--Estoy colapsada – dice Cecilia C. del otro lado del celular. Se la escucha angustiada. Vive en un 10° piso en un edificio de departamentos, en el sur del conurbano, con Germán, su pareja, y los dos hijos de ambos, uno de 2 años y medio y otro, de 7 años. Cecilia tiene 42 años, es licenciada en Sistemas y trabaja en el área de informática de una compañía de seguros.
Desde que se impuso la cuarentena, para Cecilia C. la mesa del comedor es su oficina. En el mismo ambiente está el living con la televisión familiar –que cada tanto, a lo largo del día, mira sin volumen el menor de sus hijos— y a continuación, un pasillo ancho, con el escritorio que usa el hijo mayor para seguir sus clases de segundo grado, por zoom, y hacer la tarea escolar. Unos metros más allá, la cocina, y el comedor-diario --sin puertas que separen o permitan aislar ninguno de estos ambientes-- donde la mesa se convierte fuera del horario de comidas en oficina de Germán, con otra computadora. Es miércoles y es el único día en que Germán tiene que ir a su trabajo en forma presencial, en la ciudad de Buenos Aires. Cecilia hace malabares entre las demandas de los niños y las exigencias laborales.
Siempre hay piezas de Lego, de rompecabezas, fibras y autitos entre su notebook y su cuaderno de anotaciones. A veces, mientras participa de un “meet” con su equipo de trabajo, con auriculares –para no invadir las clases del colegio del hijo mayor-- juega con el menor. A veces, esquiva algún pelotazo, si se armó un picadito en el living entre los dos niños. La cámara del video siempre está apagada: es regla, para evitar que sus compañerxs de oficina estén al tanto del caos familiar. Así vive y sobrevive hace más de cien días.
En la cuenta de Instagram de su empresa, les dejan consejos diarios sobre “bienestar” del tipo “no te olvides de hacer una clase de yoga” y de “parar cada 40 minutos”, pero el nivel de ritmo de trabajo no bajó durante la cuarentena: eso, dice, es lo que la hace colapsar.
Son las 14.30 y todavía le falta un “meet” a las 17. Por la mañana se confundió el horario de clase del hijo mayor, que justo tenían que “ir” disfrazado y el niño entró tarde al salón-pantalla, de la escuela, y frustrado. Eso la angustia más.
A la noche –cuando Germán ya está de regreso y ocupándose de preparar la cena--, ella contará que durante la reunión virtual que tenía a la tarde, su hijo menor arrojó por toda la casa decenas de bolitas que estaban guardadas en una lata.
El home office o family office –como Cecilia prefiere definirlo—se impuso, sin clases presenciales ni las redes de cuidado habituales: en su caso, abuelxs y empleada 8 horas por día en su casa. Su vida en estos meses es la de muchas mujeres con hijes pequeños, que están haciendo teletrabajo a partir de la pandemia de covid-19. Cecilia y Germán conversaron bastante para que el reparto de tareas domésticas y de cuidados en el hogar siga siendo equitativo –como antes—y no resulte una sobrecarga sobre ella.
Las empresas “ya están registrando” los primeros casos de empleadxs que “comienzan a presentar síntomas de estar “sobrepasados” debido a combinar tareas del cuidado familiar e intentar sostener una normalidad en el cumplimiento de los objetivos fijados por la organización”, revela a Página 12 Soledad Vassarotto, directora de Capital Humano de la consultora In-side, que trabaja con varias compañías. Vassarotto señala que ante este panorama, algunas firmas empezaron a desarrollar estrategias como “talleres de contención y manejo de las emociones, coaching para sostener el clima laboral, y líneas de atención de salud mental gratuitas”.
Por ejemplo, en Unilever sus 1000 empleadxs administrativos pasaron a hacer teletrabajo. La multinacional de productos de higiene personal y limpieza, habilitó un 0-800 de atención psicológica y de apoyo financiero y legal, para trabajadorxs y sus familiares, desde donde se hacen derivaciones con un profesional, según el tipo de consulta. También implementaron un newsletter con “consejos de bienestar” y el acceso a una aplicación de meditación. El punto clave es si además, bajas las exigencias, o solo se trata de un salvavidas en medio de una gran tormenta en altamar
--Estamos hablando de teletrabajo no como una modalidad elegida sino como una imposición --diferencia Paula Molinari, fundadora y presidenta de Wholecom, consultora líder en Latinoamérica en gestión del cambio y desarrollo de organizaciones.
Vassarotto advierte que esta situación “puede producir sobreexplotación”, y abrir la puerta a nuevos riesgos de carácter psicosocial, “como son el tecnoestrés o dificultades para dejar el trabajo (workaholics)”, además de anular diferentes derechos de lxs trabajadorxs.
-- Tenés situaciones de mucha tensión. Se juegan todos los roles en el mismo espacio y tiempo. Eso ha generado mayor flexibilidad. Ahora nadie se sorprende que aparezca un niño en la pantalla. Encontrás desde las compañías que no hicieron nada y más o menos les dijeron a sus empleados que se arreglen como puedan hasta las que están viendo la problemática –apunta Molinari.
Sesiones grupales, yoga y after office
Mercado Libre, que tiene 11.600 empleadxs en ocho países (unos 5500 en la Argentina) migró a 10 mil a trabajar de manera remota de forma permanente durante la pandemia. Acaba de contratar al Instituto de Neurología Cognitiva (INECO), que dirige Facundo Manes, para hacer un mapeo con un cuestionario voluntario para conocer el estado psicológico del personal, con el objetivo de hacer devoluciones con recomendaciones personalizadas, contó a Página 12 Sebastián Fernández Silvia, Vicepresidente Senior de Personas del gigante de la compra y venta on line.
--Nuestra jornada es flexible. En promedio, nuestros empleados tienen 26 o 27 años. Somos primer empleo para muchos tanto en atención al cliente como en centros de distribución. Observamos impacto emocional en dos tipos de población: los que viven solos y están sufriendo la soledad en cuarentena, y los que tienen hijos chiquitos y en edad escolar. En este último caso, a los líderes de sector les planteamos que promuevan la hiperflexibilidad horaria. Generamos círculos de aprendizaje, con sesiones grupales con algún profesional y cada cual se anota en el tema que prefiere: 1.“Cuarentena en casa, cómo reconocer y gestionar mis emociones”; 2. “Trabajo remoto con niños y adolescentes”; 3. “Herramientas para el manejo de la ansiedad y el estrés en aislamiento”, dice Fernández Silva. Ya hicieron una docena de talleres, con esas tres temáticas, en las que se inscribieron más de 500 empleadxs. También ofrecen de manera virtual, clases de yoga semanales, charlas de nutrición, y organizan “after office”, donde “nos conectamos por equipos, hablamos de distintas cosas más sociales, tomamos algo juntos: es un espacio de relajación y distención”, cuenta Fernández Silva.
Oficina doméstica
Mientras se discute en el Congreso una ley para regular el teletrabajo que empezará a regir 90 días después de que se termine la cuarentena --según la media sanción aprobada en la Cámara de Diputados--, el impacto de esta modalidad laboral que se expandió masivamente con la pandemia de covid 19 está en estudio en la academia.
-- Es claro y evidente que en este contexto se desencadenó la digitalización con dimensiones difíciles de haber imaginado anteriormente, entre las que se encuentran las clases virtuales, el home office, el teletrabajo, pero que, en conjunto y en el contexto de la pandemia, prefiero llamar propagación de la oficina doméstica, que emerge como nueva forma de trabajar –dice Nora Goren, directora del Instituto de Estudios Sociales en Contextos de Desigualdades (IESCODE) de la Universidad Nacional de José C. Paz (UNPAZ).
De acuerdo con un estudio del Observatorio de la Deuda Social recientemente publicado, donde se contempla a la Ciudad de Buenos Aires y los 30 partidos del conurbano, se señala que el 26,8 por ciento de quienes están ocupados realizan trabajo virtual. El porcentaje de quienes lo hacen desde esas oficinas hogareñas en CABA representa al 40,7 de les trabajadores, y en el conurbano bonaerense, al 22,4 por ciento. A su vez, es menor en el caso de quienes residen en hogares en situación de pobreza. Es mayor entre el estrato medio profesional, y son más las mujeres que hacen oficinas domésticas con respecto a los varones.
-- Se presenta como virtud la característica de permitir a las mujeres conciliar los trabajos de cuidado con el remunerado –retoma Goren--. Considerarlo conciliación no hace más que quitarle toda entidad al peso y envergadura de cada uno de ellos; son dos trabajos, sea quien sea quien los realice. Y en tiempos de confinamiento, el papel del trabajo no pago ha sido y es clave para el día a día. A esto hay que sumar la sobrecarga de tareas dada –en los casos de hogares con niños/as y adolescentes– por el cierre de escuelas y la virtualización de actividades educativas, sumada a los nuevos requerimientos en términos de cuidado de adultos mayores o sectores de la población en riesgo, mayor sostenimiento emocional de familiares y vínculos cercanos y de tareas de limpieza relacionadas con las precauciones que se deben tomar frente a la COVID-19. Lo real es que dos recursos fundamentales, tiempo y energía, son limitados, y hacer dos trabajos en el marco del confinamiento es muy difícil en el mismo espacio, tanto en este momento particular como pensando en la proyección a futuro. Y digo esto en el marco de las normativas que están buscando regularlo –alerta la investigadora, en diálogo con Página 12.
“Lucho para no deprimirme diariamente”
--¿Cómo la estoy llevando? Por momentos es muy difícil la combinación de maternidad, enseñanza en casa, preparación de las cuatro comidas, limpieza, trabajo y preservación de un espacio personal de distención y disfrute. Por momentos lo vivo como una oportunidad única y una deuda pendiente con mi maternidad, de acompañar de cerca a mi hija en su aprendizaje, involucrarme en su proceso y acompañarla y contenerla en el contexto. Es un tiempo que nunca le dediqué y me doy cuenta lo valioso que es poner el tiempo en una participación activa de su educación. Pero se hace difícil –dice Vanesa R., separada, madre de una niña de 8 años. En su caso, como la hija vive una semana con ella y otra con el padre, aprovecha esos días de soledad para recuperarse del ajetreo de la convivencia full life entre trabajo y maternidad.
Vanesa tiene 42 años. Vive en San Telmo, en un departamento de 60 metros cuadrados y tres ambientes, sin balcón ni terraza, y trabaja para un estudio jurídico. Justo antes de la cuarentena, con un juicio que cobró, hizo una división en el dormitorio de su hija y le quedó un entrepiso, donde ahora instaló su escritorio.
--¿Pudiste negociar alguna flexibilización en tu trabajo para contemplar la sobrecarga de tareas de cuidado en este contexto de pandemia? –le preguntó Página 12.
--No fue una negociación propiamente dicha. Es lo que me dieron, y acepté, que creo que no es lo mismo. Trabajo desde casa el tiempo que es necesario para evacuar todas las consultas. Se trata de un trabajo a demanda y de investigación y estudio permanente por las novedades legislativas que surgen. Pero no es un trabajo constante. Se establecieron reuniones de equipo de trabajo todas las mañanas de lunes a viernes, lo que me facilita la organización laboral, y luego se van haciendo reuniones en la medida de las necesidades de los clientes. El tiempo productivo, efectivo, es mucho menor que en la oficina. De las 8 o 9 horas de oficina que tenía, pasé a trabajar un promedio de 4 o 5 horas diarias y con una eficiencia más reducida. El ingreso neto se mantuvo, con bonos incluidos, pero una parte se mantiene como salario y otra parte como anticipo “no remunerativos” para reducir costo laboral por cargas sociales.
--¿Qué impacto tiene esta situación en tu vida?—le preguntó este diario.
--Laboralmente, disminuyó el trabajo --por feria de tribunales-, pero se incrementó la parte de consultas de las empresas por la situación particular. Psicológicamente, mucho. Mantengo terapia vía WhatsApp una vez por semana, retomé el psiquiatra y la medicación antidepresiva, engordé 5 o 6 kilos, y lucho para no deprimirme diariamente.
El estudio jurídico hace un mes y medio decidió pagarle el costo de la conexión a internet y del celular.
--Cuando estoy en reuniones mi hija sabe que no puede interrumpir por ningún concepto, entonces me manda cartas por debajo de la puerta con mensajes del tipo: “Quiero comer”, “Estoy aburrida”, “No puedo hacer la tarea sola”.
Menos productividad
En la empresa en la que trabaja Cecilia C., les mandaron la computadora y a quienes necesitaban, una silla, como hicieron otras compañías. Algunas, incluso (como Unilever) también entregaron a sus empleadxs un soporte para elevar notebooks y, de esta manera, permitir que lxs trabajadorxs adopten una mejor postura y eviten la fatiga ocular.
En el estudio jurídico en el que trabaja Vanesa, se insta a no responder a los clientes después de las 18 horas.
--Pero, lo cierto es que cuando esta mi hija en casa, aprovecho el horario cuando ella terminó con sus clases para avanzar en temas pendientes –cuenta la abogada.
En los momentos en que la niña no está en clase, Vanesa pulsea para evitar que se conecte a cualquier dispositivo: juegos del celular, Netflix, youtube.
--Que esté con alguno de esos chupetes electrónicos es una solución fácil para mí, porque es la forma en que ella se queda más callada y tranquila, pero a la larga es malo para ella. Su ansiedad a la noche se acrecienta si pasa tantas horas conectada. Por lo que fui mutando. Al comienzo me puse rigurosa como si estuviera en el colegio. Luego, me relajé y adopté el “hago lo que se puede”. Ahora estoy en el intermedio. Hasta las 18 horas la regla, mientras puedo, es que se juega en modo “analógico”: libros, por suerte re descubrí las historietas de Mafalda, y a partir de las 18 vale todo. En conclusión, el teletrabajo puede funcionar, en tanto y en cuanto les niñes estén ¡en el colegio! Y contemos con la misma comodidad que en el laburo, sino la productividad disminuye considerablemente.
Las mujeres duermen menos
Andrea N. está casada y con su esposo tienen dos hijas, de 6 y 2 años. Ella trabaja en el área de marketing de un canal infantil y vive en San Isidro, en el norte del conurbano.
--¿Cómo la llevo? Algunos días bien, otros quiero llorar –le dice a Página 12.
También está haciendo trabajo remoto.
--Todos tenemos libertad de trabajar las horas que podamos y si estamos complicados podemos hacerlo solo de noche o algunas horas, mientras esté el trabajo hecho: Trabajo más horas y menos concentrada –cuenta.
La presencia de sus hijas en el hogar, convertido en oficina, la tensa.
--De 13 a 15 tenemos el horario bloqueado para cocinar y hacer otras cosas domésticas. No se ponen reuniones y todos lo respetan –dice.
Usa la laptop que le habían dado en el trabajo antes de la cuarentena.
--El teletrabajo no es solo darte una computadora. ¿Algún empleador preguntó si tenés el ancho de banda adecuado para trabajar desde tu casa? –objeta Georgina Sticco, co-fundadora de GROW, una ONG que brinda asesoramiento en la transversalización de la perspectiva de género en organizaciones. En abril, GROW lanzó una encuesta virtual entre mil personas, y encontró que durante la cuarentena las mujeres con hijes a cargo duermen un promedio de 5 horas y 18 minutos, mientras que los varones en la misma situación tienen un descanso nocturno que se extiende una hora más. Entre quienes no tienen hijos, el promedio de sueño es de 7 horas para ellas y 42 minutos más, para ellos. También las mujeres hacen cuatro horas más de trabajo doméstico y de cuidados, en promedio, que ellos, según el mismo relevamiento.
¿Qué políticas se han implementado en el sector privado?
Soledad Vassarotto, de la consultora In-Side, cuenta que además del derecho a la desconexión para resguardar el horario del almuerzo, se instauraron en algunos casos “Protocolos de trabajo deslocalizado” para el manejo de las urgencias y asegurar el adecuado uso de los canales digitales: Teléfono, WhatsApp, E-mail. Se “pre-acuerdan” canales de urgencia y otros que pueden permitir la espera.
--También se han puesto en marcha Bots para responder inmediatamente a empleadxs ante inquietudes en los procesos cotidianos que atraviesa la organización. Se comenzó a “innovar” con estrategias de gaming para “potenciar” la virtualidad y contribuir a la motivación a través de la interacción de los colaboradores en talleres lúdicos, y se están haciendo eventos virtuales, after office con show y salas de escape en grupo, y también espacios virtuales para la diversión y desconexión en “familia” como clases de yoga, de cocina saludable, de creatividad.
Al principio de la cuarentena, dice Sticco, las empresas planificaron el teletrabajo para un par de semanas pero después de un mes de aislamiento social, preventivo y obligatorio, tomaron conciencia de que más allá de cuándo se pueda volver al trabajo presencial, no se regresará a la misma situación de antes de la pandemia.
--Ya todos dicen, en el mundo laboral, que no se va a volver al esquema de antes. Pero será diferente porque habrá planificación. Y se va a poder optar y seguramente habrá un esquema mixto – dice Molinari, presidenta de la consultora Wholecom.
--Se asume que las mujeres van a hacer teletrabajo más que los hombres porque son las que cuidan pero ellas van a ser las primeras que van a necesitar aire y despegar de la casa –aventura Sticco.