El ministro de Salud de la Ciudad, Fernán Quirós, señaló que aunque los casos de coronavirus se mantienen estables, la disponibilidad de camas de terapia intensiva es un fenómeno que se debe seguir de cerca. En el sector público, el 70% ya está ocupado mientras que en el privado el porcentaje asciende a 75%. Eso se traduce de la siguiente manera: en 280 de las 400 unidades hay personas enfermas de coronavirus con cuadros graves. Mientras tanto, hay 858 pacientes con una gravedad moderada y 2744 que cursan la patología de una manera leve.
Gabriela Piovano, médica infectóloga del Hospital Muñiz, señala: “Tengo mucho miedo. He tratado de interactuar con asesores del Jefe de gobierno porteño. Les he trasladado mi preocupación, pero ellos advierten que todavía existe un margen. Por nuestra parte, día tras día vamos monitoreando la situación. Cuando los casos comiencen nuevamente a incrementarse, las autoridades buscarán cerrar. Si hipotéticamente pasáramos a 10 mil contagios diarios tendríamos unas 200 internaciones por día. Sería insostenible desde cualquier punto de vista”. Mientras que otras instituciones reparten sus esfuerzos para atender a personas con diversas patologías, el Muñiz está abocado –casi en exclusivo– al tratamiento de pacientes con covid-19.
Desde que comenzó la pandemia en Argentina, la gran preocupación de científicos y profesionales de la salud fue que no “colapse el sistema”. En concreto, esto puede traducirse en que las camas de terapia intensiva y los respiradores alcancen para todas aquellas personas que, habiéndose contagiado el Sars CoV-2, hayan experimentado complicaciones en su sistema respiratorio.
En este afán, el gobierno, en todos sus estamentos (nacional, provincial, municipal), utilizó la cuarentena y las restricciones impuestas como una estrategia vital. El eje rector es claro: si la mayor parte de la gente se queda dentro de sus casas, la circulación del patógeno se restringe y el sistema sanitario respira. Como acostumbra a repetir el asesor de Alberto Fernández, Pedro Cahn, “somos nosotros los que vamos en busca del virus”.
No obstante, frente a la nueva flexibilización de este viernes, se dispararon algunas sirenas en los hospitales porteños. “En junio la ocupación en el hospital era del 25%, cuando nos acercamos a julio era del 50% y hoy en día tenemos el 75%. Las camas se ocupan de manera vertiginosa, por eso, si no se frenaba la circulación como se hizo a comienzos de este mes se iba a saturar todo. Si no se interrumpía un poco, hoy íbamos a estar con 10 mil casos y, claramente, ningún hospital está en condiciones de dar una respuesta frente a una situación como esa”, advierte Piovano.
Y luego continúa con su descripción del escenario: “Hoy estamos viendo los efectos positivos de haber cerrado a tiempo, siempre hay que recordar que tenemos un desfasaje temporal. La situación que enfrentamos en la actualidad guarda relación con lo que sucedió dos semanas atrás. A partir de esta fecha deberíamos ver, en teoría, cómo descienden las curvas de infectados en el AMBA y en el resto del país”.
La aplicación de cuarentenas de forma intermitente --es decir, que se desplazan desde el endurecimiento de las restricciones hacia nuevas flexibilizaciones y viceversa, como anunció este viernes para la provincia de Buenos Aires su gobernador, Axel Kiciloff-- marcará, a futuro, el ritmo de la ocupación de las camas de las instituciones públicas de la Ciudad.
“El principal problema que enfrentamos es la rotación de camas que llevan más de 15 días. Los pacientes en terapia intensiva por covid están aproximadamente de tres semanas a un mes. Con lo cual, cuando se piensa en la disponibilidad de una institución, hay que tener en cuenta que la unidad que fue ocupada hoy, quizás, no se desocupe por un buen rato”, narra Piovano al respecto. De aquí la dificultad de la planificación del mapa sanitario actual. La saturación de camas suele operar como el principal escollo, en efecto, la apertura y clausura de actividades en la Ciudad --pero también en todo el territorio nacional-- debe hacerse con ese apunte en la mano porque, como repiten los especialistas desde el comienzo, “contagios va a seguir habiendo, el asunto es que el sistema aguante”.
De lo contrario, son bien conocidos los ejemplos europeos en que los médicos y enfermeros debían escoger a quién colocarle el respirador porque la infraestructura y los insumos no eran suficientes ante el desborde de pacientes que requerían de cuidados intensivos.
El recuerdo más cercano de una situación similar, dice Piovano, ocurrió en 2019 con el reemergencia del virus de la gripe A H1N1: “El año pasado advertimos un rebrote de casos por gripe. Al comienzo nos asustamos porque atendíamos a muchísimos pacientes pero, afortunadamente, no se llegó al punto de la desesperación. No tuvimos que atender a la gente en el pasillo ni afrontar ninguna de las situaciones que sí se vieron con el coronavirus en otras partes del mundo y causan escalofríos. Ojalá no ocurra”.