La forma en que mutó la relación entre la ciudad y el río es una de las aristas que describen urbanísticamente a Rosario. Un proyecto de la Facultad de Arquitectura de la UNR, integrado por Bibiana Ponzini, Cecilia Galimberti, Andrea Basso y Jorge Español, investiga cómo los imaginarios colectivos concibieron ese vínculo a través de los años. El trabajo desarrolla las transformaciones urbanas desde la perspectiva de los estudios culturales. “No es un tema que no haya sido abordado por otras disciplinas, pero pretendemos tomarlo desde un nuevo enfoque, trabajando con las representaciones e imaginarios que se dieron a lo largo del siglo pasado sobre esta relación y que ayudaron a la construcción de identidades sociales múltiples y móviles”, comentó Bibiana Ponzini.
Los profesionales trabajaron con artículos de prensa, postales, cartografías y folletería turística que contenía documentación técnica sobre las transformaciones o desarrollos arquitectónicos que incidieron en la relación ciudad-río. Esto implicó un trabajo de contraste entre las representaciones y las fuentes documentales a fin de intentar superar las dificultades que tienen el manejo de interpretaciones y los imaginarios, aún en aquellas piezas que son aparentemente técnicas. “Este enfoque toma a la ciudad como objeto de cultura, como condensador de valores simbólicos. En ese sentido, es importante poder analizar la ciudad desde todas las prácticas significantes que generaron esos imaginarios, que se iniciaron muy tempranamente y continuaron hasta fines del siglo XX”, explicó Ponzini.
El título de uno de los trabajos del proyecto es “De la producción al ocio”, y en palabras de la investigadora, sintetiza dos ideas claras de ciudad: un origen claramente vinculado con las operaciones portuarias y ferroviarias, y una reconversión al esparcimiento y los espacios públicos.
Dos visiones
El espacio del bajo era desordenado a finales del Siglo XIX. Si bien se registran crónicas de reclamos sobre su embellecimiento y arboleda, los distintos gobiernos municipales lo consideraban como un lugar estrictamente funcional. “En la primera década del siglo XX se finaliza la red de trenes y las instalaciones del puerto, lo que termina obturando toda relación entre la ciudad y el río en la costa central al construir una serie de galpones y estructuras pensadas para ese fin que tapaban el contacto de la población con las orillas.”
Durante los años 20 y 30, hubo un momento clave en el despertar del imaginario de un nuevo modelo de ciudad, donde confluyen una serie de asociaciones vecinales, especialmente del área norte, que estaban influenciadas por las permanentes publicidades en los medios gráficos sobre las vacaciones de los rosarinos en la costa atlántica. “Empezaron a concebir al agua como disfrute, el río deja de ser un objeto de contemplación para pasar a querer estar dentro del mismo. Los vecinos de La Florida propusieron balnearios populares y también se presentaron proyectos de Sorrento y Arroyito. Algunos de ellos se construyeron de manera precaria, por voluntad de los vecinos. En general, la mayoría de las propuestas de transformación de la ribera estaban ubicadas al norte porque las otras zonas habían sido ocupadas por las estructuras antes mencionadas”.
Mientras los rosarinos proponían una apertura hacia el río, desde el municipio los proyectos se ubicaban por encima de la barranca. Entre 1925 y 1930 se proyectaron cinco parques, desde lo que es hoy el Monumento a la Bandera hacia el sur, pero ninguno se llevó a cabo.
Más tarde sucedieron dos acontecimientos importantes: el Plan Regulador Rosario y la aprobación de la Ley Provincial de Parques. El primero se planteó como un sistema de parques que trascendían las fronteras y fue un impulso para reforzar la visión de una ciudad con más espacios verdes y relación con el río, aunque su ejecución también fracasó. “La Ley de Parques era muy pretenciosa en cuanto a la cantidad pero se terminaron ejecutando el Balneario Ludueña (hoy conocido como Alem), Norte y a la Bandera. Esto fue cambiando la fisonomía de la costa rosarina pero no la relación con el río.”
"El uso público de la costa y los espacios colectivos distinguen a Rosario de otras localidades del país, convirtiéndola también en un lugar cultural y de expresión de la ciudadanía”
Muchos proyectos surgieron a partir de esta intervención, sumados a la construcción del Monumento y la creación del Parque Urquiza. Sin embargo, todos los planes fueron desestimados durante la última dictadura. “Recién con la vuelta de la democracia se inició un camino que verdaderamente recuperó la relación de la ribera y la ciudad, así como también las huellas históricas del patrimonio ferroviario y portuario.”
Lo importante de las décadas del 20 y del 30 es que surgieron una serie de construcciones discursivas. Muchas de ellas, de los propios autores del Plan Regulador como “el balcón al río”, una frase que fue reiterada por la prensa y quedó impregnada en la memoria.
“También por esa época encontramos una nota que se titulaba ‘La ciudad que quiere ignorar su río’, que remarca la idea de la ciudad de espaldas al río. Esta noción se trabajó mucho entre los 70 y los 90, tanto en ámbitos académicos y profesionales, como en el humor gráfico”, confesó la investigadora.
Símbolo distintivo
Con la recuperación democrática, se crearon espacios de los que la ciudadanía se apropió con rapidez.
Además, en los últimos años, la sustentabilidad ambiental fue un tema obligado en la agenda pública y por eso se tornó una cuestión central recuperar el humedal que se encuentra en las islas a partir de la preservación de las especies propias del lugar y la idea de la no contaminación. “Esto abrió un nuevo paradigma urbanístico y el desafío está en seguir recuperando las cuencas de los arroyos y trabajar codo a codo con la provincia de Entre Ríos para mantener el humedal que es un escenario natural muy importante no sólo para la región sino también para el país.”
Todos los cambios que se fueron desarrollando a lo largo de los años contribuyeron a una recostura del tejido urbano con la costa y a la recuperación de espacios estratégicos para el uso de la ciudadanía, un aporte muy valioso para el crecimiento de Rosario. “Estas acciones, sobre todo las que se llevaron a cabo a partir de los años 90, la fueron posicionando como una ciudad turística. El uso público de la costa y los espacios colectivos la distinguen de otras localidades del país, convirtiéndola también en un lugar cultural y de expresión de la ciudadanía”, concluyó Ponzini.