Acaso Marcelo Bielsa haya recibido uno de los mejores regalos que puede tener un entrenador y ex-jugador: ser el principal candidato para dirgir una selección nacional. En éste caso, y reemplazando a Gareca, la de Perú.
Hace apenas dos años también tuvo un presente fuera de serie: salir campeón con el Leeds United, un título de campeón, que se le venía negando desde que al frente de Vélez ganó el Torneo Clausura de 1998. No se le dio la revancha en un Mundial, la Premier League, la Champions o en cualquiera de las grandes y poderosas ligas europeas.
El logro fue mucho más modesto: al frente del Leeds United ganó el Championship (la Primera B inglesa) y logró ascender a la Premier. Una de las mejores vidrieras del fútbol del mundo, acaso la mejor. Pero por las reverberaciones que este éxito ha generado, pareciera que Bielsa hubiera conseguido una proeza futbolística. Una consagración reservada a muy pocos predestinados.
El triunfo de visitante 3-1 ante Derby County remachó una campaña demoledora del Leeds: a falta de una fecha para el cierre del torneo, le sacó ocho puntos al segundo (West Brownich Albion), nueve al tercero (Brentford) y diez al cuarto (Fulham). Fue el equipo que más oportunidades de gol ha creado a lo largo de las 43 extenuantes jornadas que lleva la competencia, el que más remató a las vallas adversarias, el de mayor posesión de la pelota, y el de menos goles en contra. Un campañón por donde se lo mire. Que Bielsa haya logrado todo esto con un equipo en el que no hay ningún gran jugador (apenas algunos buenos y nada más), y con un presupuesto para nada generoso, ratifica aquello que alguna vez dijo de él Pep Guardiola: "Su gran virtud es tomar un equipo regular, sin grandes figuras y convertirlo en ultracompetitivo".
Se entiende la alegría desbordante de los hinchas del Leeds: descendido a la Championship en la temporada 2010/11 hacía 10 años que vegetaba de la mitad de la tabla hacia abajo en la segunda división inglesa. Una situación impropia para un equipo que en 1976 llegó a jugar ante Bayern Munich, la final de la Copa de Campeones de Europa (actual Champions). De 2013 en adelante, no había llegado más allá del 7º puesto. Dos veces se había clasificado 13º y otras dos, 15º. Y Bielsa le cambió la cabeza y el rumbo.
El equipo estuvo a punto de ascender en la temporada pasada y desperdició las dos chances que tuvo. Primero en la serie regular, y luego en el cuadrangular final por la tercera plaza. El magnate italiano Andrea Radrizzani, socio mayoritario del Leeds, no perdió la cabeza. Ratificó a Bielsa en su cargo a pesar del fuerte golpazo. Y hoy recoge los frutos de su coherencia: el Leeds volvió a la Premier luego de 5908 días de alejamiento y tendrá 210 millones de dólares para invertir en refuerzos: esa suma es lo que cobrará en concepto de derechos de televisión por la temporada 2020/2021.
Pero cuando se recorren algunos portales periodísticos y se hace un paneo por las bulliciosas redes sociales se descubre un jolgorio aún mayor. Y se comprueba que, muy a pesar suyo, el fenómeno Bielsa es mucho más grande que el director técnico. Hay mucha gente auténticamente feliz por su regreso a los primeros planos que no lo está tanto, cuando otros grandes entrenadores de la actualidad como Guardiola, Zinedine Zidane o José Mourinho, por citar sólo a los que tienen gran prensa, ganan campeonatos y copas.
Ni hablar en la Argentina donde Carlos Bianchi y Marcelo Gallardo, los técnicos más ganadores en las dos primeras décadas del siglo 21, nunca han generado la avalancha de masivos elogios y reconocimientos que despierta Bielsa. Tanto por sus virtudes humanas como por sus reales méritos de entrenador de elite.
Suena aventurado decir que Bielsa es el mejor técnico del mundo. No hay ningún dato que lo sustente. Mas allá de las opiniones de algunos de quienes fueron sus colaboradores y ciertos jugadores que tuvo bajo su mando. Se le reconocen su capacidad de análisis del juego y de trabajo en el campo y su gran poder de convicción, así como su talento para hacer mucho con poco.
Tanto como su apuesta inquebrantable por el juego abierto, intenso y ofensivo (a veces apurado y atolondrado) y su repulsa hacia todo lo que signifique la trampa o la ventaja mal habida. De ahí a decir que existe algo parecido al bielsismo hay un trecho demasiado grande. "Bielsa transmite valores", afirman sus exégetas. Es posible que sea así. También lo hacen otros entrenadores y no hay tanto bullicio a su alrededor.
Desde febrero de 2022 no dirige más al Leeds. Hace un mes contó que estaba dispuesto a sellar su regreso al Athletic Bilbao, pero la derrota de Iñaki Arechabaleta en las elecciones presidenciales del club dejó trunco su plan. Sólo resta aguardar —los tiempos del fútbol, como las de la vida a veces se alargan como ante un empate— si dirigirá a la selección de Perú ya de cara al Mundial 2026.
*Nota publicada originalmente el 21/7/2020 y actualziada para la ocasión.