Continúa diariamente el vía crucis de la cifra de infectados y fallecidos, disponibilidad de camas en Terapia Intensiva, ascenso continuado de número de víctimas, medidas para reducirlas. Está en la mente de todos la profecía de si el famoso pico llegará y si el sistema de salud podría ser sobrepasado en su capacidad de cumplir con darle a los pacientes el mejor tratamiento.
El doctor Juan Carlos Tealdi, médico y especialista en ética, aclara que el mejor tratamiento “posible” es el de un determinado momento según el número de pacientes a tratar y disponibilidades de camas de Terapia Intensiva y de respiradores a contar. Y esa situación, que ya adelanté en mi nota “Este, sí, este no” del 1 de abril, publicada en este diario, y esa encrucijada es la que hoy parece ser el momento más temido considerando las opiniones de quienes definen la respuesta estatal a la pandemia. En consecuencia, las políticas a seguir.
Es posible repasar, entonces, qué hizo el gobierno de Alberto Fernández para no llegar a esta situación tan extrema que se ha vivido en muchos países, incluyendo los más desarrollados del mundo. La primera y más importante decisión fue la de definir como objetivo central la protección de la vida.
Tuvimos la fortuna que la Covid-19 llegara al país con retraso, y contar con la experiencia de lo sucedido en China y Europa le permitió al Gobierno, con adecuado asesoramiento científico, tomar medidas de manera precoz: distanciamiento de las personas, uso de barbijos, cierre de escuelas y suspensión de espectáculos masivos y en espacios reducidos, como así también insistir en la recomendación del lavado permanente de manos y el uso de alcohol en gel.
Iniciamos, así, un período de cuarentena estricto con disminución de actividades y de permanencia de la mayoría de la población en sus domicilios y asistimos a un incremento gradual, “amesetado”, ralentizado de casos, período utilizado para más que duplicar el número de camas y respiradores preexistentes, que ha permitido que, a pesar del progresivo incremento de casos, tengamos una ocupación de camas para enfermos graves de alrededor del 60 por ciento.
Si no se hubiera hecho lo que acabo de describir, luego de cuatro años de las políticas de salud tan cuestionadas del gobierno de Cambiemos (aunque no exclusivamente), en la actualidad estaríamos en aquel infierno tan temido.
No me propongo repetir cifras que escuchamos y leemos diariamente, pero sí enfatizar que actualmente tenemos 4 muertes por cada 100.000 habitantes, cifra que nos permite sentirnos "orgullosos" hoy con el objetivo alcanzado, dado que se trata de una de las mejores cifras del mundo.
Inglaterra tiene 67 muertos cada 100.000 habitantes; España, 60; Italia, 58; EE.UU. 41; Nueva York, 166; Perú, 35; Chile, 35; Brasil, 33; México, 26, y Argentina, 4. Es decir, se lograron alcanzar exitosamente dos objetivos centrales: mejorar los servicios de salud para prepararnos para la pandemia y reducir muy significativamente la cifras de fallecidos.
En estos días habrá que decidir las conductas a seguir en relación al cuidado de la población y no correr riesgos de empeoramiento de contagios y muertes. Probabilidad cierta cuando observamos lo que ha sucedido, por ejemplo, en España, con rebrotes de casos en distintas zonas luego de la reapertura de actividades sin los cuidados aconsejados, o en Estados Unidos, donde ocurrió una segunda ola de casos en varios estados.
Este panorama general coincide con inexplicables manifestaciones que, sin fundamento racional y cargadas de violencia, rechazan las medidas adoptadas, entre ellas opiniones de dirigentes políticos y hasta de un expresidente, que cuestionan lo realizado.
Utilizan un recurso tan conocido como los años que llevan vigente distintos modelos de Salud Pública. En efecto, desde la vigencia del sistema de Salud Pública en el Reino Unido la primera objeción de quienes se oponían a él era que restringía la libertad de los ciudadanos, desconociendo que el Estado tiene la autoridad y el deber de defender el bien común de los ciudadanos por encima de los derechos individuales de las personas.
Como bien señala Tealdi: “La pandemia hace evidente que el derecho a la salud no es meramente la atención de la salud que cada uno pueda procurarse según sus méritos y capacidad económica, sino que la preservación y el estado de la vida y la salud de cada uno están vinculados a las determinaciones sociales propias de las acciones de los otros en la vida en comunidad”, por lo cual no se puede negar la legitimidad democrática de las decisiones adoptadas por el gobierno argentino.
La carencia de razones valederas sugiere un inadecuado uso político de la oposición al Gobierno nacional, usando la pandemia como excusa para sus oscuros propósitos políticos.
Las medidas aplicadas han sido de enorme utilidad y, si bien por el tiempo transcurrido y necesidades varias, deberán reiniciarse actividades hoy suspendidas, hay que insistir una vez más en que el virus continúa circulando en el AMBA de manera muy significativa y es imprescindible que las personas sigan respetando las medidas de distanciamiento, el uso de barbijos o tapabocas, el lavado frecuente de manos, y en oficinas y lugares cerrados permanecer a 1,5/2 metros de distancia y mantener los espacios bien ventilados.
El cumplimiento de estas medidas evitará la muerte, ciudadanos. Y permitirá que más temprano que tarde podamos volver a la vida que todos deseamos y necesitamos.
Médico neumonólogo. M.N 33418