo que me tuvo entretenido hasta que llegué a Suiza. Pasó que durante los primeros años no conseguía lugar para estudiar y practicar mis rutinas de percusión, y entonces me aferré a la guitarra y a la necesidad de expresarme como compositor y cantante. Como dije antes, también me tocaron la puerta mis cincuenta años y me dijeron "es ahora, amigo".
Además de ambas vías, la de cantautor y percusionista, el músico camina por la de una banda llamada Lacolla & Los Capitanes del Espacio, nombre inspirado en el alfajor. “El estilo que curtimos con la banda es otro: hacemos cumbia colombiana, reggae o samba con arreglos orquestales lúdicos. Nos juntamos cada quince días para ensayar sin ninguna otra pretensión más que divertirnos”, señala Lacolla, que comparte el grupo con Mauro Damiano y Marc Brunner en guitarra, Koqui Llasca, en bajo, y Eleonora Desimoni en acordeón.
-¿Cómo se vive la pandemia a treinta cuadras de Zurich?
-(Risas) Bueno, acá en Suiza no se sintió tanto, pero fue una situación difícil. Muchos trabajos se suspendieron y otros se perdieron, pero a todos nos pasó algo parecido en nuestras cabezas, y es que nadie está exento de nada.