“Le echo la culpa a mi madre”. La frase se repite en varias ocasiones en Call Your Mother - Memoirs of a Neurotic Filmmaker, el libro autobiográfico del realizador estadounidense Barry Sonnenfeld, responsable de algunos de los títulos más populares de los años 90. El director de la resurrecta mansión de Los locos Addams y la saga Hombres de negro considera que la muerte de Jimi Hendrix fue culpa de su mamá. Lo mismo el miedo a volar, entre otros hechos, fobias y temores que hacen que Sonnenfeld se auto perciba como la persona más neurótica del planeta. Más neurótica incluso que Larry David, según afirma cotejando encuestas personales y públicas. Con un sentido del humor ácido y, por momentos, bastante oscuro, el cineasta nacido en Nueva York en 1953 recorre a lo largo de más de 300 páginas –editadas en inglés por la editorial Hachette, todavía inéditas en idioma español– los momentos más altos y bajos de su existencia, desde la infancia hasta tiempos recientes: el llamado que detuvo por un instante un recital multitudinario, los abusos sexuales de un familiar, el interés relativo por el cine y un fugaz paso por la industria pornográfica, el encuentro definitorio con unos jovencísimos hermanos Coen, su carrera como director de fotografía antes de dar el paso hacia la dirección, las idas y vueltas del dinero y la fama. “Faltaban ocho semanas para cumplir los diecisiete años y vivía una vida (si a eso puede llamarse vivir) llena de contradicciones”, afirma el autor en el primer capítulo. “Nunca había salido tarde sin mis padres y, sin embargo, estudiaba en la escuela secundaria pública más progresista de la ciudad de Nueva York. Era el joven más bajo en la clase de Música y Arte, pero nueve meses más tarde llegaría e medir 1.82 metros, manteniendo mi peso ‘petiso’ de 49 kilos. Estaba extremadamente sobreprotegido por mis padres aunque, a su favor, ninguno de ellos quiso que practicara una profesión icónicamente judía, como las leyes, la medicina o las finanzas. Mi madre quería que fuera un artista y mi padre me dijo que siguiera algo que me diera placer y tratara de encontrar la forma de hacer dinero con ello”.
El título “Llama a tu madre” es explicado con lujo de detalles en ese mismo apartado. La fecha, 28 de enero de 1970. El lugar, Madison Square Garden, donde se llevaba a cabo el Winter Festival For Peace, un evento benéfico en protesta por la Guerra de Vietnam. Sobre el escenario, Jimi Hendrix está parado frente a 20.000 almas. Exhausto y con una gran cantidad de alcohol y otras sustancias corriendo por su venas, el gran músico nunca llegaría a tocar en su totalidad el set list de esa noche, pero para el joven Sonnenfeld el detonante del desastre sería otro muy distinto. Cuando el músico se disponía a dar el primer rasguño a su guitarra, por los altavoces una voz potente hizo un anuncio inesperado. “Barry Sonnenfeld, llama a tu madre”. Mientras caminaba hacia el extremo del auditorio en busca de un teléfono público, con una parte del público coreando al unísono su nombre de pila, el autor imaginaba (lo sabía, lo sentía en las tripas) que había ocurrido lo peor: su padre estaba muerto. “Mamá atendió el teléfono y, de forma nada sorprendente –teniendo en cuenta que mi padre había muerto– lloraba incontrolablemente, como yo. ‘Mamá, ¿está todo bien?’ ‘¿Qué?’ ‘¿Está todo bien?’ ‘¿De qué estás hablando?’ ‘Papá. ¿Está muerto?’ ‘¿Qué?’ ‘¿Mamá. ¿Quién se murió?’ ‘¡Pensé que tú te habías muerto!’ ‘¿De qué estás hablando?’ ‘Me dijiste que vendrías a casa a las dos. Son las dos y veinte’. Ocho meses después, el que estaba muerto era Hendrix. Le echo la culpa a mi madre”, escribe Sonnenfeld antes de pasar al siguiente capítulo, en el cual describe la relación con "Cousin Mike the Child Molester" (El Primo Mike Abusador de Niños), de allí en más apodado, sencillamente, CM the CM. Es una descripción dolorosa pero, al mismo tiempo, bañada en un sentido del humor negrísimo, válvula de escape segura ante esos recuerdos. El autor relata que los toqueteos genitales, que habían permanecido en la parte más recóndita de su memoria, volvieron a la superficie en tiempos recientes y que al confrontarlos con su padre, todavía vivo a los noventa años, no tuvo la respuesta esperada. “El estigma social del abuso infantil en aquellos años no era el mismo que ahora”, dice el autor que dijo su padre, antes de afirmar de manera rotunda, como si se tratara del remate de un gag más amargo que risueño, “Mi madre, mi padre y CM the CM deberían haber sido condenados a prisión”.
Tus zonas erróneas
Hijo de un vendedor de artefactos de iluminación y una maestra de escuela afecta a los ataques de hipocondría y depresión, Barry describe sus zonas de aflicción física en detalle: cálculos renales que lo persiguen desde temprana edad, una ciática muy dolorosa que tuvo su nacimiento cuando comenzó a dirigir películas y la tendencia a vomitar ante cualquier situación de tensión o stress. La crudeza escatológica con la cual describe algunas situaciones tiene su culminación en el capítulo dedicado a la filmación de varios largometrajes porno en un mismo set y a lo largo de poco más de una semana. Durante el rodaje usó ciertos pantalones “porque eran los más sueltos que tenía y no quería que las estrellas porno vieran mi erección. ¡Ja! No sólo no tuve una erección en esos nueve días de pornografía sino que no tuve ninguna en los seis meses siguientes. Debe haber sido el olor. O tal vez fue el roce de una vena contra otra vena a menos de un pie de distancia mía”. Las “venas” en cuestión deben leerse para creerse, pero el retrato que hace Sonnenfeld de una típica filmación XXX hacia finales de los años 70, en la cual hizo de las veces de eventual camarógrafo, dista mucho del glamour, la excitación o el placer. Unos meses después de esa experiencia inolvidable, en una fiesta en un loft neoyorquino repleto de gente adinerada, el protagonista del libro conoció a una pareja de hermanos –sin dinero, como él– que le cambiarían la vida. Y viceversa. “En el otro extremo de la habitación vi a un tipo alto y desgarbado, con pelo enrulado y descuidado, que parecía tan incómodo como semítico. Su nombre era Joel Coen, también conocido como el hermano Coen más alto. (…) Joel y yo teníamos sentimientos diferentes sobre el cine. Él lo amaba y, junto con su hermano Ethan, venían haciendo películas caseras en Minnesota desde que tenían 8 y 5 años”. El resto es leyenda, que Call Your Mother describe con lujo de detalles, comenzando por la fabricación del tráiler de una película que todavía no estaba filmada, estrategia esperanzada para conseguir la financiación necesaria. Un largo camino que llevó a la pareja de hermanos a dirigir su ópera prima, Simplemente sangre (1984), y a Sonnenfeld a debutar como director de fotografía de una largometraje profesional.
“Joel, Ethan y yo nunca habíamos estado en un set de filmación antes de nuestro primer día en Simplemente sangre. Yo nunca había sido camarógrafo en un largometraje ni había trabajado en el departamento de cámara, en ninguna posición, en una película de verdad. Joel jamás había dirigido nada excepto sus películas caseras y de estudiante. Ethan jamás había producido. Simplemente declaramos que éramos realizadores”. Hay muchos datos cinéfilos y anécdotas ligadas al rodaje de Simplemente sangre, pero también una puesta en realidad de lo tedioso de algunos procesos, como la búsqueda de locaciones. Asimismo, el autor no tiene empacho en dejar de lado egos, prestigios y jerarquías a la hora de destacar la relevancia indispensable de figuras como los key grips, “los tipos que construyen cosas y mueven la cámara sobre los rieles”. También reparte flores sobre uno de los oficios ligados al mundo del cine más odiados: la crítica. Luego de que el montaje del film estuvo terminado, la exhibición privada para los inversores fue aparentemente un desastre. B. S. afirma que todos los allí presentes lo odiaron y que más de un tercio escapó de la sala antes de que terminara la proyección. Al mismo tiempo, Simplemente sangre era aceptada por el Festival de Cine de Nueva York. Casi sin quererlo, el trío de jóvenes ingresó a la sala donde la película se proyectaba por primera vez ante un público. “Joel, Ethan y yo abrimos la puerta de atrás de la sala. Nos recibió una nueva ola de risas de los críticos presentes. Ante nosotros había una copia de la película perfectamente proyectada sobre una pantalla grande y hermosa. Finalmente, había una audiencia a la que le gustaba nuestra película. Por suerte, eran todos críticos de cine”. El comienzo de la filmografía de los Coen coincidió con el arranque de la carrera de la actriz Frances McDormand y la posibilidad de que Sonnenfeld fuera contratado como cinematographer nuevamente. No sólo por sus amigotes Ethan y Joel, con quienes repetiría rol en Educando a Arizona (1987) y De paseo a la muerte (1990), sino como responsable de la fotografía en títulos como ¿Me la saca, doctor? (1985), de Frank Perry, Tira a mamá del tren (1987), de Danny DeVito, Quisiera ser grande (1988), de Penny Marshall, Cuando Harry conoció a Sally (1989) y Misery (1990), ambas de Rob Reiner. “Nunca podría haber sido un actor, pero encontré una forma, como hijo único de padres judíos, de hacer que el público me prestara atención a mí, la cámara”.
Cualquiera puede filmar
“Con Penny nos gustábamos mucho como personas, pero ella realmente me detestaba como director de fotografía. Veníamos de dos formas muy distintas de trabajo. Su pericia provenía de la actuación y la comedia. Mi fuerte era la narración visual. Debería haber sido una relación dinámica, pero no fue eso lo que ocurrió”. El recuerdo de trabajar bajo las órdenes de Penny Marshall en el rodaje de Quisiera ser grande forma parte de las anécdotas profesionales de Call Your Mother, que paradójicamente deja afuera casi por completo el proceso de producción de Hombres de negro , probablemente su largometraje más exitoso en términos de taquilla, o el fracaso de Wild Wild West, película que, de alguna manera, volvió a marcar un giro en su carrera. En cambio, fiel a un estilo biográfico en términos estrictamente privados, el volumen se encarga de detallar los sobrenombres de su pene y la vagina de su esposa (¡!). Ya como realizador consumado y mimado (momentáneamente, al menos) por la industria, Sonnenfeld sobrevivió a un accidente de aviación en un pequeño jet privado que terminó de curarlo de la fobia a los vuelos. Eso y otra situación en un 747 que le pondría los pelos de punta al más experimentado de los pasajeros, otra de las instancias dramáticas que el texto transforma en comedia voluntaria. El gran golpe profesional en su carrera, desde luego, llegaría con Los locos Adams (1991), su debut como director de cine.
“Vivía gracias a un salario semanal y mi hogar en Santa Mónica estaba ubicado a una cuadra del Pacífico. Tuve que filmar algunas partes de otras dos producciones de Warner Brothers que necesitaban fotografía adicional, incluyendo Buenos muchachos. Fue un gran verano. El botones trajo un sobre que conteniendo el guion de Los locos Addams , junto con una nota que decía que yo debía dirigirla. Estaba en Los Ángeles trabajando en Misery, de Rob Reiner”. Fue el reboot de la clásica serie televisiva el que inició el romance del realizador con Hollywood, reforzado luego por el hit protagonizado por Will Smith y Tommy Lee Jones y el inesperado golazo de El nombre del juego, film que le llevó, tanto a él como a Danny DeVito –uno de los protagonistas y principal productor–, dos años de espera hasta obtener la luz verde. En el breve epílogo de su autobiografía, Sonnenfeld resume humorísticamente toda una vida con la siguiente moraleja. “Me estremezco cuando pienso en cuántas salvadas por un pelo, cuántos atracos, cuántos choques de auto y de avión, evité accidentalmente. Will Smith solía bromear y decía que quería llevarme a las escuelas públicas de Filadelfia, señalarme y afirmar ‘si este tipo pudo terminar como un director de cine exitoso en películas de gran presupuesto, cualquiera puede’. Tiene razón. Si yo terminé siendo un director de cine exitoso en películas de gran presupuesto, cualquiera puede. Mi consejo: sean lo que quieran ser y no culpen a sus padres”.