Es una historia la del grupo Aguafuertes que anida en viejos días, climas y lugares. En la observación sagaz, sensorial, catalizadora de su fundador y líder Francisco Huici. Sus abuelos vivían en Anchorena y San Luis, esquina clave del barrio de Gardel, donde el multiinstrumentista se la pasaba surcando baldíos y esquivando los charcos del mercado entonces abandonado. “Con mis primos nos quedábamos horas mirando el Bar Roma desde la esquina”, evoca el músico, que luego loopeó en su alma aquellas secuencias de infancia, pero ya como saxofonista y arreglador de Los Negros de Miércoles, la agrupación que formó con Juan Palomino y elenco, años atrás. “Con ese grupo recorría las mismas calles pero ya para llegar a las peñas y los sótanos, donde tocábamos y ensayábamos salsa brava, landó y festejos, hasta que llegaron el CAFF y las milongas neopunk del Conjunto Falopa. Todo ese universo rockero-tanguero-latino en unas mismas pocas cuadras”, rememora Huici.

Esta es entonces la materia prima para comprender de qué va Aguafuertes, grupo que, además de atrapar en su sonido la influencia afro en Buenos Aires, cuela pinceladas de jazz y guiños líricos hacia Juan Gelman, Tita Merello y Rubén Blades. Todo –y más— pasado por tamices y matices de Luis Mina (voz), Sebastián Greschuk (trompeta y flugelhorn), Leo Paganini (saxo tenor y clarinete bajo); Leandro Cacioni (guitarra), Juan Pedro Huici (bajo) y Tomas Babjaczuk (batería). “Ese pasado, mezclado, es el disparador de esta hermosa experiencia social y musical que mixtura todos estos colores, tomando como escenario sonoro tres lugares de encuentro comunitario: procesiones, mercados y boliches”, detalla Huici, que esta vez le da al saxo barítono, además de componer las piezas del sexteto y dirigirlo. “La música es la excusa ideal para el encuentro, es la llave para acceder a mundos que naturalmente serían desconocidos, temidos, o mirados con desconfianza. Es el lenguaje universal”, naturaliza el músico. El link con el disco, que fue postulado a los Premios Gardel en el rubro Album Instrumental, fusión world music y álbum conceptual, no se hace esperar.

“Si bien somos una agrupación joven, sus integrantes no lo somos tanto. Ya tenemos algo de camino recorrido, y sabemos que un premio nos da la posibilidad de acercar nuestra visión artística a distintos públicos, sin importar geografías y géneros”, señala el experimentado Huici, que tampoco ahorra saliva en sentido crítico: “Es divertido pensar que para nuestra música, que habla del Abasto, de esquinas y costumbrismos y mixtura ritmos que resuenan en Buenos Aires, no se haya encontrado terna más adecuada que la de wold music”.

-Las resonancias tangueras de Aguafuertes del Abasto, tal el nombre del disco, estarían yendo en ese sentido. No es difícil de intuir.

-A ver. Esta visión arltiana del costumbrismo urbano es la misma que toman muchas salsas clásicas del sesenta y del setenta. Incluso remontándonos al universo tanguero, todas ellas hablan de los mismos escenarios y las mismas problemáticas… cien años de música en las calles, quiero decir. Lo que propone Aguafuertes entonces es el contrapunto de estos universos, resaltando la apropiación del barrio, del espacio público, de la calle, quien sea el que la habite, y su mirada al futuro para seguir construyendo identidad.

Identidad que, además de las influencias mencionadas, ancla en un mosaico musical que va desde “la paleta orquestal” de María Schneider hasta el criollismo “puro y duro” de Edmundo Rivero, pasando por las rítmicas de Stravisnky y Phillip Glass, “la intensidad” del hard bop y las “desgarradoras voces” de Héctor Lavoe e Ismael Rivera. “La idea es tomar distintos elementos e ir cruzándolos, algunos con tratamientos compositivos algo intrincados, y otros con crudeza y bomba”, sostiene Huici.

-¿Cómo se mueven en esa delgada línea que separa todos estos géneros, estilos e influencias?

-Hay una suerte de cruzada técnica, compositiva y de ensamble que es dominar estos géneros populares y darles un tratamiento más “académico” pero desde respetar las convenciones y gestos musicales desde la ejecución. Esto nos permite sumar los aportes de los cultores de cada estilo… casi todas las percusiones del disco fueron grabadas en Lima por grandes referentes afroperuanos como Hubert Reyes y Marcos Mosquera; y las guitarras, por Pedro Rossi y Tito Manrique, gran referente de la guitarra criolla peruana.

-“Huaylarsh”, uno de los temas clave, es un ejemplo bien intrépido en este sentido. ¿Cómo fue su confección?

-Este tema es un telar de semicorcheas repartidas en distintas líneas melódicas y rítmicas. Toma el imaginario andino de los Huaylas de Huancayo, con sus orquestas de saxos, violín, arpa y clarinete, pero la confección es de corte minimalista, repetitiva y con una construcción energética que me hacer recordar al tren de las nubes, y más que nada a las explosiones de la big band de Charles Mingus.

-En “Infancia con Minerva” bajan un cambio, parece.

-Aires litoraleños claramente intervenidos, si. Es una suerte de chamamé en cinco por cuatro dominado por un motivo: infancia es recuerdo. También me gusta pensarla como un acústico de Revolver, de Beatles. Me lleva a esos otros lugares de mi niñez.