Cuando lanzó su primer disco , en 1998, Rufus Wainwright parecía destinado a ser el gran representante del pop sofisticado, el músico superdotado, hijo de la realeza del folk (papá Loudon Wainwright III; mamá Kate McGarrigle), atractivo, abiertamente gay, letrista gracioso y trágico, compositor de lo que llamaba “popera”, es decir: pop de piano, con arreglos infinitos y el acompañamiento de una gran orquesta, bajo el designio de Van Dyke Parks y el amor por la música clásica. Poco a poco, sin embargo, se fue desviando de ese camino predestinado y del mote de "genio" por varios motivos: en 2001 editó Poses, quizá su mejor disco hasta el momento, una crónica de sus noches tóxicas y sus amores imposibles: las tardes en una isla griega con un chico de piel soleada, ángeles malvados, príncipes rebeldes, una constelación de personajes entre la ketamina y el romanticismo, las fiestas interminables y los excesos que terminan rompiendo el cuerpo y el corazón. Los siguientes discos fueron, a diferencia del más bien seco Poses, en extremo barrocos, con citas a Ravel e intrincadas melodías al piano: Want 1 y Want 2 fueron tan hermosos como dispersos, trabajos de un artista sin ningún interés en la solidez o la cohesión y embarcado en un búsqueda libre, con altibajos, bien lejos del perfecto cantautor pop que su debut sugería. El pop de cámara junto con las letras que contaban mañanas de resaca, estadías en centros de rehabilitción y teléfonos en modo vibrador esperando el llamado del amante lo convertían, además, en un narrador de la vida gay casi sin precedentes o pares: un poco cazador, un poco víctima, seductor y seducido, le cantaba a su padre –con quien siempre se llevó pésimo--, a su hermana, a su madre (perfecta construcción de melodrama familiar), y también empezaba a destacarse en covers de sus canciones favoritas, todas perfectas para su tenor algo nasal y extraño, siempre fabuloso –hay pocos cantantes mejores en el pop actual--: “Hallelujah” de Leonard Cohen, “Careless Whisper” de Wham!, “A Case of You” de Joni Mitchell, “Crown of Love ” de Arcade Fire hasta llegar, claro, a la serie de conciertos homenaje a Judy Garland en el Carnegie Hall, registrados en el disco Rufus Does Judy at Carnegie Hall (2006).
Fue después de esos conciertos que su vida y su carrera parecieron disperarse aún más. Él mismo cuenta que durante los shows en el Carnegie Hall tuvo una discusión importante con Lorca Cohen, hija de Leonard y su mejor amiga, pelea que quedó registrada en la primera canción de Release the Stars , su disco de 2007, “Do I Dissapoint You?”, que quiere decir “¿Te decepciono?”. Ese disco, irregular pero con algunas canciones perfectas como “Sansoucci”, donde hablaba de los chicos que lo hacían “perder la vista", refiriéndose a un episodio químico que lo dejó ciego durante horas contaba también su encuentro con el director de arte alemán Jörn Weistbrodt en canciones como “Tiergarten” o “Going to a Town” , dos serenatas a Berlín. (“Going to a Town”, además, sería versionada por George Michael para su disco en vivo Symphonica). Algunos críticos creían que sus melodías quedaban ahogadas bajo los arreglos bombásticos; otros opinaban que, aún así, las canciones seguían siendo más hermosas que casi todas las que se escuchaban por ahí.
En 2010 el mundo de Rufus se tambaleó con la muerte de su madre Kate, la leyenda del folk que en sus últimos años incluso llegó a grabar con Nick Cave. Ella, enferma de cáncer, le insistía con que tuviera hijos. Y también ayudó a que mejorara su relación con Lorca, la amiga del alma. Intuía que el futuro venía por ahí. La muerte de la matriarca dejó a Rufus devastado y grabó su disco más oscuro: All Days Are Nights: Songs for Lulu . No todas las canciones eran para o sobre su madre, excepto la intrincada “Zebulon”, pero estaban rodeadas de un espíritu depresivo y caprichoso, incluyendo ponerle música a sonetos de Shakespeare. Out of the Game (2012), producido por Mark Ronson –el socio de Amy Winehouse-- fue un intento obvio del regreso al ruedo pop pero ahora la dispersión pasaba por otro lado: Rufus se había casado ese mismo año con Jörn Weisbrodt y un año antes había nacido su primer hija, Viva, concebida con Lorca Cohen. La familia de tres se dividía entre Montauk, en la costa este de Estados Unidos, y Los Angeles, donde la nena vivía con su madre. En algún momento de la vida gitana, Chrissie Hynde, de los Pretenders, tuvo un encuentro furtivo con Rufus y le dijo: ya mismo tenés que mudarte a California, donde vive tu hija. Tenés que ser su padre y Jörn también. Eso hicieron y ahora los cuatro comparten la vida angelina.
Interludio
Después del decepcionante Out Of The Game –la pericia como productor de Ronson no pudo rescatar canciones más bien perezosas-- Rufus Wainwright se dedicó de lleno a su otra pasión: la ópera. En 2015 editó Prima Donna, un album doble que registraba la ópera del mismo nombre, lanzado internacionalmente por el sello alemán clásico Deutsche Grammophon. Tenía interpetaciones de Janis Kelly, Kathryn Guthrie, Antonio Figueroa, Richard Morrison, y Jayce Ogren como director de la BBC Symphony Orchestra. En febrero de 2016 Wainwright presentó la ópera en el Teatro Colón de Buenos Aires, eventos memorables por dos cosas: fue mucho mejor el breve show posterir, cuando cantó sus mejores temas al piano y lució su voz hasta el disparate, y también resultó evidente su sorpresa cuando el saludo formal que le brindó a Darío Lopérfido, por entonces director, fue recibido con abucheos. La incursión clásica tuvo momentos memorables, como una actuación de la artista Cindy Sherman, pero también grandes conflictos, como una pelea con el MET de New York por el libretto. Finalmente fue estrenada en Manchester y Londres, y más tarde en Toronto. “Muchas de las canciones del nuevo disco”, cuenta Rufus hoy, “las escribí mientras me peleaba con gente de la ópera en todos esos años. Iba al piano y las escribía”.
El periodo clásico se cerró con Take All My Loves: 9 Shakespeare Sonnets (2016), un disco con nueve adaptaciones de sonetos de Shakespeare e invitados especiales como Helena Bonham Carter, Carrie Fisher, William Shatner, su hermana Martha Wainwright y Florence Welch de Florence + The Machine. También lo lanzó Deutsche Grammophon, en conmemoración del 400 aniversario de la muerte de William Shakespeare. Los años siguientes pasaron entre reclamos de un disco pop de parte de sus fans, shows en vivo, la gira All The Poses –donde volvió a tocar su fantástico disco de 2001-- y una segunda opera, Hadrian, estrenada en Canadá y basada en la relación entre el emperador romano Adriano y su joven amante Antinoo. El entusiasmo ya no era el mismo, se notaba. Tampoco las críticas fueron entusiastas. Era el momento de volver a las canciones.
Al oeste del paraíso
Un primer signo fue la canción y video "Sword of Damocles ", de 2018, lanzada en alusión a Donald Trump, a quien Rufus detesta. En su Instagram documentaba vida pública y privada: las salidas sociales pero también el matrimonio con Jörn y la paternidad. En 2019 empezaron Robe Recitals, o “recitales en bata”: videos de su práctica de piano diaria que se fueron volviendo cada vez más sofisticados, eso si, siempre en batón o kimono de rigor. En 2020 y con la pandemia llegó el ciclo Quarantunes, similar en cuanto a la bata pero diferente en contenido: tocó una enorme cantidad de su repertorio, solo, al piano, de mañana, para cada vez más fans, filmado por Jörn o por Viva. Al mismo tiempo, anunciaba su primer disco pop en ocho años: Unfollow de Rules. Se editó el pasado 10 julio: el anticipo fue un video divertido y algo trágico, "Trouble in Paradise" con Rufus travestido de Anna Wintour –la señora editora de Vogue-- desprendiéndose de maquillaje y armadura hasta quedar semidesnudo, pelo en pecho, barba con trazas de gris, un hombre de mediana edad y en la difícil mitad de su carrera.
Unfollow The Rules es un gran regreso, producido por Mitchell Froom y grabado en Los Angeles, como su debut. Otra vez las orquestaciones, el gusto por el lujo, las canciones ornamentadas. Y una narrativa particular: a los 46 años, establecido, padre, casado, Rufus Wainwright cuenta su vida cotidana. Hay pocos artistas gays que, en diferentes momentos de su carrera, hayan decidido con tanta honestidad describir sus días y noches con tanta honestidad. “Damsel in Distress” recuerda con nostalgia no disimulada sus años locos en Londres y la hermosa “Early Morning Madness” vuelve a las resacas insoportables pero también remite un poco a la inquietud que está en la base de toda convivencia, por feliz que sea; esas corrientes de malhumor cuando uno piensa que quizá una vida alternativa sería mejor, más atrevida. “Romantical Man” disfruta de una referencia ultra gay a Yentl según Barbra Streissand (“Mother can you hear me?”, canta) y la queja porque los críticos clásicos “no soportan la melodía”. “Unfollow the rules” es una de las más austeras (aunque no en las proezas vocales) y Rufus ofrece una síntesis de su vida hoy: “No me den lo quiero/ Solamente lo que necesito”. Ese deseo, irrefrenable, es como el de un animal salvaje domesticado y de eso se trata el disco: de la domesticación voluntaria. Como siempre, esto es teatro musical con su familia como protagonista, pero ya no la de la realeza del folk, sino la propia, la nuclear: “Peaceful Afternoon” es la mejor de todas las canciones del disco, con su guitarra y su melodía celestial, una canción de amor a los 13 años de matrimonio, donde pide que sea la de Jörn la última cara que vea antes de morir (promete ser el último, también, si la muerte llegara en otro orden) y dice que comparten la vida “entre el sexo y la muerte y tratar de mantener limpia la cocina” mientras le recuerda que “las rosas salvajes florencen mejor entre ruinas”. “Angels And Devils (Hatred) ” es un himno de pop barroco con toques electrónicos donde otra vez el objetivo es Trump (se trata de otra canción casi perfecta además), y “My Little You”, para Viva, tiene una línea impresionante: “Te pensamos”, le cuenta, “en un backstage donde papi se ponía maquillaje y usaba plumas negras”. ¿Se había escrito algo así de un papá gay a su hija concebida con su mejor amiga, en una familia queer privilegiada pero también compleja, como todas? Unfollow the Rules no es sólo un magnífico disco pop de un compositor que tiene poco ya que demostrar. Es, además, el inicio de una segunda etapa en una carrera intensa, y el registro de una diferencia, de un deseo, de los tironeos entre el hedonismo y la calma doméstica. Fuera del clóset, consciente de su status privilegiado, la buena vida acechada por los demonios que a veces ganan y a veces pierden, y lo importante es poder contarlo. Y cantarlo, con esa voz que también combina cielo e infierno.