¿Dónde aprendemos a tener sexo? ¿Quién nos educa en el placer? ¿Quién define lo que es placentero? ¿Cómo construimos deseo sexual? ¿En las películas, en el porno mainstream? ¿Cuántas fantasías no socializamos por miedo a que nos tilden de rarxs o simplemente porque son consideradas tabú? ¿Por qué las practicas fetichistas y el BDSM continúan siendo asociadas a violencia sin consentimiento? “¿Ya te cansaste de garchar cómo te enseñaron?” preguntan lxs creadores de la tienda erótica de salud sexual y placeres transfeminista Kinky Vibe al público de sus redes, bajo el lema: “No habrá libertad real sin deconstrucción del deseo”.

Kinky Vibe surgió en 2015 ante la necesidad de generar espacios para conversar sobre prácticas fetichistas y BDSM, creció en muy poco tiempo y hoy es una cooperativa que no solo vende y distribuye juguetes sexuales, lubricantes y remeras, también se dedica a la divulgación de temas como salud sexual, placer, fetichismo y género a través de fanzines, libros y talleres. “No somos un sex shop ni queremos serlo. Queremos que exploren, pregunten, conozcan y se diviertan”, enuncian en su web donde invitan a realizar consultas. “Nuestro objetivo es abordar temas complejos como son el placer o las prácticas sadomasoquistas, desde una perspectiva interseccional, antifacista, disidente que busque no solo visibilizar las practicas sino entenderlas en su contexto sociopolítico”, explican sus creadorxs, Melina Feld y Paula Sequeira.

¿Por qué históricamente el BDSM y el fetichismo son prácticas consideradas patológicas?

--Primero haríamos la aclaración de que no es “históricamente”, sino que es desde la institucionalización de la medicina, siglo XVII, XVIII en adelante. Las prácticas eróticas y sensuales no relacionadas específicamente con las prácticas reproductivistas han existido desde mucho antes de su “patologización”. En nuestros talleres intentamos hacer énfasis en que previo al nacimiento de la psiquiatría y los estudios de la sexualidad, había muchas prácticas que no eran catalogadas o experimentadas como “otredades”, o “perversiones”. El mismo Kamasutra tiene descripciones de cómo eróticamente morder a une amante, o golpear sus nalgas. Prácticas que hoy en día bajo nuestros lentes occidentales, blancos y atravesados por las lecturas medicalistas, llamaríamos “sadomasoquistas” si las miramos con “bondad”, y “desviadas” si respondemos a las lecturas de las esferas puristas, reproductivistas y fascistas en las que la Iglesia y las medicinas de derecha se revuelcan.

¿Qué significó ese cruce entre la Iglesia y la medicina?

--Hablamos de una mirada occidental blanca y (cis)heterosexual, la cual ignora todo tipo de otras prácticas y sexualidades que no entren en esa esfera. Muchas de las construcciones de sexualidad hegemónica que seguimos teniendo en la actualidad tuvieron su nacimiento en el cruce entre la iglesia y la medicina. En 1886, el psiquiatra alemán Richard Von Krafft-Ebing publicó Psicopatía Sexual, un libro forense de referencia para médiques y jueces donde introduce términos como “sadismo”, “masoquismo”, “homosexualidad”. Entre sus creencias se encontraba la idea de que cualquier pulsión sexual que no tuviera como fin la procreación, debía considerarse como “desviada”.

¿Cómo se construye esa idea de que hay prácticas sexuales patológicas?

--Llamamos patologización a la práctica estructural de identificar ciertos rasgos, conductas, individuos y/o comunidades como intrínsecamente trastornados, y otros como saludables. Teniendo en cuenta este eje, estructuralmente, se consideran saludables a las prácticas centradas en el coito, en el contacto genital entre personas cisgénero, blancas, heterosexuales con un vínculo estable, preferentemente casades, provisto de herramientas para su sostenimiento. Recientemente esto se ha flexibilizado, en algunos lugares progres tal vez pueden agregar algún juguete, fantasear con la idea de un trío, o tal vez comprar unas esposas con peluche, pero por ahí anda el límite. Esto es lo sano, lo normal y lo aceptable. Aunque existan comunidades sadomasquistas, aunque existan mercados, entendiendo que la asimilación y marketinización con nuestras prácticas no equivale a que se vean nuestras sexualidades como válidas y dignas de respeto, seguimos siendo vistes como desviades.

Es kink, no sucio

Detrás de este proyecto autogestivo hay dos jóvenes haciendo miles de tareas, Paula Sequeira (25) ilustradora, publicista y autora de los fanzines que se pueden encontrar en la web y otras piezas gráficas informativas y Melina Feld (24) la cara más visible de Kinky Vibe, protagonista de los vivos de Instagram y los talleres donde despliegan una minuciosa pedagogía para abordar temas cómo género y BDSM desde una perspectiva despatologizante y dirigida especialmente a comunidades queer.

El sexo kink hace referencia a prácticas sexuales y eróticas "no normativas" o "no convencionales", que han sido cuestionadas y patologizadas por la psiquiatría. Recién en 2013 la quinta versión del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales que elabora la Asociación Estadounidense de Psiquiatría incluyó una corrección donde aclara que las prácticas fetichistas y el BDSM incluidas dentro del concepto “parafilia” solo se considerarán "desórdenes mentales" si se establecen relaciones no consensuadas o con personas que no tienen la edad legal para consentir. La Organización Mundial de la Salud, por su parte, aún incluye estas prácticas dentro de su clasificación internacional de enfermedades como “trastornos impulsivos y de hábito”.

¿Cuál sería el ABC del BDSM?

--El BDSM es un acrónimo y un término paraguas que significa: B de (bondage) restringir la movilidad de alguien (sea nosotres u otre), ya sea con cuerdas, esposas, grilletes, nuestras manos o un pañuelo de seda. D/S de intercambio de poder o dominación/sumisión, en donde una de las personas tiene “autoridad, control o poder” sobre la otra persona, dentro de una escena y de forma consensuada. Y después tenemos S/M o sadomasoquismo, que implica dar o recibir experiencias corporales de distinta índole. Ya sea nalgueadas, cera de velas, cosquillas, azotes, entre miles de posibilidades. Una vez que lo describís y lo ponés en perspectiva, muches se dan cuenta de que casi todo el mundo hizo alguna de esas prácticas. La sexualidad humana tiene mucho de juego, y el BDSM es muy lúdico.

¿Qué recomendaciones les darían a aquellas personas que quieren comenzar a practicarlo?

--Para alguien que quiere empezar a tener prácticas fetichistas y/o sadomasoquistas, lo principal es: comunicación, cuidado, precaución y consentimiento. Las cuales deberíamos tener en todas nuestras relaciones, sean sexo afectivas o no. Entender que cualquier encuentro con otres es también un encuentro con sus subjetividades, y que debemos poder cultivar conjuntamente formas de vivir nuestras prácticas y sexualidades desde otros ejes, más constructivos que los que nos enseñaron. Encontrar las partes adentro y afuera nuestro que castigan, disciplinan y buscan extinguir las prácticas consensuadas entre adultes que se escapan de las construcciones de “lo normal”. Creo que, a través de empujar contra las normas, y los dispositivos que castigan nuestra sexualidad, podemos ser más libres.

En época de pandemia abunda el contenido online, pero todavía es difícil encontrar información segura y confiable sobre estos temas, por eso la data de Kinky Vibe puede ser de gran ayuda para informarnos sobre de cuidados, profilaxis, preservativos para vulvas, BDSM, erotismo, identidad de género, tips para usar juguetes sexuales, cómo evitar el cis-sexismo y más. El año pasado Pau y Mel lanzaron la editorial Vibra Mutante donde publican fanzines con contenido teórico sobre sexualidad y géneros con la colaboración de distintxs ilustradorxs, como Carla de Tal. En su web también se puede encontrar un recursero para personas trans sobre salud sexual y reproductiva, violencias, salud mental, testeo rápido de HIV, aborto e ILE.

Muchas veces el porno mainstream presenta prácticas de BDSM que reproducen ideas machistas y/o racistas ¿Qué lugar juegan los privilegios y las posiciones de poder en esas representaciones? ¿Y en el momento de la práctica real?

--Este es un tema complejísimo y que genera muchísimas discusiones internas en los movimientos y activismos sadomasoquistas. El BDSM como práctica tiende a “erotizar” y “burlar” el “poder” y sus relaciones estratégicas, dando cuenta en el mismo acto de su existencia. Lamentablemente, no es todo tan simple. No podemos pensar las prácticas, ninguna práctica, como existente en el vacío. Si las estructuras en las que existen esas prácticas son racistas, cis heteronormadas, capacitistas, sexistas, clasistas, entre muchas otras opresiones, no podemos pensar que las mismas no van a tener una cuota de eso. La pregunta es qué hacemos para desarmar esas estructuras o al menos no reproducirlas hacia el interior de nuestras relaciones. La sexualidad está profundamente atravesada por estructuras sociales, culturales y territoriales. En el encuentro entre dos o más personas, también hay un encuentro entre privilegios, y desigualdades. Hay un momento en donde ya no hablamos de “comunidad de BDSM” que es a lo que mucha gente se refiere y con lo que muches no nos identificamos, ya que creemos que la mayor parte de esas comunidades utiliza las prácticas disidentes -disidentes de la norma, o con potencialidades contrahegemónicas- para reforzar sus posiciones de poder y privilegio, entendiendo que estas comunidades están mayoritariamente conformadas por personas que históricamente han estado en posiciones de poder. Por eso es que también hacemos tanto énfasis en empezar a hablar de “prácticas fetichistas” o “sadomasoquismo”, y por lo cual esas mismas prácticas han sido visibilizadas y llevadas a cabo por comunidades LGTBQ+ y trabajadores sexuales hetero y no-hetero mucho antes de que personas heterosexuales cis las practicaran. Esto en parte se debe a que al existir esas mismas identidades y prácticas (LGTBQ+) en la marginalidad hubo más espacio para la existencia y re-florecimiento de otras prácticas, identidades y experiencias como toda la subcultura leather, y BDSM consideradas marginales también.