Sentarse. Agarrar el teléfono. Cerrar los ojos. Disponerse a jugar. Y en silencio, escuchar. Estas parecen ser las instrucciones de una nueva forma de acercarse a lo teatral. Al menos así lo entendieron el colectivo Monomujer y los creadores de *31#, quienes lejos del zoom y las videollamadas presentan, a la gorra virtual, nuevas experiencias de escucha teatral a través del teléfono. Ni más ni menos que una nueva forma de ser y hacer a pesar de los límites pandémicos.
Monomujer: Teatro para un Espectador es una compañía feminista integrada por Jimena García Conde, Julia Sánchez, Luzma Moreira, Mica García, Olave Mendoza y Virginia Curet, que desde el 2016, busca a través de sus obras comunicarse con un único espectador.
Incluso tiempo antes de la pandemia el colectivo se caracterizaba por actuaciones y experiencias que priorizaban una relación íntima y personal. Sus piezas breves e intensas funcionaban en gabinetes, un tipo de caja que, como espacio escénico, situaba al espectador dentro de la escena. Para el colectivo era importanteen tiempos de pandemia y teatros cerrados, que aquella cualidad de un solo espectador-oyente se mantuviera. Por eso, decidieron readaptarse a través de la presentación de Negra y La visita, dos piezas brevesen formato de audio monólogo que sus creadoras llaman experiencias de escucha teatral: “En las experiencias buscamos los mecanismos para generar cercanía, esa confesión que se produce entre artista y espectador-oyente: la voz, el relato, los recursos sonoros, pero también todo lo que el espectador-oyente está dispuesto a entregar en la experiencia. Esto genera una vivencia muy personal porque resulta de una construcción propia”.
Desde siempre, Monomujerse caracterizó por abordar temáticas como la migración, la diversidad y el sistema patriarcal. Básicamente, por revisitar y reflexionar sobre temas de la actualidad. Las obras Negra y La Visita, de aproximadamente siete minutos de duración, no fueron la excepción. En ellas, la discriminación, las desigualdades de género y aquello que las cárceles callan, se hacen presentes. Los únicos requisitos para participar del hecho artístico son: encontrar un lugar tranquilo y en soledad, usar auriculares para lograr una mayor intimidad y cerrar los ojos. De esta manera, el encuentro se materializa como íntimo y el viaje se convierte en personal. “Dentro de la ola virtual que se erige como principal medio para comunicarse y ante la saturación visual que estos tiempos proponen, nosotras nos planteamos indagar en relación a acciones que promuevan una interioridad a través del sentido de la escucha”, explican desde el colectivo.
Con una iniciativa similar, Max Suen, Almudena González y Naomi Stein idearon *31#, una experiencia de tres obras surgida íntegramente en tiempos de pandemia. Junto con la propuesta de Monomujer, las une la idea de un único espectador, pero ambas se manifiestan distintas en cuanto a su concreción. En *31# no sólo hay que escuchar, también se puede hablar.Shmooze, de Naomi Stein, Aparezco porque te extraño, de Almudena González, e Inducir el sueño, de Max Suen, son llamados telefónicos de aproximadamente 15 minutos en los que se genera un vínculo íntimo entre ambas partes de la llamada. Si bien hay una propuesta dramatúrgica bien definida desde el actuante, la experiencia se construye junto con quien escucha, por lo que cada una se convierte en una única e irrepetible.
“En *31# el espectador pasa a ser oyente y participante. La ausencia de imagen se convierte en ganancia. Al ser la voz el único medio expresivo en juego, permite que se despliegue un imaginario mucho más amplio. Quien escucha, completa la experiencia con su propio campo imaginativo”, detallan sus creadores.
A la hora que comienza la función, en vez de esperar a que se abra el telón, hay que esperar a que suene el teléfono. Llaman desde un número oculto. Lo que suceda después dependerá de la experiencia elegida por el oyente espectador. “Hola, aparezco porque te extraño”, dice del otro lado una suave voz con acento español. ¿Es necesario responder? Una invitación a jugar un juego se asoma. Lo lúdico se convierte así en una propuesta para participar de un acontecimiento individual, dedicado y en vivo. “Nuestro objetivo fue poder tener una propuesta a la distancia, pero sin perder ciertos rasgos del teatro que creemos fundamentales: que sea en vivo, que sea un acto dedicado y que el núcleo de la ficción sea la actuación”.
*31# y Monomujer cuentan historias que llegan, se presentan, bucean y escabullen a través de un sólo sentido. Está claro que lejos están de la experiencia teatral tal y cómo era conocida. Sin embargo, estas propuestas hacen suya una nueva y propia teatralidad. Hablar del amor con desconocidos, construir nuevas formas de intimidad impensadas, imaginar con los ojos cerrados, hacer un nuevo viaje. Son experiencias que invitan a transitar de una forma distinta la soledad. Son experiencias difíciles de clasificar pero que, en tiempos de subsistencia, su arte se convierte de alguna manera en un acto y forma de resistencia.