“El freno económico que se produjo a nivel mundial por la pandemia de covid-19 trajo aparejado un saneamiento de los ecosistemas, en cierta manera la naturaleza está visibilizando que era necesario un corte al consumo de materiales y energía relacionado con la actividad humana”, señala Guillermo Peinado, docente e investigador de la Facultad de Ciencias Económicas y Estadísticas de la Universidad Nacional de Rosario, miembro del grupo de Estudios de Economía, Ambiente y Sociedad.

Para el economista, con la pandemia y el consecuente aislamiento social, se puso en práctica una lógica de consumo más vinculada a lo “necesario”, y quedaron en evidencia una serie de actividades que tienen un marcado impacto ambiental, y no son indispensables. “De alguna manera se generó un escenario global parecido en parte al de las propuestas del 'buen vivir' o el 'decrecimiento' en el sentido de que muchos sectores de las sociedades pudieron mantener un nivel adecuado de calidad de vida a la vez que redujeron significativamente los impactos ambientales negativos propios de estilos de vida consumistas y materialistas. Sin embargo no se puede hablar de un decrecimiento o un buen vivir porque de ninguna manera esto fue un efecto buscado de un cambio cultural, sino que fue el detonante de una crisis que como tal también implica grandes problemas económicos para vastos sectores de la población”, explica el entrevistado, que también es Presidente de la Asociación Argentino-Uruguaya de Economía Ecológica.

“El sistema de cuidados es otro desafío pendiente, hay una organización muy frágil y muchas veces informal para sostener la atención de las infancias, los mayores y los enfermos"

El docente destaca que la pandemia no creó nuevos problemas económicos sino que profundizó los existentes, y dejó en evidencia que uno de los grandes desafíos que hay que atender es la gran desprotección que tienen quienes viven de la economía informal. “Los trabajadores formales, si bien sufrieron algunas rebajas en sus salarios y en algunos casos mayor caudal laboral, se encuentran amparados por el sistema, mientras quienes trabajan “en negro” están completamente desprotegidos, sin ningún derecho, poniendo en serio riesgo su subsistencia o su salud”, detalla el especialista. Un ejemplo de ello serían las personas encargadas del “delivery” que inmediatamente fueron consideradas “personal esencial” pero que simultáneamente son precarizados mediante las plataformas digitales.

En este sentido, Peinado considera central que existan políticas públicas que actúen en la protección de la población, no sólo en el mercado laboral, sino a partir de nuevas relaciones sociales que tiendan a “desmercantilización de las esferas esenciales de la vida”.

Teniendo como eje el anterior objetivo, sería importante que se avance en iniciativas como la del Ingreso Universal, medida que permitiría que cada persona cuente con un ingreso mínimo que le garantice la subsistencia. “Me parece muy interesante que se plantee desde la Universalidad, que alcance a todos los habitantes, y marque un mínimo indiscutible de lo que cada persona necesita para vivir”, señala.

El proyecto del Ingreso Universal, que se puso nuevamente en debate a partir de la crisis económica producto de la pandemia y el aislamiento, se trata de generar políticas redistributivas que garanticen un subsidio mínimo a todos los habitantes de un país “por el simple hecho de estar vivos”. Se trata de una iniciativa que se está planteando como una manera de sanear la profundización de las diferencias adquisitivas, y se encuentra en discusión tanto en Argentina como en diferentes países del mundo.

Peinado considera que esta política económica debería fortalecerse con una mejor distribución del ingreso: “No sería correcto que su financiación provenga de impuestos regresivos como el IVA, sino que debería requerir un mayor aporte de los sectores que más ganan”. Para el investigador la implementación de estas medidas ayudaría a establecer un salario mínimo digno y limitaría los abusos y desigualdades con los trabajadores informales.

La crisis producida por la pandemia también puso al descubierto, según considera el economista, la fragilidad del sistema de cuidados. Con el cierre de las instituciones educativas, más el aislamiento de abuelas y abuelos, muchas madres y padres tuvieron que reordenar sus tiempos laborales, y en varios casos suspender su trabajo para dedicar el tiempo al cuidado de niños y niñas.

“El sistema de cuidados es otro desafío pendiente, hay una organización muy frágil y muchas veces informal para sostener la atención de las infancias, los mayores y los enfermos, son tareas que en su mayoría recaen sobre las mujeres y esto es ignorado por el mercado y el sistema laboral. La pandemia puso en evidencia esta realidad, que una vez sincerada debe ser repensada y atendida”, resalta Peinado.

Para el economista ahora se da una puja sobre cuál va a ser el Estado que se construya desde esta “nueva normalidad”. “La hipótesis que sostienen las teorías neoliberales de que con la globalización los Estados Nacionales son obsoletos quedó invalidada con la pandemia, ahora debe ser la política, como espacio de debate de ideas, la que asuma el lugar de las tomas de decisiones y construcción de consensos. Es necesario restarle centralidad a la economía, estableciendo nuevos criterios que tomen más en cuenta el bienestar de los ecosistemas y las personas”, explica el profesor de la UNR.

Guillermo Peinado considera que pensar otra centralidad de la economía plantea otra forma de administrar el tiempo, con ritmos de vida menos asociados a la actividad económica. “La puja está en la forma en que se resignifiquen, en un escenario post pandemia, algunas de las prácticas surgidas en la adversidad: si se va a preservar una lógica de la jornada laboral sin límites abierta por el teletrabajo o se van a pensar regulaciones del mundo del empleo que tengan que ver con una mayor responsabilidad empresaria”, analiza.

El investigador considera que la crisis de covid-19 manifestó la interdependencia que existe entre todos los miembros de la sociedad y el rol central que tuvieron los trabajadores esenciales (en la mayor parte de los casos precarizados), puso en quiebre la filosofía de la meritocracia, y debería ser el puntapié para pensar y reconocer otras relaciones sociales, basadas en el reconocimiento del otro y en las redes comunitarias.

Para el docente de Ciencias Económicas se debe trabajar con el objetivo de generar políticas que permitan crear una “nueva normalidad” que no sea una vuelta atrás o un fortalecimiento de las políticas neoliberales, sino buscar la normalización de la desmercantilización del tiempo, nuevas lógicas de organización del trabajo, que contemplen los traslados y las distancias como factores que impactan negativamente en el medio ambiente y en la calidad de vida; la generación de acciones que fomenten la descentralización de la actividad económica y la recuperación de formas de consumo basadas en la necesidad y no en el status.

El investigador considera prioritario validar y acrecentar los lazos colectivos y solidarios que se desarrollaron durante los momentos de crisis, buscando no imponer la economía por sobre los demás factores que hacen a la vida en sociedad, utilizando a la política como herramienta de consenso y construcción de nuevos sentidos más humanos y ecológicos.