Entre las personas que se interesan por el arte, que disfrutan de él, se disparan algunas asociaciones. Al escuchar surrealismo aparece Dalí, con el impresionismo: Monet, con el cubismo: Picasso su Guernika, claro. En torno a este tema, cuando los nazis van al estudio que tenía Picasso tenía en París, se genera el siguiente diálogo: “Usted es el autor del Guernika”, a lo que respondió: “No, los autores son ustedes”.

Estoy convencida de que Picasso sigue trabajando, ya que pasan los años y se siguen descubriendo nuevas obras, locaciones y técnicas en múltiples sitios.

Él llegó a conocer Vallauris en 1919 atraído por su paisaje y referencias de glorias lejanas. El nombre de esa población es de la época romana y su significado aproximado es “valle del oro” por el color rosa-rojizo de la arcilla local. Así es la denominación del oro que se obtiene con bastante cobre, conocido entre nosotros como “oro bajo” muy utilizado en joyería europea.

En este punto, aparece el peligro de perderse entre las ramas, ya que son tan interesantes como el árbol y el bosque. Es en ese lugar que Suzanne y Georges Ramié en 1938, en una vieja fábrica abandonada abrieron un taller de alfarería. Conservaron la forma de cocción de los romanos a través de un horno a leña que da diversos resultados, a veces impredecibles e intentaron dar nueva vida a la población a través de la factura, promoción y venta de sus cacharros. Llaman a este sitio “Madoura”, acrónimo de Ma (maison, casa en francés), Dou (de Douly, apellido de la esposa de Georges Ramié) y Ra (del apellido de Georges). Picasso volvió a Vallauris en 1944 por una corrección de sus planchas de grabado y comenzó la relación con el matrimonio que oficiaron de tutores para el artista en una técnica que lo entusiasmó vivamente. Produjo vasos, jarros, jarrones, platos, azulejos y esculturas que superaron en 600 las piezas en tres meses. En ese proceso posteriormente adquirió otra vieja fábrica adonde vivió finalmente hasta 1955.

No sólo aprendió alfarería y cerámica sino las terminaciones de óxidos, engobes y esmaltes asombrado de los diversos e inesperados resultados que obtenía a través del fuego, los cambios de colores y los errores que otorgaban las cocciones como suelen hacer los artistas de esa maravillosa técnica. Allí no se privó de recibir visitas ilustres como Jean Cocteau, Richard Attenborough, Jacques Prevert y Paul Eluard, como también artistas de cine entre las que se cuentan Gary Cooper y Brigitte Bardot. En sus obras lucen las decoraciones predilectas: escenas de tauromaquia, elementos mitológicos, eternas palomas, imágenes a las que era tan afecto. A su vez, pintó un enorme mural con el tema de la guerra y la paz, a la vez que promociona la población donde vive logrando un renacimiento del turismo y la alfarería a la que su presencia empuja. También es allí donde Francoise Gilot (se dice que es la única mujer que lo hizo) lo abandonó en 1953 junto con sus hijos Claude y Paloma, y don Pablo prosiguió su relación con Jacqueline Roqué, pero esas son otras historias menos felices que sus realizaciones artísticas.

Los Ramiés publicaron la obra de Picasso reproduciendo también parte de sus cacharros que comercializaron y difundieron.

En un pequeño pueblo de Sicilia, llamado Noto, descubrí hace un par de años una muestra de sus obras de ese período y entendí luego de mucho tiempo, el porqué mi gran maestro el Arquitecto Jorge Bruno Borgato me dejó en herencia un álbum de la editorial Skira del 1948 publicado por Georges Ramié que reproducen las enormes fuentes de Picasso y que comienza con un texto que reza: “La cubierta, así como los motivos de los soportes han sido diseñados especialmente para este álbum por el artista”.

Gracias, maestro Borgato querido.

 

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