La cantidad de elementos que se advierten en el segundo disco de la orquesta TAXXI Tango XXI aparecen en sintonía con la intensidad de la vida de su director, el bandoneonista y compositor Pablo Gignoli. Desde su departamento de París cuenta su historia. Clase 1978, nació en Villa María, Córdoba, tocaba guitarra y piano, hasta que su padre --distribuidor de garrafas y músico amateur-- le legó el bandoneón. A los 8 años estudió un año sin parar fueye, pero lo ganó el rock y el blues: iba y venía de Stevie Ray Vaughan y Frank Zappa a Charly García y Luis Alberto Spinetta hasta que el tango, como suele ocurrir, lo atenazó en la madurez.

A los 20 se radicó en Buenos Aires y para poder comer tocaba el bandoneón a la gorra en la vereda del Teatro San Martín, en la calle Corrientes. Todavía recuerda cuando Pepe Libertella se detuvo para escuchar los dos únicos temas que sabía tocar. “Me dejó 20 pesos… No lo podía creer: dos porciones de muzzarella en Güerrin, un moscato, y todavía me sobró plata. Ahí me dije: ¡me tengo que dedicar a esto!”. Gignoli relata ese instante epifánico como si le hubiera ocurrido ayer. Maneja dosis parejas de ironía y melancolía. “Como se suele decir, la calle fue una escuela. Conocí a un montón de gente y me aventuré a situaciones que de otra manera no hubiesen sucedido, como ser reclutado para integrar una banda con dos sticks y batería, o estrenar un tema con Daniel Melingo que justo iba a Sadaic a registrarlo”.

En Buenos Aires se enamoró de una francesa. Por ella, y por la hija que tuvieron juntos, vive en Francia. Desde hace ocho años choca día a día con la realidad parisina, que poco tiene que ver con la postal del acordeonista de remera rayada tocando a la orilla del Sena. Está ahí en la lucha: con su música, su tango, su rock y, ahora, con un contundente y breve disco titulado Alimentation Générale.

Gignoli define TAXXI Tango XXI como una orquesta franco-argentina. En Buenos Aires tocó durante casi una década en la Fernández Fierro que, se sabe, más que una orquesta es una forma de plantarse ante la adversidad. “Cuando llegué venía a full con la onda de la Fierro. Y también con Derrotas cadenas, mi grupo posterior. Estaba escribiendo mucho. Llegué y armé al toque TAXXI Tango XXI con lo que encontraba. París es una ciudad muy intensa, no es que llegás y te relajás tomando cafecitos frente a la torre Eiffel. No: llegás y te pasan por arriba, están todos re sacados, a mil. El primer aliado fue nuestro contrabajista argento, Lucas Eubel Frontini. El trajo a una pianista y ella a una violinista, y así se fue armando la cosa”.

El primer disco de TAXXI Tango XXI se llamó Sweet Saint Denis , y salió en 2017. El título refiere a Saint Denis, la calle donde quedaba el primer departamento que habitó Gignoli. Es una zona del centro de París que tiene su espesura. “Está lleno de bares, sex shops, restaurantes chinos, hombre y mujeres que trabajan de día y de noche, mucho sexo pago. Aterrizar ahí fue fuerte, tuve experiencias alucinantes, como tocar el fueye en una misa para una prostituta del barrio que había fallecido. Estaban todas sus compañeras de calle. Fue muy loco, porque sentí como que el bandoneón sacaba a relucir su origen sacro. Todo eso mi inspiró para el disco. En Alimentation Générale, en cambio, el concepto vino por otro lado. ‘Alimentation Générale’ es como le llaman a los almacenes, y el disco habla de la alienación urbana y de las porquerías que solemos comer. En ese sentido, el tema ‘Big Mec’ es el más explícito: habla de un tipo común que sueña que come manjares con sus amigos pero despierta en medio de su trabajo y del ruido de las máquinas, y termina comiendo un kebab. En el clip participa brevemente ese genio llamado Pedro Saborido”.

“Big Mec” es uno de los seis temas que componen Alimentation Générale que tiene letra. El vocalista, Sebastián Rossi, es coautor de los temas cantados, un chubutense que, define Gignoli, “es el cantante más popular de tango que tenemos en estos pagos. Un crack”. Los otras cinco piezas se mueven por una estética ubicada en el resquicio que queda entre Osvaldo Pugliese y Astor Piazzolla procesado por el toque adrenalínico, a su manera rockero, de la Fernández Fierro. Gignoli apunta que durante la etapa de “grabación y post del álbum” escuchó sin parar The Velvet Underground & Nico. “Alimentation Générale quedó bien variado, cada tema es una película diferente. Pugliese y Piazzolla, sí, pero también Pedro Laurenz, un bandoneonista que me gusta mucho, que tendía a la claridad y la limpieza. Un tema como ‘Damas 20h’ nació del bajo de ‘Rondas primaverales’ de ‘La consagración de la primavera’, de Igor Stravinsky y después creo que es una canción con algo de The Wall de Pink Floyd. En fin, siento que el disco tiene un rejunte de influencias”.

Foto: Elsa Broclain

Gignoli maneja el arte de la dispersión y desde aquellos billetes de Libertella en la calle Corrientes no paró de armar proyectos y alternar con artistas disímiles. Tocó con Benjamin Biolay en su anclaje más porteño: hizo treinta conciertos en la gira de presentación de su disco Palermo Hollywood y grabó en Volver. “Biolay quedó fascinado con Buenos Aires, hay un juego de embelesamiento entre porteños y parisinos”. Actualmente es arreglador y bandoneonista de Plaza Francia Orchestra, el proyecto de los fundadores de Gotan Project, Mueller & Makaroff, y ya tiene listo un disco nuevo del dúo que integra con el pianista Sebastián Volco. Volco & Gignoli tiene una delicadeza desarmante, con versiones logradísimas de clásicos del tango y de otros géneros, como “In a Silent Way” de Miles Davis, “Canción de dos por tres” de Charly y “Durazno sangrando” de Spinetta.

No parás.

--¡La pandemia me paró! Tengo mucho trabajo detenido. París es muy linda, pero en los últimos años estaba como saturada. Hace dos años con los chalecos amarillos, luego con la reforma jubilatoria… La calle se volvió brava. Ahora se detuvo la vida y podemos disfrutar de una ciudad sin turistas. El mundo se puso raro. Me compré una bici, ando por ahí, dando vueltas, pensando en canciones. No se me ocurre otra cosa mejor para hacer.