El relato de una pequeña discordia literaria ilumina una cuestión: la importancia de los personajes (o no), más allá de sus creadores. “No tenemos personajes. No tenemos una Madame Bovary, un Robinson Crusoe, un Raskólnikov, un Huckleberry Finn”, dice uno de los lectores que protagoniza este cuento-crónica. El otro, en cambio, le retruca: “Nosotros tenemos a Juan Moreira y Martín Fierro, y hasta Hormiga Negra”. El epílogo del editor y crítico Fernando Fagnani para Álbum de personajes de la literatura argentina --un gran proyecto editado por Club Burton en el que participan además los escritores Luis Gusmán y Rafael Bielsa, el editor Salvador Gargiulo y las artistas Noemí Spadaro, María Pinto y Marcela Motta— extiende la discusión. “Los libros dependen de su respiración. Los rusos tuvieron muchos, casi todas las versiones del ser humano están ahí, mientras fueron rusos; cuando se convirtieron en soviéticos, esa productividad decayó –compara el primer lector-. Otras naciones, al menos en el siglo XX, y no hablemos del XXI, tampoco es que cuenten con un bazar repleto. Cada tanto les sale algún personaje entero y hacen una fiesta”.
El bazar literario argentino empieza a poblarse con los 12 personajes elegidos para el lanzamiento: Alejandra, de Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sabato; Alias Gardelito, el personaje del libro homónimo de Bernardo Kordon; Rosa Comte, de El peletero, de Luis Gusmán; El buscador de oro, de Los siete locos, de Roberto Arlt; Esa mujer, de Rodolfo Walsh; Faustine, de La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares; Ida, de El camino de Ida, de Ricardo Piglia; Julieta y Guido, de La suerte de las mujeres, de Paula Vázquez; La Maga, de Rayuela, de Julio Cortázar; Sandra Opaco, de Banco a la sombra, de María Moreno; Poli, de El Dock, de Matilde Sánchez, y Rosaura, de Rosaura a la diez, de Marco Denevi. Esta primera obra integra un plan mayor, una pequeña biblioteca de álbumes consagrada a personajes literarios. El segundo tomo en esta biblioteca compendiará muertes notables de personajes literarios rioplatenses; mientras que el tercero explorará las heroínas librescas y el cuarto perseguirá el rastro de niños y niñas en varias obras memorables. Habrá también un libro sobre personajes secundarios, dúos inseparables, los animales en la literatura argentina, hoteles en la literatura rioplatense y los artefactos e inventos. “Estos perfiles –advierte Gargiulo en la introducción- no tratan de trazar genealogías, ni contrapuntos, ni de hurgar en la obra del autor las recurrencias de personajes análogos, ni menos, mucho menos, pretenden descubrir cuánto se parece el personaje a su propio creador. La mirada surge del propio recuerdo, si se quiere, o del efecto especular que surge de otra mirada: la de cada ilustradora”.
“Hubo una época en que todas las mujeres querían ser Alejandra. La palidez, la belleza mal asumida, el sarcasmo, el misterio. El laconismo, que para todo enamorado es misterio. Era condición que fuese, como quería Baudelaire, bella y triste, frase que a Alejandra –a las Alejandras– hubiera conmovido, aunque jamás lo habría confesado”, plantea Gargiulo sobre la Alejandra de la emblemática novela de Sabato, ilustrada por Noemí Spadaro. “En La Pampa lejana, en un barrio mísero, cada tarde Rosa Comte toma el ómnibus y visita a su hombre, en la cárcel. Un pasado exhausto y sin orgullo, un futuro extinguido, la mantienen ahí. Sin embargo, para un peletero de apellido Landa, ese pasado encierra enigmas; esa mujer un magnetismo que lo cautiva”, escribe Fernando Fagnani sobre Rosa Comte, de El peletero, ilustrada por María Pinto. Fagnani cuenta a Página/12 que eligió este personaje porque le parece distintivo dentro de la obra de Luis Gusmán. “Aunque su aparición es breve en la trama, tiene un magnetismo que impregna buena parte de la novela. Como si además de una mujer singular, fuera un mito para algunos de los personajes. Ella, y también su nombre, que se vuelve un signo, los hechiza”.
No hay un “formato” estandarizado de los textos. Cada uno de los autores se dejó llevar por lo que le generaron los personajes y sus respectivas ilustraciones. Bielsa revela que cuando leyó El camino de Ida, de Piglia, “lo indecible en su escritura hipnótica y llana” lo tomó de la mano y ya no lo soltó. “La elegancia jeroglífica con que Ida se echa el chal sobre los hombros –limones, aguamarinas, limadura de carbón– no basta para cubrir la flor sobre el seno: dalia, parche, corazón calcinado”, describe Bielsa la ilustración de Spadaro. “No me basé tanto en lo que recordaba sino en cómo se sobreimprimió el primer plano de la obra plástica con las imágenes que conservaba. Algunas más nítidas y otras menos. Un ejercicio escópico y luego escrito –explica Bielsa-. Diría, parafraseando a Massota: deseo de recordar, placer de estar escribiendo, goce del texto”.
“Uno recuerda, después de leer Banco a la sombra, que las cosas en la plaza pueden suceder a pleno sol -precisa Gusmán sobre la obra de Moreno, ilustrada por Marcela Motta-. Pero este relato tiene la belleza de lo opaco, del brillo perdido, y sin resultar nostálgico ni melancólico. Fue tramado con una mezcla de palabras tiernas y canallas, una combinación que pocas veces se hace posible, salvo cuando interviene una prosa de calidad poética”. En el prólogo de Álbum de personajes de la literatura argentina, Gusmán aclara que este proyecto no es cronológico y que opta por el formato del álbum para coleccionar. “Como aquellos álbumes de la infancia donde siempre faltaba una figurita para completarlo. Pero nada impide la ilusión de seguir juntando”.
*El primer libro se puede descargar gratis aquí .