Los que hacen periodismo de guerra en nuestro país, nos quieren hacer creer que hay una guerra contra el periodismo.
En realidad, lo que hay, es una lucha por el poder entre los grupos económicos concentrados y el sistema de representación democrática. Esta lucha desigual no es exclusiva de nuestro país, pero en los últimos años, en América Latina, las democracias populares se vieron brutalmente atacadas por una tríada formada por el poder económico, en el que se incluyen grandes conglomerados periodísticos, el poder judicial y los sectores políticos conservadores.
Los ataques a Dilma, su destitución y la prisión y posterior proscripción de Lula obedecen al mismo mecanismo que atacó la democracia en Honduras, luego en Paraguay, y finalmente en Bolivia. Lo que comúnmente llamamos lawfare se convirtió en un nuevo mecanismo de golpes de Estado, utilizando abusivamente mecanismos constitucionales en contra de la voluntad popular.
La democracia tiene su esencia en dos pilares fundamentales: la soberanía del pueblo y la división de poderes. A ellos se suman los derechos y las garantías individuales, los derechos económicos y sociales y los derechos humanos. Sin estos elementos no hay democracia. Por ello, cuando en nombre de la “Constitución” se burla la soberanía popular destituyendo a Presidentes elegidos por el voto del pueblo a través de operaciones mediático-judiciales, se termina con la democracia.
Nuestra América latina tardó décadas en recuperar el sentido y el camino de la democracia, luego de ríos de sangre y, hoy, los poderes fácticos nuevamente muestran su rostro y su desprecio por esta forma de gobierno. Ya no necesitan ejércitos o tanques en las calles, no precisan de corridas cambiarias y desabastecimientos, hoy operan con el lawfare y se burlan de nosotros.
¿Por qué en nuestro país no pudieron? Porque ganó la política. Porque cientos de miles de argentinos nos movilizamos cuando quisieron hacer lo mismo con la ex presidenta Cristina Fernández, y el pueblo movilizado pudo más que los factores de poder.
Esta lucha es permanente. Los grupos concentrados siempre quisieron gobernar más allá del sistema democrático, por eso tantos golpes en la Argentina. Pero desde 1983 dijimos Nunca Más. Optaron por cooptar a los movimientos populares en los 90’, tanto al Peronismo como al radicalismo, ganaron elecciones con Macri y sembraron odio contra Néstor y Cristina.
Hoy es contra el Gobierno de Alberto Fernández, porque la lucha es la misma y cambia de personajes históricos. La contradicción fundamental se llamó “La causa de los desposeídos contra el régimen oligárquico y descreído” con Leandro Alem. Después fue Patria o Colonia con Perón, liberación o dependencia en los 70’ y democracia o corporaciones en el siglo 21.
El periodismo de guerra nos quiere hacer creer que hay una guerra contra el periodismo, pero en Argentina no hay delito de opinión, ni persecución a periodistas, ni tampoco peligra la libertad de expresión. Estos valores son fundamentales para una sociedad democrática y también lo son los derechos sociales y los derechos humanos. Pero si se reemplaza la voluntad popular por la opinión de unos pocos, destruimos la democracia.
Todas las transformaciones que soñamos para realizar un país más justo y equitativo las haremos respetando a rajatablas los derechos fundamentales, como siempre lo hicimos y a cada ataque responderemos con más democracia, con más justicia social y con mayor equidad, porque no nos vamos a dejar arrebatar los sueños, sino que los vamos a concretar.
Nuestra herramienta es la política. No significa desconocer y no atender la comunicación y los medios, pero ese no es nuestro escenario exclusivo. Son los partidos políticos, los gremios, las organizaciones sociales, las mujeres empoderadas, los jóvenes y la rebeldía, los barrios populares. Es la calle y también las instituciones democráticas. Hay que avanzar con las grandes reformas sobre el poder Judicial, la AFI, con una distribución justa del ingreso, de los impuestos, avanzar con un proyecto productivo e inclusivo.
Arturo Jauretche nos enseñó que “ignoran que la multitud no odia, odian las minorías, porque conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios provoca rencor”.
No tenemos miedo, tenemos esperanza.
* Presidente de Forja.