“Estamos siendo testigos de una nueva etapa del teatro”. Así describe la actualidad de la comunidad artística Ivor Martinic, el joven dramaturgo croata que cautivó al público argentino con Mi hijo sólo camina un poco más lento, una de las piezas más renombradas del off desde su estreno en 2014, dirigida por Guillermo Cacace. Desde entonces, y gracias a ese éxito, su carrera siguió vinculada a la escena local, al punto que la llegada de la pandemia suspendió su regreso para el estreno, previsto en Timbre 4, de otra de sus obras: Sería una pena que se marchitaran las plantas.
“No veía la hora de volver a la Argentina y a su público. Era una fuente de gran alegría para nosotros, porque desde hace un año estamos preparando este nuevo trabajo”, asegura el autor radicado en Barcelona, y que igualmente trabajó a la distancia en los últimos meses junto con el elenco de Mi hijo… en un proyecto que puede verse en las redes de la obra, en Instagram y Facebook. “Hicimos una serie de breves monólogos desde la posición de los personajes, quienes miran a través de la ventana de sus departamentos. De esa manera trabajé para mantener mi lazo con el público teatral argentino, algo que demuestra que el teatro siempre encuentra la manera de mantenerse vivo. Y pude obtener mucha devolución de la gente que me escribió diciéndome que no olvidó la obra, y eso me alegra”, cuenta Martinic en diálogo con Página/12 vía Skype, y en compañía de su traductora Nikolina Zidek, con quien comparte el objetivo de divulgar la cultura croata en América Latina.
Mi hijo sólo camina un poco más lento ya es un clásico del teatro independiente en este país. ¿Por qué cree que ha tenido tanto éxito?
Siempre es inexplicable la razón por la que una obra tiene más o menos éxito en cierto lugar. Si supiéramos la receta del éxito, dejaríamos de hacer nuestro trabajo. Pero creo que en este caso ocurrió una magia inesperada. Los actores le dieron amor y calidez a los personajes, y eso tuvo como resultado que no haya habido ni un solo miembro del público que no se haya enamorado de la obra. Por eso estoy sumamente agradecido con el equipo argentino, y me parece un sueño que este texto se haya estrenado en 2014. Me parece muy lejano. Estuvo seis años en cartelera, de manera ininterrumpida, y el año pasado tuve la oportunidad de ir al Teatro Picadero y ver cómo funcionaba ahí, y a pesar de que el espacio era diferente, el elenco lograba mantener la comunicación con el público. Siempre es un riesgo cambiar de un teatro independiente a uno más comercial, pero en este caso no hubo un gran cambio. Este éxito me trajo cosas muy lindas, primero con el público de la Argentina, pero también con el de toda América Latina, porque la obra tuvo sus versiones en Uruguay, Paraguay, Venezuela, México, Chile y Bolivia. Y también afectó mi manera de escribir y me trajo amistades maravillosas.
Iba a volver a Buenos Aires, para presentar Sería una pena que se marchitaran las plantas. ¿Cómo surgió esa pieza?
Empecé a escribirla hace tres años, cuando me mudé a Barcelona. Y me era difícil identificar desde qué postura la estaba escribiendo porque mientras mi realidad se desenvolvía un poco en inglés y otro poco en castellano, yo seguía y sigo escribiendo en croata. Quería crear un texto que fuera abierto y se pudiera profundizar en cualquier lugar, y entonces también cambié mi posición de autor. De esa manera, el texto hablaría de Argentina, de España, o de Croacia, donde se estrenó hace un año. Es una obra bastante diferente de lo que trabajé hasta ahora, y me alegraba poder hacer una versión argentina, algo que finalmente haremos en 2021. Se trata de una historia que cuenta las etapas de una ruptura amorosa y muestra cómo esa ex pareja se está distanciando de a poco. Muy pronto tengo previsto estrenarla en España, en la sala La Badabadoc, en una versión con dos actores, mientras que en Croacia se hizo con un actor y una actriz.
La pandemia significó la paralización de la actividad económica en el mundo, y especialmente de la actividad artística. ¿Cómo está viviendo esta situación como artista?
Fuimos testigos de cómo se cambiaron todos nuestros planes de manera contundente. Y nos dimos cuenta, una vez más, de lo frágil que es nuestra posición como artistas. Pero a la vez también empezamos a pensar qué forma de teatro se le puede acercar a la gente en este momento de crisis. Entonces hemos visto que muchos teatros empezaron a transmitir en vivo a través de canales de YouTube o compartiendo las filmaciones de sus obras. Tanto en Croacia como en España empezaron a abrirse los teatros recientemente y eso demuestra que ahora, como a lo largo de la historia, el teatro va a superar esta crisis.
¿Cuál es hoy la situación de la actividad teatral en España?
Algunos teatros ya abrieron, pero otros están esperando mejores tiempos porque no pueden trabajar con plena capacidad en la sala, y desde el punto de vista económico no es rentable para ellos. Como en todos lados, la situación es muy difícil para los artistas independientes, porque no pudieron contar con el apoyo del Estado y eso generó varias protestas. Por varios días, se organizó una campaña en las redes sociales donde los artistas publicaron imágenes negras mostrando cómo sería la vida sin el arte. Con esta situación hemos podido ver que al Estado y a mucha gente no le importa el arte, y justamente por eso el hecho de abrir los teatros es un acto de mucho coraje. Lo bueno es que hoy conocemos más sobre este virus y sabemos cómo podemos protegernos, entonces podemos ir al teatro con mascarillas y manteniendo la distancia porque sabemos que así la probabilidad de que nos vayamos a contagiar mirando una obra es mucho menor.
¿Y el contexto en Croacia es similar?
La situación en Croacia ha sido bastante difícil, y los más afectados también son los artistas independientes que perdieron mucho trabajo. Pero los teatros empezaron a abrirse, no sólo con viejas obras, sino con estrenos, y la gente empezó a volver a las salas. De hecho, se estrenó un proyecto en el que trabajé, en el Teatro Juvenil de Zagreb, con textos de 19 autores teatrales que escribieron monólogos inspirados por el confinamiento. Y entre esos autores se encuentran algunos que el público argentino conoce, como Vedrana Klepica, cuya obra Turma se estrenó en la Argentina en 2018, Tomislav Zajec, quien estrenó Hay que sacar a pasear al perro, e Ivana Sajko, que presentó La mujer bomba. Nos alegra mucho este proyecto de teatro croata porque es muy interesante y ahora se está traduciendo al español, y se va a publicar en la web de teatrocroata.com, así que ya estamos trabajando en presentarlo para el público argentino.
¿De qué manera cree que impactará esta pandemia en el futuro de las artes escénicas?
Es difícil saberlo. Pero estoy seguro de que es algo que va a marcar esta década y este siglo. No sabemos en qué medida, pero seguramente esto lo cambió todo. Cuando me encontró la pandemia, yo escribía sobre otras cosas, y fue difícil seguir con eso y no escribir sobre lo que estaba pasando. Hoy existen dos tipos de autores: los que creen que vale la pena escribir sobre lo que estamos viviendo y los que creen que habrá un montón de textos de mala calidad de quien escribe inspirado en este momento. Están también los que perdieron a alguien, y sienten que eso es demasiado estresante y entonces tienen miedo de plasmar sobre un papel lo que están viviendo emocionalmente. Pero yo estoy en el grupo de los que creen que sería una pena no escribir sobre este contexto y participar de manera artística, porque siento esa necesidad. Y en cuanto al futuro de las artes escénicas, creo que el efecto en el teatro fue muy grave, pero que después de esto vamos a valorar muchísimo la posibilidad de hacer una función y de tener al público en una sala. Como pasamos meses juntándonos de forma virtual, tenemos mucho deseo de vernos físicamente, y el teatro, cuando arranque otra vez, va a tener esa función. Por eso pienso que la actividad va a tener un futuro brillante.