Una historia de vida contada de principio a fin. Una historia sencilla de un hombre sencillo con sobresaltos de lo más comunes. Un joven que debería ser granjero termina estudiando en la universidad y siendo profesor de la misma; conoce a una mujer, se casa, tiene una hija, se relaciona con colegas, algunos amigos, otros enemigos, tiene una amante, muere.
Stoner, el protagonista, ingresa a la Universidad para estudiar agronomía y ayudar en la granja familiar pero hay un momento de transición, cuando trabaja en la granja de sus tíos, por cama y comida, donde sufre “una conversión, la epifanía de conocer por medio de las palabras algo que no se podía expresar con palabras”.
La monotonía, la dureza de la tierra de la granja y de sus padres, el cansancio de luchar contra las vicisitudes de un hogar inhóspito, el ambiente universitario, son los escenarios donde se desarrollan los hechos.
A pesar de cambiar su destino, Stoner no deja de abonar fácilmente las distintas batallas que un primer momento parece decidido a afrontar. Sin recompensa alguna, va aceptando las distintas cosas que le pasan.
Las decisiones que va tomar no siempre llevan a los mejores caminos: estudiar literatura fue una buena decisión, casarse con Edith no; y así a lo largo de la novela la vida del protagonista va sumando y restando momentos buenos y malos que darán un resultado al final de su vida.
Una historia común de un hombre común pero tan bien narrada que cada uno de los momentos que va viviendo Stoner cobran sentido en la totalidad de esa vida, que podría ser la de cualquier otro ser humano. Una narración de la complejidad de cada vida, por más sencilla y común que parezca: nacer, vivir y morir suele conllevar un sinfín de situaciones y decisiones que cada uno vive como extraordinarias.
Su única salvación, una vez que comprende todo lo que contienen las palabras, son los libros, la literatura. Su último consuelo, antes de morir, es mirar los libros apilados en su mesita de luz.
Stoner, de John Williams, Fiordo Editorial, 2015.