Desde su estreno mundial hace casi tres años en el Festival de Locarno, donde fue galardonada con el Leopardo de Plata, As boas maneiras viene recorriendo una ingente cantidad de eventos cinematográficos y disfrutando de lanzamientos comerciales en salas de cine y plataformas de video a demanda a lo largo y ancho del planeta. En la Argentina, el largometraje de los brasileños Juliana Rojas y Marco Dutra –una amalgama de film de horror con conciencia de clase y cuento de hadas para adultos– tuvo su paso por la Competencia Internacional del Bafici 2018, pero recién ahora pueden volver a apreciarse sus bondades gracias al estreno online en la plataforma Mubi, donde se encuentra bajo el título en español Los buenos modales (ver crítica aparte
). Los realizadores vienen concentrando su interés, en tándem y por separado, en los placeres del terror cinematográfico y zonas aledañas, y aquí reencauzan el inoxidable mito del lobisón en una historia que retrata aspectos políticos de la sociedad paulista al tiempo que pone en pantalla una historia de deseo y amor en el lugar y el contexto menos esperados.
Al mismo tiempo, As boas maneiras no deja de ser un film de terror de tonos clásicos que reelabora tópicos tradicionales, con homenajes literales a films como El hombre lobo americano y otros guiños no tan evidentes. Desde San Pablo, en comunicación exclusiva con Página/12, los cineastas confirman el extenso recorrido del largometraje, desandando el camino que va desde su concepción hasta la primera exhibición en una sala de cine. “La primera versión del guion ya contenía la relación entre las dos mujeres y el embarazo”, afirma Marco Dutra, quien a comienzos de este año –en el que sería el último festival de cine desarrollado con relativa normalidad, la Berlinale– estrenó su última película, Todos os mortos, codirigida por Caetano Gotardo y coeditada por Juliana Rojas.
Juliana Rojas agrega que “la primera inspiración fue un sueño que tuvo Marco, sobre dos mujeres viviendo en un lugar aislado y cuidando a un niño monstruo. Recuerdo que él me contó el sueño y para mí fue muy intenso”. Rojas tenía previsto iniciar el rodaje de su nuevo largometraje en solitario, Cidade; Campo, a finales de mayo o comienzos de junio, pero todo el trabajo quedó detenido como consecuencia de la pandemia de la covid-19. Y no sabe cuándo se reactivará el proyecto. Sin embargo, esta semana se estrenará en Netflix a nivel global la serie de terror Boca a boca, de la cual es cocreadora además de responsable de dirigir dos capítulos. La actividad no parece detenerse para los prolíficos Rojas y Dutra y aún en plena cuarentena –que en la ciudad donde viven nunca fue del todo estricta, según confirman en las pequeñas pantallas de la videoconferencia– están dando los primeros pasos de un proyecto en conjunto que podría incluir una casa embrujada.
-¿Cómo es escribir y dirigir juntos?
J. R.: -En el caso de As boas maneiras, Marco preparó un primer borrador y fuimos reelaborando la historia. Pero no nos sentamos a escribir juntos ni nada por el estilo. Se trata de hablar y discutir mucho sobre las ideas, las estructuras y las sensaciones de la historia y luego compartir el material, escribiendo y reescribiendo. Ida y vuelta. Sólo cuando tuvimos la última versión del guion nos sentamos juntos a hacer los arreglos finales. El proceso creativo implica hablar y compartir.
M. D.: -Durante el rodaje estamos todo el tiempo juntos y así es como dirigimos, no nos dividimos escenas ni nada por el estilo. Hay que tener en cuenta que nos conocemos desde 1999, desde el comienzo de la carrera de cine. Incluso allí, en la escuela, dirigimos juntos muchos cortometrajes y luego, en 2011, nuestro primer largometraje, Trabalhar cansa. Nos entendemos muy bien. Es muy raro que tengamos diferencias o le dediquemos mucho tiempo a decidir cómo hacer algo, porque estamos muy en sincronía. Además, hay que decir que ensayamos mucho con los actores pero también improvisamos y, por lo tanto, el guion final realmente se decide después de los ensayos, justo antes del inicio de la filmación. Las escenas cambiaron bastante durante el proceso de preproducción.
-Uno de los aspectos más interesante y potentes en la primera mitad del film es la relación que se establece entre Clara, la “criada”, y Ana, la mujer adinerada y embarazada que la contrata. ¿Ese vínculo y la manera en la cual va mutando estuvieron siempre en el guion?
J.R.: -Todo eso estuvo desde un primer momento. Me refiero a la relación de trabajo y las diferencias de clase, porque en las primera versiones no estaba presente el vínculo amoroso. También cambiamos el origen geográfico de Ana: en un primer momento venía de una región rural más tradicional, pero decidimos cambiar eso por una zona como Goiás, en el centro de Brasil, más ligada al agronegocio y la ostentación. Menos aristocrática y más de nuevo rico. También nos interesaba, desde lo visual, señalar la división que marca el río en San Pablo, donde de un lado está esa zona de grandes edificios y gente de clase acomodada y del otro, muy cerca, barrios muy pobres. Ese contraste es muy característico de Brasil y, en particular, de San Pablo.
M.D.: -Hablamos mucho sobre la maternidad y cuán ligada está a cuestiones de sangre o no. Por eso decidimos que las protagonistas debían tener una relación sentimental. Originalmente había algo más ambiguo, como las mordeduras, pero no era explícito que Clara y Ana tenían una relación sentimental y sexual. Lo cual es interesante porque allí hay mucho de tabú, no sólo por ser dos personas de orígenes casi opuestos sino también porque una de ellas es blanca y la otra es negra. Creo que fue una buena decisión.
-Más allá del claro homenaje a El hombre lobo americano, de John Landis, las referencias cinéfilas que pueden percibirse en la historia son muchas. ¿Qué películas o realizadores tuvieron como norte o influencia a la hora de pensar la historia y su forma?
J. R.: -Discutimos mucho sobre La noche del cazador, de Charles Laughton, porque también es una película donde hay chicos y el tono es cercano al cuento de hadas. Comienza con una voz en off y tiene un acercamiento mágico a una realidad que es muy dura. De alguna manera, creo que la influencia mayor es esa. Además, estéticamente es una película muy interesante, por la forma en la cual es utilizada la iluminación, las sombras. Es muy expresionista.
M. D.: -Durante la escritura del guion hablamos sobre los cuentos de hadas y eventualmente comenzamos a discutir ciertos elementos visuales de los primeros largometrajes animados de Walt Disney. En particular los conceptos creativos de Mary Blair, que trabajó mucho tiempo en la compañía Disney. También La bella durmiente, porque es una película dividida en dos partes. Sabíamos, por ejemplo, que íbamos utilizar la técnica del matte painting para ciertos fondos. La historia transcurre en San Pablo, pero queríamos que fuera una versión de San Pablo diferente a la real. Una versión de cuento de hadas donde las cosas son un poco alegóricas. Por ejemplo, cuando vemos el río, el centro de la ciudad y la periferia: todos esos elementos existen en la realidad, pero en la película tienen un aspecto visual diferente. Todas esas divisiones –la periferia y el centro, los ricos y los pobres– son cuestiones que aparecen en los cuentos de hadas.
J.R.: -Miramos muchas películas de hombres-lobo, pero hay otro título que hay que destacar y que a mí, en lo personal, me gusta mucho: Enemigo mío, de Wolfgang Petersen. Es un film que recuerdo haber visto durante la infancia y que quedó muy marcado en mi memoria. La volvimos a ver y es realmente muy interesante, no sólo por su forma sino por la relación entre el humano y el alienígena. Y luego, cuando nace el pequeño alien y este es criado por el hombre, es muy hermosa esa relación de amistad y afecto.
-Ya que han mencionado la técnica tradicional de matte painting, utilizada durante todo el período clásico del cine para generar fondos, es interesante destacar el uso de los efectos especiales. ¿Cómo fue que decidieron encarar algunos de los FX con técnicas físicas (marionetas, efectos prostéticos) y otros mediante el uso de la tecnología digital?
M.D.: -Los efectos especiales fueron hechos por tres compañías distintas y hubo mucha gente involucrada. En el guion ya estaba claro que tendríamos al hombre-lobo corriendo o al bebé recién nacido bebiendo la leche y llorando. Todas esas acciones en el papel fueron relevantes a la hora de tomar decisiones. En cuando al matte painting, las pinturas fueron hechas en Brasil por el artista Eduardo Schaal. Pensamos que podrían ser hechas a la manera tradicional, pero finalmente se pintaron a mano con herramientas digitales. Algunas fueron muy complejas e implicaron movimientos de cámara. Los efectos del hombre-lobo fueron hechos en Francia.
J.R.: -Fue todo un tema decidir cómo hacer los efectos, porque había cosas que sólo era posible lograr con animación CGI y otras que era mejor resolver con efectos prostéticos. Y eran muy importantes, porque los efectos están ligados a la posibilidad de generar empatía, un vínculo emocional. Y llegamos a la conclusión de que lo mejor era utilizar una mezcla de ambos mundos. En lo personal, creo que los efectos físicos son siempre más potentes, porque los digitales evolucionan todo el tiempo y si uno mira una película de hace cinco años ya no parecen tan creíbles. Al ver Jurassic Park hoy, los FX digitales se sienten de la era en la que fueron producidos, pero los físicos (las patas gigantes o las cabezas, por ejemplo) siguen siendo igual de potentes.
-¿Existe en Brasil una versión folclórica del hombre-lobo? En la Argentina, la figura y leyenda del lobisón llegó por vía de la influencia guaraní?
M.D.: -Sí, desde luego. El lobisomem. Es interesante, porque Stephen King, en su ensayo Danza macabra, dice que están el fantasma, el vampiro, el monstruo y el hombre-lobo. La mayoría de esas figuras cinematográficas tienen origen europeo. El vampiro en la literatura gótica, el monstruo de Frankenstein, de Shelley, Jekyll y Hide, de otro escritor inglés. Pero en Brasil, el hombre-lobo también es una figura popular, especialmente en las áreas rurales. Para nosotros tenía sentido tocar esta historia, porque hay muchos aspectos brasileños que utilizamos fuertemente: cuestiones religiosas, tabúes, la vida en el campo. Aunque es una película urbana, hay un flashback que transcurre en Goiás, en el interior de Brasil. Y el clímax del film es durante las fiestas de junio, una celebración tradicional en Brasil. Lo interesante es que la gente de la ciudad se viste como si fuera del campo. Como en una fiesta de disfraces.
-¿Resultó difícil hallar a las protagonistas y al niño que interpreta a Joel? Dicho sea de paso, el joven actor no podría tener un nombre más apropiado para la historia: Miguel Lobo.
J.R.: -Tuvimos audiciones para los roles femeninos. En el caso del personaje de Clara, uno de los asistentes de dirección conocía a Isabél Zuaa por haber trabajado en la película Joaquim, de Marcelo Gomes, y nos dijo sólo cosas buenas sobre ella. Isabél es portuguesa, viajó para hacer el casting y recuerdo que la impresión que tuve fue muy fuerte. En cuanto a Marjorie Estiano, la conocíamos porque es una actriz muy popular en Brasil. Y también fue muy buena la impresión que tuvimos en la audición. Fue interesante porque Isabél vivía en ese momento en Río de Janeiro pero tuvo que viajar a Lisboa y nunca hicimos una prueba con las dos actrices juntas. Se conocieron recién durante la lectura final del guion. Para el niño el proceso fue muy largo, en parte porque buscábamos chicos de entre siete y nueve años. Nos tomó mucho tiempo hallar a Miguel, quien a pesar de no tener experiencia actoral previa resultó ser alguien extremadamente intuitivo, sobre todo por su edad. Trabajamos con un coach actoral, que fue muy importante porque teníamos un poco de miedo, por el tema de la película, por ser un film de terror y algo violento. Pero la verdad es que le encantó participar de una película donde podía transformarse en niño-lobo.