“En 1979, Grace Jones pidió a su entonces colaborador y pareja, el artista plástico Jean-Paul Goude, que moldeara su rostro para producir máscaras ultrarrealistas, destinadas a otros músicos, artistas, modelos, incluso para sí misma: se había multiplicado, convertido en escultura y en serie, en un ejército de Grace Jones. Nunca ha sido una, siempre ha sido muchas: de reina de música disco a cyborg dub; de jamaiquina a francesa; de modelo de pasarela a performer de discoteca; de femenina a masculina…”. Palabras de los curadores Olivia Aherne y Cédric Fauq dedicadas a la artista ícono, imponente y vanguardista, a quien dedican venidera exposición: Grace Before Jones: Camera, Disco, Studio. Con apertura prevista para fines de septiembre en la galería inglesa Nottingham Contemporary, la muestra se propone “un cruce entre el fanfiction, la biografía y el estudio académico” a fines de destacar cómo, a lo largo de su larga e incitante carrera, la andrógina Jones detonó cualquier atisbo de estereotipo afro, además de hacer corte de manga al binarismo de género. Encarnando “polos aparentemente opuestos a la vez”, “haciendo carne las flamantes teorías de género, performance, raza, afrofuturismo y cibernética que florecían en paralelo”, según el mentado dúo.
“Siempre me estoy rebelando. No creo que me detenga nunca”, decía hace poco tiempo la topísima maniquí que conquistase París en los 70s; la habitué de Studio 54 que bailara en patines apenas cubierta por glitter; la colaboradora de Keith Hearing (inolvidable el diseño tribal que él pintó directamente sobre su cuerpo en los 80s); la hacedora de tracks maravilla como Pull Up to the Bumper o Slave to the Rhythm (¡ay, ese videoclip!); la indómita cantante, actriz, productora y compositora que plantase cara a entrevistadores cuando se pasaban de listillos en tevé… Grace Jones, la inclasificable, que a pesar de haber fascinado a diseñadores como Issey Miyake o Azzedine Alaia, reniega de la palabra “musa”. “En todo caso, ellos fueron musas mías”, redobla quien, solo estos últimos años, publicase un libro de memorias -I’ll Never Write My Memoirs- y fuese retratada por el doc Grace Jones: Bloodlight and Bami, que le llevó a la directora Sophie Fiennes diez años rodar y completar. “Ya no sé ni cuantos años tengo; he perdido la cuenta. Deben ser unos 5 mil…”, se ríe quien, tres décadas atrás, afirmase: “Soy la mujer del mañana”. Ya se verá si Grace Before Jones: Camera, Disco, Studio le hace honor a tan legendaria, inagotable dama.