A los 79 años, a causa de una crisis hipertensiva complicada por un cuadro cardíaco, Jorge Schussheim murió este viernes en su casa del barrio de Núñez. El multifacético artista se había sentido mal en la noche del jueves, por lo que su esposa, la directora escénica, coreógrafa y actriz Lía Jelin, llamó al servicio de emergencias. Al constatársele una afección cardíaca, los médicos indicaron la internación, pero Schussheim se negó. Murió, podría decirse, como vivió: tomando decisiones que solían ir a contramano de lo establecido, con las que mostraba una profunda convicción de que el mundo debe ser transitado sin mayores instrucciones para su uso.
Después de aprender a leer y tocar el piano a los tres años, Schussheim pasó por las facultades de Medicina, Antropología y Geología de la Universidad de Buenos Aires, antes de ejercer actividades tan nobles como la de músico, autor, compositor, actor, libretista, publicista y cocinero. Tanta variedad de oficios se resumía en un sentido del humor implacable: Schussheim fue por sobre todo humorista, en el más completo y noble sentido del término. La prueba la dio desde sus comienzos, a mediados de la década del ‘60 en el coro de la Facultad de Ingeniería. En ese ámbito integró luego, junto a Marcos Mundstock, Jorge Maronna, Carlos Núñez Cortés y Gerardo Masana, entre otros, el conjunto I Musicisti, que fue la base de lo que más tarde sería Les Luthiers. Poco después encontró un espacio propicio en el Instituto Di Tella, donde se presentaba los lunes, junto a Marikena Monti y Jorge de la Vega, cancionista y artista plástico, cultor también de punzantes formas de humor.
En 1970 salió No todo va mejor con..., en alusión al eslogan de la época de Coca Cola, un disco de canciones como “Antes y después”, “Las cosas que pasan”, “Las tijeras de mamá”, entre otras en las que se celebra la influencia de George Brassens. Schussheim, que escribió unas 500 canciones, se dedicó también a la publicidad, actividad que no le impidió mantener un criterio estético en la vida y el trabajo. Logró éxitos importantes en el rubro, como la del whisky Añejo W y la frase “No va andar” o el diálogo “estúpido-estúpida” que puso el licor Tía María en los labios de las multitudes. A propósito del licor, él mismo contaba en una entrevista: “Por esa época, algunas actrices se pusieron de novias con muchachos mucho más jóvenes: Susana Giménez, Nacha Guevara, Gabriela Acher. En el corto aparece Tini de Bucourt vestida con la casaca del pijama de un actor muy joven, aparentemente su novio. El le muerde la mano y ella le dice con una voz muy sexy, "estúpido". El le responde en el mismo tono, "estúpida". Mientras, entre ellos aparece la botella de Tía María. El aviso proponía además tomarlo en vasos de trago largo, con hielo, soda y limón, en vez de las clásicas copitas de licor. La cosa es que Tía María vendía 6000 cajas y con la publicidad, en un solo canal, pasó a vender 100.000”. Era 1984.
Schussheim fue además guionista de Tato Bores, para quien escribió Hello, Tato, que se puso en escena en el Teatro Estrellas en 1975, y al año siguiente, Pobre Tato, que con los problemas de la época se puso en el Teatro del Globo, con el mismo protagonista, la dirección musical del mismo Schussheim y la dirección general de Lía Jelin. Antes, en 1971 y 1972, escribió junto a Pedro Orgambide –gracias a quien había entrado en el mundo de la publicidad– Juan Moreira Supershow, que dirigió Alfredo Zemma en el Teatro del Centro. También adaptó obras teatrales que dirigió Lía Jelin, como Dios mío, de Anat Gov, que fue se estrenó en 2014 en el Multiteatro; el mega éxito Toc-toc, de Laurent Baffie, que se estrenó en México en 2010 y en 2011 llegó a Buenos Aires. Ese mismo año en el Centro Cultural de la Cooperación se puso en escena El rey se muere, de Eugène Ionesco, también con la adaptación de Schussheim. De su pluma salieron además Todo al costo (2000), una compilación de canciones, relatos, recuerdos de recuerdos, recetas de cocina, reflexiones de una vida entera, y Memoria sin balance.
Entre otros locales gastronómicos fue el artífice de Big Mamma, restaurante de platos judíos de Argentina, cuyo menú estaba hecho de sus recuerdos de infancia. “Cuando vivíamos en casa de mis abuelos, mi madre rusa le ponía sal al pescado y mi abuela polaca le ponía azúcar. Así se iban saboteando mutuamente hasta que el pescado quedaba como una pieza de museo. En homenaje a esto inventé el guefilte fish de la frontera ruso-polaca”, contó una vez. En ese local presentó durante muchos sábados la obra El pescado original, con Ismael Hase.
La noticia de la muerte de Schussheim se expandió enseguida por las redes sociales, desde donde se elevaron mensajes de pena y afectuosos recuerdos, para el que alguna vez resumió su patria en los pepinos agridulces de Pasteur y Corrientes.