La idea surgió en escuelas rurales del sudeste de Córdoba y el sudoeste de Santa Fe. Un corredor campero que incluye pueblos como Bouquet, Monte Maíz, Saira, Cintra, Canals, Monte Leña y Chilibroste, entre otros, donde la problemática que la motivó -los desmontes masivos y las fumigaciones con agrotóxicos- es moneda corriente. “Con mis alumnos decidimos echar mano de esa situación y convertirla en arte, en canción. El objetivo de este proyecto sin fines de lucro es contribuir a la construcción de una nueva conciencia ambiental, a través del arte”, introduce Ramiro Lezcano, el profesor de música que pensó la acción y pasó a ella, luego de compartirla con sus discípulos del colegio Hipólito Buchardo, de San Marcos Sud. Lo primero fue crear un tema sobre el tópico (“Juguemos en el campo mientras Monsanto no está”), luego grabarlo con coro de niños y niñas incluido, y finalmente tirarse un lance con resultado inesperado. “Sin ningún tipo de expectativa hicimos una pancarta que decía 'Pablo (Milanés) ayudanos, cantá con nosotros', porque justo en esas clases estábamos escuchando la trova cubana, y decidimos invitarlo para ver si la escuchaba”, cuenta el docente y productor general del trabajo. Para su sorpresa, quince días después tuvo una respuesta por demás feliz.
El trovador cubano, que por entonces se encontraba de gira por México, no solo dijo que le había gustado la canción, sino también que les iba a mandar su voz grabada para incorporarla a la versión definitiva. “Por supuesto no lo podíamos creer”, se sigue sorprendiendo Lezcano. La respuesta por la positiva de Milanés envalentonó a la tropita cancionera y a su capitán. Fue, en efecto, el puntapié inicial de una catarata de invitaciones a músicos que también dio favorable. Suna Rocha, Teresa Parodi, Juan Carlos Baglietto, Peteco Carabajal, Mavi Díaz, Guille Arrom, Piñón Fijo, Silvina Garré, Litto Nebbia, Marian Farías Gómez, Luciana Jury, Botafogo, el Dúo Coplanacu, Billy Bond, entre más se fueron sumando para cantar o tocar en cada canción que iba surgiendo al ritmo de un trabajo discográfico sin antecedentes en la Argentina, cuyo nombre va de suyo: Canciones urgentes para mi tierra.
“Conseguimos estudios en varias ciudades del mundo para que grabaran los artistas bajo el fin de colaborar con el proyecto, y así fueron apareciendo temas para abordar nuevas problemáticas ambientales con nuevas canciones. Problemáticas que, por más que no sean próximas a nuestro ámbito, como la minería a cielo abierto, son parte del mismo flagelo: el deterioro o la destrucción de nuestro habitat, de nuestra casa”, sentencia Lezcano, al comando de una historia que durante cuatro años devino en la participación de casi trescientos artistas en treinta y tres canciones de los más variados palos estéticos.
“Una de las fortalezas de esta mixtura de artistas es el resultado en canciones donde se puede escuchar a la Mona Jimenez cantando en la misma canción que Dyango y Victor Heredia, junto a una murga uruguaya. U otra en la que tocan los ex Riff, más Claudio O’Connor, Adrian Barilari y Hugo Bistolfi. También la canción 'Hombre', en la que tocan guitarra tres violeros que nunca habían grabado juntos: Claudo Gabis, Richard Coleman y Baltasar Comotto, y que incluye una versión inglés cantada por Durga McBroom, la que dibuja las melodías de 'Great Gig in the Sky', en Dark Side of the Moon, de Pink Floyd. A ella también le hicimos una pancarta que decía 'Durga ayudanos, cantá con nosotros', y a los quince días nos contestó. Estaba de gira por Italia y conseguimos un estudio allí para grabar”, relata el músico.
La variopinta y multitudinaria congregación de artistas se extendió hacia la participación de orquestas sinfónicas, cuartetos de cuerdas o coros de niños cantando en guaraní y quechua, tal el caso de “Conciencia de amor”. Otro paso importante fue convocar capos del sonido como Mario Breuer, el portugués Da Silva y Amilcar Gilabert, y dibujantes de pluma fina y creativa como Rocambole o Alejandro Ros, para mezclar e ilustrar cada tema. Las canciones son treinta y tres, y fueron incluidas en un CD doble, cuya edición física fue posible gracias a la intervención del Instituto Nacional de la Música. El INAMU extendió un subsidio para publicar quinientos discos, más un libro que incluye letras, créditos, ilustraciones, prólogos y reseñas. “Se hizo realidad el sueño y ahora estamos trabajando para que el proyecto se amplifique y llegue a muchas otras escuelas… La certeza de que la música es una herramienta de transformación social que nos puede ayudar a ser mejores seres humanos está intacta”, se esperanza Lezcano.
-¿Cómo funcionó y cómo funciona la interrelación entre docente y alumnos en tan ciclópea tarea?
-Todas las canciones surgieron del trabajo áulico. Algunas temáticas las propuse yo y otras llegaron desde los alumnos, como por ejemplo la de la canción “La flor de Chernobyl”. En 2016 se habían cumplido treinta años de esa tragedia nuclear y la conmemoración del hecho nos lanzó a la búsqueda de imágenes por internet. Allí nos encontramos con que las fotos actuales del lugar mostraban la convivencia de vegetación exuberante con el silencio y la desolación. El patetismo de la contradicción llevó a uno de mis alumnos a decir "qué lindas flores que hay… pero no hay humanos para que las puedan ver y cuidar". El dicho aludía al perímetro de restricción de movilidad humana que hay en el lugar, debido a los peligrosos niveles de radiactividad que aún existen. Bueno, esa vivencia áulica está plasmada en el verso "Una flor, Chernobyl, soledad". Por su parte, la estructura de la letra está inspirada en la canción “Por” del sublime Artaud, de Spinetta.
-La temática ambiental suele derivar en aristas políticas y económicas tan alentadoras como controversiales. ¿Cómo han manejado tal ensamble?
-Sí, cierto. Trabajar con una temática ambiental en la que se cuestionan algunas prácticas como las fumigaciones con agrotóxicos en plena pampa húmeda, donde un gran porcentaje de la población depende directa o indirectamente de la producción agropecuaria, siempre es un tema delicado. Hay un modelo productivo que tiene sus pautas y sus consecuencias, ante las cuales nosotros, parados en el “interior del interior”, forjamos nuestra revolución desde el arte, porque el arte también tiene que increpar e interpelar. Sobre todo en un contexto en el que la utilización de agrotóxicos provoca cáncer y enfermedades congénitas. Por suerte, la cuestión empieza a estar en la mesa de debate de muchos pueblos y ciudades.
-¿Encontraron muchas trabas?
-Las principales trabas que tuvimos que sortear fueron las propias de realizar un proyecto que no tiene antecedentes en el país, por fuera de UNICEF o alguna otra organización así. No es fácil para un puñado de escuelas rurales, su profesor de música y algunos colaboradores convencer a todos los músicos que se sumaron de que valía la pena sumarse. Tampoco lidiar con intermediarios, productoras y demás filtros que nos desgastaron un poco… Aunque cuando logramos comunicarnos con artistas que eran mis pósters en la adolescencia y les contamos el proyecto, aparecieron hermosas experiencias. Podríamos escribir un libro con las anécdotas de las grabaciones, las charlas con algunos artistas, las respuestas de algunos managers... En fin, capítulos casi surrealistas (risas).
La producción de Lezcano y elenco (Nicolás Garrone + Fernando Brizuela) significa claramente un ejercicio de educación ambiental, sobre la cual la población global está tomando, en general, mayor conciencia. “Sólo a través de una acción comprometida podremos realmente cambiar las conductas sobre el entorno y reconstruir un nuevo pensamiento”, refiere el multiinstrumentista y compositor cordobés. “Los seres humanos y la naturaleza tienen un interés común que es el mantenimiento de la vida sobre el planeta. Por eso, en nuestra relación con la tierra debemos adoptar una ética holística y sentirnos parte del entorno. Se debe abandonar la visión antropocéntrica para comenzar a comprender la humanidad en relación con todo lo existente… debe darse una ética de la simbiosis en lugar de la dominación”, reflexiona el también profesor de psicología y ciencias de la educación, que ya está trabajando en una especie de “volumen II” del proyecto. Ya tiene el título, Mensajes de tierra adentro, y conserva intacto el sueño de poder convocar otros músicos globales con “conciencia ambiental”. “Nos encantaría contar con la participación de Paul McCartney, Sting o Manu Chao”, se esperanza el hombre, de cara a un boceto que ya tiene adentro las colaboraciones de Hugo Fattoruso, León Gieco y Ricardo Soulé.
-¿Cuál es la realidad de las escuelas rurales, hoy, más allá de lo puntual y específico que se aprecia en este trabajo?
-Es una realidad compleja. Cada vez hay menos gente viviendo en los campos porque, dada la automatización de varios procesos en la producción agrícola, se fue prescindiendo de la mano de obra de muchos trabajadores que han tenido que emigrar a las grandes urbes. De todos modos, sostengo que la situación de aprendizaje en las escuelas rurales es especial.
-¿Por qué?
-El contexto que básicamente determina otros tiempos, otras dinámicas que predisponen a una situación ideal para la interacción con los alumnos. En este sentido, quiero decirlo, la ruralidad es un divino tesoro.
Invitados de lujo
La mirada de los músicos
Pablo Milanés: Hace cerca de cinco años recibí una carta de Ramiro Lezcano. La historia que me contó, las fotos que acompañaban a la carta, hicieron sensibilizarme con su proyecto que nacía y que intentaba hacer visible una realidad que, al igual que en San Marcos, ocurre en muchos lugares del mundo: la salud y el futuro de muchos niños estaba en riesgo por el descontrol y codicia. Ellos tuvieron el arrojo, con mucho esfuerzo, de enseñar su realidad y atreverse con el arte, y en este caso la música – que nos une a todos – a tratar de generar cambios. Lo que empezó con una canción en aquel día, “Juguemos en el campo”, que tuve el gusto de cantar con un hermoso coro de niños, ha llegado a ser hoy un disco de más de 33 canciones con colaboraciones de muchos amigos. Así, con esa sencillez, y a la vez grandeza, ha nacido Canciones urgentes para mi tierra, que ojalá sea ya una empresa con entidad y voz propia para quedarse.
Víctor Heredia: Miro alrededor y veo los rostros de artistas amigos, de compañeros inigualables que, al igual que yo, conocen el peligro que hoy corre nuestra casa. Los grandes negociados, los intereses sectoriales y corporativos hacen que la vida en general se vea amenazada en nuestro frágil planeta. Por eso, es emocionante ser parte del clamor que señala la necesidad de modificar nuestra actitud humana frente a la naturaleza. Los cambios climáticos y los devastadores efectos que producen comienzan a ser cada vez más elocuentes. Este llamado de atención está lleno de ternura porque proviene sustancialmente de niños en edad escolar, de jóvenes que todavía creen en las buenas intenciones, en el hombre y toda su dimensión. Muchos dirán que es infructuoso, que no dará los frutos esperados. Pero este árbol florece desde la sonrisa de quienes quieren otro futuro para ellos mismos, para los hijos de sus hijos. Sus voces nos están regalando algo que muchos de nosotros perdimos hace tiempo: la credibilidad en nuestros sueños”.
Peteco Carabajal: “Muy agradecido de ser parte de este mensaje humano para humanos. Creo en la vida y creo en el sol como creador de las condiciones naturales para el desarrollo y la evolución. Este trabajo me ayuda a poner en práctica mis creencias de una manera bella y artística”.
Litto Nebbia: Canciones Urgentes para mi tierra es un proyecto noble que busca concientizar al público en general sobre tantos problemas ambientales que existen. Por eso, creo, somos tantos los músicos que aceptamos participar. Es muy tierno también que nuestras voces se hayan mezclado en ocasiones con las de niños, alumnos de donde ha nacido esta idea. Nunca alcanzará todo el esfuerzo que se haga para lograr este propósito, debido a la loca vertiginosidad de las ambiciones y los negocios. Esto es lo que sucede con el mundo que vivimos. Casi todo se hace para TENER y no para SER. Este trabajo no cambiará el mundo, pero humildemente sumará su granito de arena”.
Nito Mestre: “La naturaleza sabe de la palabra, pero más sabe de acción, es por eso que intuyo que este proyecto va a sembrar en los niños un nuevo camino, para conseguir un futuro mejor”.
Claudio Gabis: “Siempre he pensado que el arte es la mejor herramienta para transmitir esos mensajes urgentes que la humanidad precisa, permanentemente, para denunciar, combatir y, a veces, resolver sus conflictos más graves. A lo largo de mi carrera, he tratado de plasmar ese pensamiento en las letras y sonidos de mis composiciones. Hoy vivimos una de las épocas más peligrosas, tóxicas y destructivas de la historia de nuestra especie y, más que nunca, se hizo realidad lo que escribí en 1972 para mi 'Blues de la Tierra Supernova'".
Mientras Monsanto no está
“Juguemos en el campo, mientras Monsanto no está”. Un coro de niños repite la frase como un mantra, al principio, entremedio y al final de la canción que inició este jugado proyecto artístico-educativo. Después, cada cual aporta lo suyo. En una especie de mezcla entre reggae y carnavalito, aparece la voz inconfundible de Pablo Milanés: “Que florezca mi yuyito / Que perfume mi canción / Que florezcan nuestros hijos / Sin herbicidas mi amor”, aporta el cubano, uno de los tantos que mete voz en el tema compuesto por Ramiro Lezcano, mezclado por un tándem deluxe (el Portugués Da Silva + Osvel Costa) e ilustrado por Marisa Volpino. “No maten los arbolitos / para sembrar y sembrar”, se escucha desde la voz maderosa de Peteco Carabajal, mientras Mavi Díaz completa la estrofa: “El monte es de los duendes / no maten su lugar”.
Y así sigue, mechando las voces de Suna Rocha, Miguel Cantilo y Laura Ros, la guitarra de Miguel Vilanova y el arsenal instrumental (flautas, trombón, trompeta, ukelele, órgano y percusión) que ejecuta su creador. “Queríamos hacer nuestra 'Marcha de la bronca', y manifestar nuestro sentir y preocupación por estudios que evidenciaban una conexión directa entre múltiples enfermedades y las fumigaciones con agrotóxicos”, escribe Lezcano en la web del proyecto . “Esta canción fue escrita y grabada cuando aún no se había encontrado culpable a la multinacional Monsanto (…) es un ejercicio de intertextualidad y de resignificación de la invencible obra de María Elena Walsh 'Diablo, ¿estás?' del disco Juguemos en el mundo”, detalla sobre el tema que dio origen a semejante trabajo musical y humano.