En tiempo de fake news, muchos de sus asiduos practicantes reclaman por una pretendida “amenaza a la libertad de expresión”. Libertad de expresión que, por cierto, pareciera ser sólo para unos pocos: los que pueden expresarse en los medios masivos. Medios que, por cierto, son de muchos menos aún: sus concentradísimos propietarios, que lograron eludir la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual hasta lograr que el macrismo la derogara en sus puntos centrales.
No sólo el establishment y sus posiciones de derecha tienen a su favor los medios masivos en proporción gigantesca. También tienen la “presunción de inocencia” de su lado. Como muestra la teoría social, la ideología dominante está naturalizada. Por ello, pasa a menudo inadvertida. En cambio, toda ideología alternativa “disuena” con lo existente, en tanto lo cuestiona. Por ello, un sector mediático mayoritario que vive de denostar a lo popular y de repetir clichés de destacable obviedad puede disimular su acérrimo partidismo con el ingenuo adjetivo de “independiente”. Y los medios que son realmente independientes del pensamiento dominante y del poder económico hegemónico aparecen como parciales y “militantes”.
Esos periodistas “militantes” fueron los perseguidos –y en no pocos casos asesinados- por la dictadura. La mayoría de los que se mesan los cabellos contra gobiernos que respetan derechos en democracia no estuvieron ni estarían del lado político e ideológico de los por entonces verdaderamente perseguidos por sostener la libertad de prensa.
Pero sin duda es un exceso pretender, en nombre de la libertad de expresión de los que hoy pueden expresarse en los medios, que existe, de parte de los periodistas, alguna excepcionalidad en relación con situaciones judiciales ordinarias. Si un periodista extorsiona, lesiona o roba, le caben las generalidades de la ley. No hay licencia especial para el delito ordinario: cualquiera que sea acusado en ese ámbito tiene todo el derecho y espacio para hacerlo dentro del mismo, no en nombre de una “libertad de expresión” que nada tiene que ver en esos casos.
Y una libertad que es de todo ciudadano, no sólo del que está en los medios, es la de acceso a información plural y veraz. Ese es un derecho de alcance universal. Y es al que se está lejos de atender en la actual situación mediática argentina, llena de fakes, de operaciones de dudosa legalidad, y de una parcialidad flagrante, escondida –a diferencia de lo que sucede con los medios progresistas- en la disimulante comodidad de ser supuestamente “independientes”.
* Roberto Follari es Doctor en Psicología, profesor de la Universidad Nacional de Cuyo.