En el contexto de pandemia todo se ha conmocionado de un modo inesperado: lo económico, el Estado, el trabajo, la vida cotidiana, las lógicas temporales y espaciales, los vínculos, las emociones, las instituciones educativas. En el marco de esas transformaciones, no tardaron en exponerse, de manera exacerbada, de un modo particularizado, las desigualdades sociales. El virus nos afecta a todxs pero no del mismo modo. Como parte del diagnóstico reemergen violencias de género, se profundizan vulnerabilizaciones hacia mujeres, disidencias, adolescentxs, niñxs, que se presentan de un modo singular en el marco del aislamiento social preventivo y obligatorio.
Si hay algo que queda brutalmente claro en estos días es que quedarse en casa no necesariamente conlleva resguardo; que cuidarse adquiere diferentes posibilidades y sentidos en distintos y desiguales contextos. Estas situaciones interpelan a las políticas públicas, a las instituciones sociales, a las escuelas y lxs docentxs. La continuidad educativa en tiempos de cuarentena lleva, en este escenario, a una serie de interrogantes y nuevos desafíos. Además de constituir un derecho que debe garantizarse, la Educación Sexual Integral (ESI) propone una mirada pedagógica que entendemos ineludible en estos días.
En estas condiciones ¿Qué significados adquiere la continuidad educativa?, ¿qué resulta posible/deseable enseñar?, ¿los contenidos quedan suspendidos en un momento donde se recrean modos para sostener el vínculo pedagógico?, ¿qué sentidos adquieren la casa, los cuidados, las familias, habitar cuerpos? ¿qué implica dar Esi en este contexto? Sabemos que el ASPO conllevó un borramiento de la división entre lo público y lo doméstico que afectó fuertemente las condiciones del trabajo docente, las condiciones de enseñanza y las condiciones de vida de lxs alumnxs. Un borramiento quizá para muchxs no tan nuevo, pero sí singular. Un borramiento que por momentos deja en soledad, que no permite un espacio de intimidad, que genera angustia ante la incertidumbre, de debilitamiento de las decisiones autónomas. También en estos tiempos se reinventan vínculos, modos de acompañarse, de transitar y de significar esta experiencia. Entonces vuelve la pregunta por la continuidad educativa, por la ESI.
Si hay algo que trae la ESI son las preguntas sobre lo instituido, las obviedades y presunciones que conllevan sufrimientos y desigualdades. Siempre, pero especialmente hoy, estas preguntas se vuelven necesarias para construir espacios educativos significativos y estimulantes. Una de las transformaciones más potentes de la ESI no sólo radica en que trae la posibilidad de hacer texto el contexto, sino en pensar su integralidad como desafío (la sexualidad es mucho más que la biología e incluso es una invitación a redimensionar este campo) y junto con ello, la propuesta de transversalización en todas las materias: traer contenidos reclamados e insistentemente excluidos… revisando el qué y el cómo pero también el quiénes son lxs sujetxs de la educación. La ESI, en tal sentido, resulta una oportunidad para un encuentro genuino, que permita conocernos y repensarnos en nuestros saberes, deseos y experiencias y para, a partir de allí, estar en mejores condiciones para enseñar, acompañarnos y en algunos casos reparar derechos vulnerados.
En tiempos de pandemia, será necesario revisar las condiciones del trabajo docente, otrxs trabajadorxs esenciales en estos días. También, respecto de la ESI, sostener una de las responsabilidades del Estado mencionada en el articulado de la Ley 26150: la formación y capacitación docente. Espacios de formación que propicien hacerse de marcos y herramientas que desde la ESI promuevan escuelas más justas, más cercanas a las necesidades de todxs en este contexto particular. Y, como viene sucediendo, resultará fundamental seguir generando redes y lazos, acuerparnxs para salir colectivamente de esta situación.
*Docentes e investigadoras del Equipo Mariposas Mirabal, de la Facultad de Filosofía y Letras. UBA.