Los nativos estadounidenses recordarán este 2020 por algo más que la pandemia de coronavirus: tras más de medio siglo de lucha, consiguieron que la franquicia del único equipo de fútbol americano de Washington anunciara el cambio de su logo y su nombre "Redskins" -un insulto racista degradatorio para sus pueblos originarios- en un acto de justicia y reivindicación de su cultura que hace eco desde la capital de Estados Unidos hacia todo su territorio. En el fútbol americano -y vaya si eso no impacta en la cultura popular- ya no habrá más "palabra con R", como la denominan los nativos de ese país para no pronunciarla.
El deporte no escapa a las redes del lenguaje al servicio del poder, mucho menos si se habla de Estados Unidos y su deporte más popular. En ese sentido, el colectivo de nativos viene luchando históricamente para que los equipos deportivos (profesionales, universitarios y de escuelas secundarias) dejen de nombrarse en referencia a su universo y a sus imágenes, por considerarlo un acto de poder que los caricaturiza, vacía de sentido y contribuye a su desprecio y a la ignorancia. En ese contexto, el anuncio de este lunes es un hito significativo: no sólo por tratarse de un equipo de Washington, sino porque el nombre que se derrumba es, a sus ojos, quizás el insulto más arraigado y denigrante sobre su universo.
El legado racista
Según el Congreso Nacional de Indígenas Americanos (NCAI, por sus siglas en inglés), la organización más antigua, grande y representativa de Indígenas Americanos y de Nativos de Alaska, "el origen del insulto está enraizado en los anuncios de recompensas del gobierno que pedían el cuero cabelludo sangriento de los nativos americanos en el siglo XIX". El NCAI, justamente, presentó su primera resolución en contra del nombre del equipo: a lo lejos y hace tiempo, en 1968.
"Está mal que un equipo perpetúe actitudes racistas, pero durante décadas el equipo de la NFL de Washington se negó a reconocer el papel que juega su nombre en la proyección de los estereotipos racistas sobre los nativos americanos, incluso después de múltiples protestas y pedidos al respecto", recordó Deb Haaland, una de las dos primeras mujeres nativas elegidas para el Congreso de Estados Unidos, en 2018.
El equipo nacido en 1932 como los Bravos de Boston -cambió su denominación un año después y en 1937 se mudó a Washington- ha sido identificado históricamente, por las personalidades que lo forjaron, como uno de los equipos más conservadores y racistas de la historia estadounidense.
Es interesante recordar que, durante los primeros cuatro años de vida del equipo en Washington ya nombrado con "la palabra R", todavía regían en Estados Unidos las llamadas "Regulaciones de la Civilización", un conjunto de normas que establecían prohibiciones exclusivas para las poblaciones nativas. Censuraron sus religiones, sus prácticas de la medicina, sus danzas y ceremonias, y los confinaron a la vida en las reservas.
Respecto de la danza, en aquellas regulaciones federales, sucedía algo simbólicamente poderoso, que desmiente el argumento clásico del status quo en torno al uso de imágenes y símbolos de los nativos para "valorar" y "honrar" su universo cultural. Suzan Shown Harjo, una de las principales activistas de los derechos de los nativos y de la causa contra el equipo de Washington, revela en el libro American Indian Nations: Yesterday, Today, and Tomorrow el gesto de poder ya arraigado en la cultura deportiva: las "danzas indias", que estaban prohibidas para los nativos aún en las reservas donde vivían, sí podían realizarse en los campos deportivos.
Explica Shown Harjo: "Tenías entonces a los no-indios disfrazados como indios, en una especie de 'actuación interesante', apareciendo como mascotas en un momento histórico en el que los indios podían ser llamados hostiles, fomentadores de la disidencia, alborotadores, o cualquier otra acusación que podía hacer que los mataran, o que murieran de hambre y fueran encarcelados en nombre de las "Regulaciones de la Civilización", pero no podían bailar. Los verdaderos indios no podían bailar y las personas que fingían ser indios, en sus 'disfraces indios', podían bailar, podían ser mascotas".
La llama del "Black Lives Matter"
Más allá de esas décadas de lucha, es innegable reconocer el contexto en el que la franquicia deportiva anunció el cambio de su nombre: una sociedad altamente movilizada y conmovida luego del brutal crimen de George Floyd, que llevó a marchas masivas para reclamar por justicia y por los derechos de la población afroamericana, en los 50 estados. El movimiento #BlackLivesMatter reavivó el fuego de numerosas luchas por derechos de colectivos minoritarios e invisibilizados, y allí se encendió con fuerza, una vez más, la lucha de quienes dicen: "Somos nativos, no mascotas deportivas".
La denuncia racista que movió como un sismo a Estados Unidos las últimas semanas también apunta a la historia del equipo de fútbol americano de Washington. La remoción del nombre de su fundador, George Preston Marshall, del interior del estadio y de su predio de entrenamiento así como de un tributo suyo que había en la ciudad es evidencia viva del racismo que enarboló la institución en sus orígenes: al ingresar con su nuevo equipo en la liga, Marshall promovió el odio hacia los jugadores afroamericanos a tal punto de ser uno de los principales impulsores de la prohibición que, desde 1933, los dejó afuera de la NFL. Su equipo, de hecho, fue el último en integrarlos nuevamente: lo hizo casi 30 años después, en 1962, forzado por presiones que llegaban incluso desde el entonces presidente John Fitzgerald Kennedy.
En este contexto de encendida denuncia al racismo estructural e histórico de Estados Unidos es que debe comprenderse la razón que llevó al equipo de Washington a abandonar el nombre que carga desde hace 87 años: la presión económica, tras la amenaza concreta de sus sponsors más importantes con interrumpir sus contratos si no se concretaba el cambio de nombre. FedEx -la empresa de correos que le aporta su patrocinio al estadio a cambio de 250 millones de dólares hasta 2025- fue de las primeras que puso en duda su continuidad, mientras que empresas como Pepsi, Bank of America y Nike se unieron más tarde con sus propias declaraciones públicas. Incluso Walmart, Amazon y Target, tres de los minoristas más grandes de Estados Unidos, anunciaron que dejarían de vender su merchandising.
El deporte y las luchas del lenguaje
La franquicia de Daniel Snyder, su propietario desde 1999, no es la única que ha generado luchas y resistencias por sus íconos y lenguajes dentro de la cultura deportiva estadounidense. "One down, four to go!" ("Uno menos, ¡quedan cuatro!") celebra alguien en las redes sociales, junto a una imagen en la que se lee el nombre del equipo de Washington tachado y otros cuatro más: los Bravos de Atlanta, los Indios de Cleveland (béisbol), los Blackhawks de Chicago (hockey sobre hielo) y los Jefes de Kansas City (fútbol americano).
¿Qué reacción hubo en esos equipos, los otros incluidos en el debate? Después de décadas de resistirse a ello, la franquicia de Cleveland anunció -al igual que la de Washington- que estaba dispuesta a dar el debate. "Estamos comprometidos a involucrar a nuestra comunidad y a las partes interesadas para determinar el mejor camino a seguir con respecto al nombre de nuestro equipo", explicaron desde la institución.
El conjunto de Kansas City no emitió ninguna declaración al respecto, mientras que los Bravos y los Blackhawks salieron a indicar que no habría modificación en sus nombres, bajo el repetido argumento de que "reverenciaban" esos universos culturales. "Celebramos el legado de la Nación Black Hawk al ofrecer ejemplos reverentes y continuos de la cultura nativa americana", decía la declaración del equipo de Chicago.
Los activistas de los derechos de los pueblos nativos de Estados Unidos se ilusionan con que esta conquista vuelva insostenible los símbolos, las mascotas y los nombres con que las franquicias deportivas vacían de sentido sus universos culturales.
"Hoy (lunes) es un día de celebración para todos los nativos", expresó el Congreso Nacional de Indígenas Americanos en un comunicado. Y continúa: "Elogiamos al equipo de la NFL de Washington por eliminar una marca que degradaba, estereotipaba y no respetaba a los nativos, y pedimos a todos los demás equipos deportivos y marcas corporativas que retiren todas las caricaturas de nativos americanos que usan como mascotas. No somos mascotas: somos nativos, ciudadanos de más de 500 naciones tribales que se han mantenido firmes durante milenios y superamos innumerables desafíos para alcanzar este momento crucial en el tiempo en que podemos ayudar a transformar a Estados Unidos en el país justo, equitativo y compasivo que nuestros hijos merecen".
La gota Trump
La aparición de Donald Trump en la cuestión llegó, podría pensarse, como la gota que rebalsó un vaso de explicaciones racistas y conservadoras en torno a la cuestión. El lunes pasado, justamente una semana antes del anuncio del cambio de nombre, el presidente estadounidense se sumó a la ola argumentativa de personas no nativas que perciben estas referencias deportivas, sus imágenes y sus mascotas como "honoríficas" y hasta "homenajes" hacia las comunidades nativas (aunque estas últimas no lo sientan así). Así, tuiteó: "Nombran a los equipos en referencia a la FUERZA, no a la debilidad, pero ahora los Washington Redskins y los Cleveland Indians, dos legendarias franquicias deportivas, parece que van a cambiar sus nombres para ser políticamente correctos".
Hubo quienes incluso le recordaron a Trump que en 2013 había criticado al entonces presidente Barack Obama por haber apoyado la lucha nativa. "El presidente no debería decirle a los Washington Redskins que cambien su nombre. ¡Nuestro país tiene mayores problemas! Céntrese en ello, no en tonterías", había escrito en aquel momento.
Aquel 2013, sin embargo, Trump no fue el único que se desmintió a sí mismo. También lo hizo Daniel Snyder, el propietario del equipo en cuestión, cuando aseguró que su franquicia "nunca cambiará su nombre".
Snyder quiso hacer como si las luchas en torno a las palabras, los nombres y aquello que nombran fueran estáticas e irreversibles. El comunicado que este lunes llevó su firma y anunció el cambio en su franquicia prueban, junto a una lucha histórica de los nativos de su país, que se equivocó.