En su última conferencia, Alberto Fernández reivindicó su vocación de diálogo con todos. Los gobernadores que estaban presentes eran de distintas fuerzas políticas: Kicillof del Frente de Todos, Larreta de Cambiemos, Morales de la UCR, Capitanich del Frente de Todos y la gobernadora de Río Negro del Partido Provincial Rionegrino. Conjuntamente con los demás gobernadores han consensuado -y acordado- que esta cuarentena, difícil e inédita, buscó preservar la salud y la vida de los argentinos. Si comparamos con otros países esto se está logrando, con mucho esfuerzo, y en especial, con el gran esfuerzo del pueblo, de los más humildes, de los pobres, de la clase media baja, la clase media, pymes, comercios, industriales. Cuando el Presidente dice que él dialoga -y que lo hace con todos- es porque es la única forma de ir construyendo, consensuando, persuadiendo, cómo construimos una Argentina nueva.
El tiempo no espera. Ya estamos diseñando un programa post pandemia, aunque no sepamos cuándo va a ocurrir. Podemos imaginar el escenario que viene en términos socioeconómicos, la caída de la actividad productiva, lo que se necesita del Estado, etcétera, etcétera. Un programa donde se requiere de todos y tener la decisión de pensar políticamente desde una perspectiva constructiva.
Hace una semana, una muy buena nota de Alfredo Zaiat describió a los grupos económicos y su rol en la historia reciente en Argentina (y su vínculo con los gobiernos). Eso nos obligaría reflexionar en vez de molestarnos con un retuit de Cristina . ¿Qué mejor que empezar a discutir sobre la mesa con argumentos y diferencias? Pero siempre priorizando esa Argentina que prefiere el trabajo, la producción, la honestidad y la valentía para que en seis o siete años tengamos un dígito de pobres. Tomando lo que dijo Alfredo: ¿qué hacemos con los grupos económicos como Techint, Clarín, Arcor? Están y desconfiamos de que sus intenciones sean enriquecerse más allá del destino de millones de argentinos, pero eso es un problema de que la política muchas veces fue cooptada por el peso y la influencia de los grupos económicos. Esta es una oportunidad para que no ocurra, como en otras épocas, con políticos valientes que no se venden. Podemos pensar en Perón, en Illia, en Alfonsín, Néstor Kirchner y Cristina. Y seguramente alguien puede cuestionar algunos de ellos o alguna omisión, como la de Frondizi, lo que demuestra que es difícil encontrar la uniformidad sobre lo que nos pasó.
Regresando a la nota de Zaiat, no es cierto que Arcor no tiene un desarrollo por fuera del mercado interno, debe ser la empresa con mayor cantidad de fábricas en el extranjero, quizás la que más tenga de Argentina. Eso no es malo, necesitamos muchas Arcor. Muchos grupos así, pero con un proyecto integrado donde ellos crezcan y crezca la Argentina, con mayor equidad para todos los argentinos y mayor justicia social.
Pero esto requiere discutirse. No desde la perspectiva “amigo-enemigo”, sino desde la búsqueda de un proyecto común. Pensar también si alcanza con el mercado interno para desarrollar la economía argentina, porque si no habría que pensar en construir a partir de economías nacionales instrumentos económicos que se inserten en la globalización. ¿Qué mejor que YPF conduzca el mercado interno, y también crezca y se desarrolle en el extranjero?
Pensar un acuerdo estratégico con el campo… ¿Por qué no lo discutimos? Más allá de la 125 y aquel enfrentamiento que sólo ensalzó prejuicios mutuos… ¿no merecemos sentarnos y pensar una Argentina como propone, por ejemplo, Coninagro? Con la que debatir propuestas en la que se exporta decenas de miles de millones de dólares, pero se crean cientos de miles de puestos de trabajo. ¿Esas propuestas no merecen ser analizadas en un marco de racionalidad, con todos los actores de la política y la economía?
A ese camino nos convoca día a día Alberto Fernández. Porque interpreta al pueblo argentino, que mayoritariamente no tiene la lógica de amigo-enemigo. La mayoría del pueblo necesita trabajar, crecer, tener certezas, estar seguros cuando salen de sus casas, cuando guarda el coche en el garaje o cuando baja del colectivo. El argentino quiere vivir bien, quiere ser feliz y eso no se logra con el odio. Ni tampoco con la lógica amigo-enemigo. Se logra con el amor, con la lógica de la diversidad y la honestidad de la diferencia. ¿Suena ingenuo, suena utópico? Quizás el desafío que nos toca es traducir esa utopía a la realidad. Reconstruir una Argentina que sea mucho mejor que las últimas décadas.
¿Vale la pena? Me gusta pensar que sí. La lucha política es también la lucha con uno mismo, con sus propios prejuicios y certezas. Sin olvidarnos quiénes somos ni a quiénes representamos. Pero también sabiendo que no somos los dueños de la verdad. Argentina nos necesita con el corazón y la cabeza abierta.
* Fernando “Chino” Navarro es secretario de Relaciones Parlamentarias, Institucionales y con la Sociedad Civil, Jefatura de Gabinete de Ministros.