Los buenos modales 8 puntos
As boas maneiras; Brasil, 2017.
Dirección y guion: Marco Dutra y Juliana Rojas.
Fotografía: Rui Poças.
Música: Guilherme y Gustavo Garbato.
Intérpretes: Isabél Zuaa, Marjorie Estiano, Miguel Lobo, Cida Moreira, Andréa Marquee.
Duración: 135 minutos.
Estreno: en la plataforma Mubi
La dupla paulista integrada por Marco Dutra y Juliana Rojas ya había sorprendido con su singularísima opera prima, Trabalhar cansa, exhibida en el Festival de Cannes 2011, pero con su segundo largo, Los buenos modales, que ahora finalmente llega a un público más amplio a través de la plataforma Mubi, dio un salto de proporciones y consiguió uno de los mejores films latinoamericanos del último lustro. Estrenado en el Festival de Locarno 2017, donde ganó el Premio Especial del Jurado (presidido por Olivier Assayas), Los buenos modales arrasó luego no sólo en el Festival de Rio de Janeiro sino también en el de Sitges, dedicado al cine fantástico. Porque As boas maneiras es precisamente eso, un film del género fantástico como hace tiempo no se veía, no sólo pleno de referencias cinematográficas y literarias sino también con una perspectiva de crítica social que la convierte en una película fuertemente política.
Aunque de una gran complejidad conceptual, el film de Rojas y Dutra se puede sintetizar contando lo esencial, sin peligro de revelar sus misterios. Una muchacha negra, típica exponente de la llamada clase prestadora de servicios en una sociedad tan segmentada como la paulista, comienza a trabajar como empleada doméstica para una mujer joven blanca y acaudalada, que lleva su embarazo en una extraña, inquietante soledad, sin pareja, familiares o amigos a la vista. Algo se está gestando allí y no es precisamente un niño como cualquier otro.
A partir de esa premisa, As boas maneiras abandona los trajinados códigos del cine de terror para adentrarse en cambio, con una libertad absoluta, en una fábula en la que cabe tanto el relato popular a la manera de Nazareno Cruz y el lobo, de Leonardo Favio, y la estética kitsch de Walt Disney; el cine musical de Jacques Demy y la mitología teratológica de los estudios Universal de los años ’30 y ’40. Tal como declaran los propios realizadores (ver entrevista aparte ) resulta imposible no mencionar también un clásico de los clásicos del fantástico, La noche del cazador (1955), de Charles Laughton, por su condición de cuento de hadas macabro, una definición que le calza muy bien a Los buenos modales.
Todo este cosmos referencial, que por su sola enumeración puede hacer pensar en un pastiche, resulta sin embargo en manos de sus directores de una rara, impactante homogeneidad, como si toda esa genealogía hubiera existido para terminar decantando finalmente en As boas maneiras. Con una concepción visual deslumbrante, mérito del director de fotografía portugués Rui Poças (colaborador habitual de Miguel Gomes y João Pedro Rodrigues y responsabable de la luz de Zama, de Lucrecia Martel), el film consigue en color una atmósfera que logra evocar la permanente amenaza latente de los films en blanco y negro de ese maestro del fantástico que fue, y sigue siendo, Jacques Tourneur, con sus acechantes luces y sombras.
Como en el cine de Tourner o el de James Whale, la película de Rojas y Dutra va cobrando poco a poco una fuerza trágica, cuando aquellos que son diferentes –por el color de su piel, por su condición social, por su elección sexual y también por su naturaleza fuera de norma— no tienen más remedio que terminar enfrentándose a los feroces representantes de la civilidad y las buenas maneras, una turba enardecida que no duda en cargar con picos y antorchas –como en el Frankenstein de Whale-- contra aquello que no comprenden y que amenaza el orden de la llamada normalidad.
En la mejor tradición del fantástico, As boas maneiras no deja de ser un film
subversivo, en tanto expone el poder sedicioso del miedo: el miedo no sólo a
aquello que es distinto a la regla sino también al desorden, a la inestabilidad,
el miedo a no poder preservar un confort, ya sea material o espiritual. No por
nada el clímax de la película tiene lugar en un shopping center, ese templo del
conformismo al que los personajes centrales de As boas maneiras vienen a desafiar con las fuerzas liberadoras del
instinto y el deseo.