La mayoría de las empresas que cotiza en Bolsa son las más grandes y representativas de cada sector. Los proyectos, resultados y distribución de recursos que presentan en sus balances son señales de cuál es la percepción del gran capital acerca de las perspectivas económicas. También refleja cuál es la política empresarial que despliegan en función del análisis de las posibilidades de expansión de sus negocios. Entre enero y octubre de este año, esas compañías líderes distribuyeron utilidades entre sus accionistas por el equivalente de 727 millones de dólares, 70 por ciento más que en el mismo período del año anterior, calculó el Instituto Argentino de Mercado de Capitales. Esos fondos podían haberse aplicado a planes de inversión para ampliar la producción. Pero la elección fue otra: repartirlos entre los socios para que cada uno de ellos utilice ese dinero libremente. La primera opción sería una decisión estratégica evaluando que el desarrollo de la economía local puede ofrecer una atractiva tasa de retorno de ese dinero. La segunda es meter violín en bolsa. El grupo de control distribuye ese dinero entre accionistas porque considera que es más rentable que reinvertirla en la empresa. Esta última preferencia de firmas líderes pone en jaque a una de las principales apuestas del gobierno de Mauricio Macri para encender el motor del crecimiento: la inversión privada.
Discursos amigables con el capital. Organización de un foro de inversiones denominado Davosito. Elogios exagerados al considerarlos pieza clave de la economía. Reclamo de que se rompan el traste por el país. Y fundamentalmente disponer una serie de medidas que implicaron una muy importante transferencia de ingresos hacia el capital: eliminación de retenciones al agro, industria y minería, reducción de impuestos como Bienes Personales y facilidades impositivas a pymes. Gestos e iniciativas para motivar la inversión privada con el objetivo de construir un círculo virtuoso de crecimiento. La respuesta del mundo empresario ha sido otro. Apoyo político a Macri con un claro sesgo ideológico de rechazo al “populismo” pero administrar el negocio propio con otra lógica que el de la simpatía política.
La propuesta central del oficialismo es entregar más recursos al capital para impulsar así las decisiones de inversiones. Esas inversiones ampliarían la plantilla de personal. Más trabajadores tendrían más ingresos para volcarlos al consumo e incluso pudieran ser más elevados, porque el buen clima económico los motivaría a endeudarse. Es un plan tan voluntarista que sorprende que, con la experiencia local e internacional de su fracaso, un gobierno haya apostado su suerte política a esa ficha. El macrismo sólo recibe promesas de inversiones futuras, pero mientras realiza los anuncios la mayoría de las multinacionales y grandes empresas deriva gran parte de sus excedentes a otros destinos. Las firmas extranjeras envían utilidades a sus casas matrices; y las nacionales que cotizan en Bolsa optan por repartir ganancias entre sus accionistas.
El giro de dividendos al exterior alcanzó los 2074 millones de dólares hasta septiembre pasado, que si se mantiene esta tendencia se acercará a los 3183 millones de 2009. La distribución de utilidades de firmas cotizantes en Bolsa suma, como se mencionó, 727 millones de dólares, 54 por ciento superior a los 471 millones promedio anual de 2012-2015. El Instituto Argentino de Mercado de Capitales detalló que treinta y tres empresas pagaron dividendos. Medidos en dólares, 19 de las 33 empresas repartieron los dividendos más elevados desde 2012. En pesos, 20 de las 33 empresas distribuyeron el monto más elevado desde 2003. Tres sectores (Bancos, Telecomunicaciones y Metalúrgica) explicaron el 77 por ciento del total.
El comentario superficial observará que los dividendos retenidos entre 2012 y 2015 por limitaciones dispuestas por el anterior gobierno serían factores explicativos de ese comportamiento. El aumento del reparto de ganancias estaría motivado entonces en que las empresas se han liberado de las restricciones cambiarias y para el giro de dividendos al exterior. Aliviadas de esas represiones, las empresas hacen uso libre de sus fondos y compensan los años que no pudieron entregar esos dólares a sus accionistas. Después de esa reflexión autoindulgente, el análisis podría profundizar en los motivos de por qué esos dólares no fueron destinados a proyectos de inversión con un gobierno que se subordina al capital, que desarticula regulaciones del comercio exterior y del mercado cambiario y que promete bonanzas para el mundo de los negocios. La teoría indica que invertir en esas condiciones es el ideal de las empresas porque de ese modo tienen más posibilidades de obtener una mayor tasa de retorno sobre el capital. Pese a todos esos estímulos ese dinero no fue utilizado para invertir. Grandes firmas no respondieron a la convocatoria de Macri y no están apostando a expandir su negocio en la economía local.
Economistas de la ortodoxia que navegan diariamente por medios de comunicación y dominan el mundo de la academia se resisten a reinterpretar comportamientos económicos que destrozan sus postulados. No se cuestionan que la construcción de expectativas pro mercado y medidas que permiten el libre movimiento de capitales no están encendiendo los motores del crecimiento. Pero deberían hacer el esfuerzo de buscar los motivos del desaire de la inversión privada a la Alianza macrismo-radical en el poder. Un sendero que podría transitar es analizar la gestión de la dupla Alfonso Prat Gay - Federico Sturzenegger. El ministro de Deshacienda y el presidente del Banco Central convocaron a una crisis en una economía que enfrentaba tensiones en varios frentes pero que no necesariamente tenía que derivar en una fuerte recesión. La caída de las principales variables es la consecuencia de una serie de medidas instrumentadas desde el 10 de diciembre del año pasado. El resultado fue el retroceso en términos reales del salario y las jubilaciones debilitando el consumo, que recibió otro mazazo con los tarifazos (gas, luz, agua y transporte) puesto que redujo aun más el ingreso disponible de gran parte de la población. La actividad industrial y comercial fue castigada por el golpe al mercado interno y tuvo otra sacudida con la invasión de importaciones de bienes de consumo final. Se conformó el peor escenario para el empresario para invertir: recesión con apertura comercial.
Quienes se autodefinen grandes expertos en economía han demostrado que sólo saben emitir deuda y transferir ingresos a grupos concentrados, hundiendo a la economía en recesión. No están evidenciando capacidad para reaccionar y buscar otros atajos para impulsar la actividad. Otro aspecto interesante en estos meses es la persistencia de un amplio auditorio que los escucha como si ellos supieran las verdades absolutas de la economía, pese a que sólo repiten frases de buena voluntad y promesas de un futuro venturoso. Con los resultados decepcionantes que se van a acumulando mes a mes queda claro que la ortodoxia no hizo autocrítica de su tránsito por el poder (Martínez de Hoz, Cavallo, Machinea & Cía.) porque los resultados de su plan siguen siendo los mismos. Es un bloque de poder que no imita a la heterodoxia psicoanalizada que se sigue reclamando autocrítica.
El sector privado no está liderando una corriente de inversiones dinámica como la que pretende el macrismo. Con una estricta lógica de preservar su negocio han disminuido la producción: la utilización de la capacidad industrial instalada se ubica en el 63,6 por ciento en septiembre pasado. El último informe del Indec señala que los bloques sectoriales que están por encima de ese promedio son refinación del petróleo (81,3 por ciento), productos del tabaco (80,8), papel y cartón (80,3), productos minerales no metálicos (70,7), mientras que los que están por debajo son productos caucho y plásticos (55,2), edición e impresión (53,5), metalmecánica sin automotores (51,9) e industria automotriz (51,4 por ciento).
Hay que remontarse al segundo trimestre de 2003 para encontrar un nivel tan bajo de producción industrial. En una eventual recuperación de la actividad, las empresas van a atender la mayor demanda expandiendo la producción con la estructura que tienen sin nuevas inversiones. Este factor de la demanda agregada estará ausente entonces como motor del crecimiento. Pretender un comportamiento diferente del empresariado porque Macri proviene de una familia que hizo su fortuna como contratista del Estado y con apelaciones a la voluntad emprendedora es de una ingenuidad que no se enseña en los manuales de Economía y, mucho menos, en la gestión política de gobernar.
Opinión
Violín en bolsa
Este artículo fue publicado originalmente el día 13 de noviembre de 2016