La enmienda en la propuesta de canje de deuda presentada en Nueva York recoge aceptaciones de acreedores. Nadie en el gobierno arriesga en público porcentajes. El ministro de Economía Martín Guzmán prosigue conversando con la titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, con bonistas amigables, con funcionarios norteamericanos. Hasta con emisarios del intratable fondo BlackRock. Los portavoces de ese coloso exigen que se reabra la oferta, que el presidente Alberto Fernández imite a su colega de Ecuador. Lenin Moreno acordó raudamente y sin chistar con los acreedores mientras su país se empobrece y se puebla de cadáveres víctimas del coronavirus. A Fernández y Guzmán no les parece buen ejemplo.
BlackRock administra, entre otras menudencias, parte de los bonos públicos estadounidenses. Juega en grandes ligas, en pleno imperio. Pese a todo, el Departamento de Tesoro aparenta, casi sobreactúa, prescindencia en la negociación. En el equipo económico y en el Palacio San Martín hay concordancia: podría ser peor.
El presidente Donald Trump no le bajó el pulgar a Argentina… hasta hoy porque el hombre es impredecible, rústico y abrupto en sus movidas.
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La tradición estipula que la conducción del Banco Mundial es para Estados Unidos, la del FMI para Europa y la del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para nuestra región. La Argentina proponía al Secretario Gustavo Beliz para presidir el organismo. Trump quebró las reglas: promueve para el BID a su compatriota Mauricio Claver--Carone, funcionario de largo recorrido.
Los negociadores gauchos descreen que se trate –de modo exclusivo— de un desdén para nuestro país. Coadyuvan otros factores. El primero quizá ataña a política interna, a la campaña presidencial. Claver--Carone es un prócer para el “lobby cubano” de su país, un gusano para sus detractores. Para ser reelecto Trump precisa sí o sí ganar en el estado de Florida. La relación con los exiliados cubanos es clave. Hasta ahí la irrupción del intruso en el BID no atañe a nuestro país.
Sí le concierne, en cambio, la competencia entre Estados Unidos y China. Los avances de esta potencia en América del Sur preocupan a la Casa Blanca. Manejar la caja del BID podría ser un instrumento para disciplinar a potenciales aliados de los chinos. Circunstancia para nada ajena a la Argentina que acaba de renegociar un swap, chimentan en el Palacio San Martín y en la Casa Rosada.
Negociadores gauchos astutos imaginan que el desaire en el BID podría ser contrapesado con un gesto amigable referido a las negociaciones con los bonistas privados o con el FMI. Hasta ahora, son ilusiones no corroboradas por alguna señal concreta.
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Apoyos del G-20 que no significan plata pero mejoran la reputación de Argentina. Aval de casi todos los gobernadores, con la solitaria excepción del sanluiseño Alberto Rodríguez Saá. Las adhesiones suman pero no alcanzan…
Las tratativas siguen, el panorama da la impresión de ser más promisorio que hace siete meses, el final sigue abierto.