Artículo de opinión publicado el 17 de julio
El gol que convirtió Lionel Messi con un tiro libre brillante, el jueves último en la derrota ante Osasuna, no será precisamente uno de los más recordados. El equipo cumplió una actuación muy irregular y el título de la liga española quedó en poder del Real Madrid.
Lo que sucedió después tiene que ver con el clima particular que circula en la intimidad del plantel, y al mismo tiempo en la cúpula directiva. Y cuando las frustraciones aparecen con continuidad, el estado de deterioro de las relaciones aumentan considerablemente.
Messi se despachó como nunca antes lo había hecho en el club, a partir de que el nivel de juego del Barcelona no ha convencido en la primera mitad del año. Y si bien reconoció que el rendimiento de los futbolistas no es el mejor, le apuntó principalmente al entrenador y a los directivos de la institución.
Las palabras del rosarino aparecieron un momento crucial de su carrera. El año que viene termina su vínculo con la entidad, y esta situación está condicionando su futuro. Messi renueva su contrato y se retira en Cataluña, o toma una determinación sorprendente y se marcha a finalizar su trayectoria en otro país.
Setién arribó en enero pasado luego de la partida de Ernesto Valverde, el cual también se vio salpicado por los problemas entre los jugadores y la dirigencia. El técnico demostró que no tiene la misma ascendencia que su antecesor, y sus debilidades en el planteo de los partidos hizo que las figuras del equipo le hayan perdido el respeto.
A Messi le molesta mucho que lo califiquen como el hombre que condiciona al conductor de turno, a partir de sus mensajes y sus gestos, tanto adentro como afuera de la cancha. El carga con la mayor responsabilidad por ser el capitán y por su talento innegable, y para lo bueno o lo malo que ocurra estará involucrado siempre. De la misma manera que le toca ocupar ese lugar en el seleccionado argentino.
El Mundial de Rusia marcó un punto de inflexión en el comportamiento de los futbolistas de la Selección, quienes dejaron en evidencia la falta de determinación de Jorge Sampaoli para estar en ese sitio. El destino de Argentina en la Copa del Mundo, como se preveía, no terminó nada bien.
El rosarino vuelve a posicionarse ahora en una situación similar en Barcelona, como el líder de una revuelta que finalizará seguramente con la partida de Setién. El equipo era puntero cuando se reanudó el campeonato español, y más allá de que Real Madrid pudo haber sido favorecido por algunos fallos arbitrales, ganó sus diez partidos. El subcampeón ganó seis, empató tres y perdió uno. Si hacía lo mismo que su máximo rival, Setién hubiera sido un estratega excelente.