“Radicales cuentos de hadas, escritos por una aristócrata austríaca a principios del siglo 20 para promover la justicia social, se publicarán por primera vez en inglés”, anuncia con alegría cierta prensa anglosajona; aclarando raudamente que la autora, Hermynia Zur Mühlen (1883-1951), se rebeló tempranamente contra sus orígenes acomodados para convertirse en comprometida activista de izquierda. “Rompí con el viejo mundo y me atreví a saltar al nuevo. Aprendí a pararme sobre mis propios pies, a valerme por mí misma”, anota en Ende und Anfang, su libro de memorias, esta mujer que renunció a pompas y lujos para llevar una vida humilde, apañándose como escritora, periodista, traductora. Moriría en el exilio, en Inglaterra, tras dejar un cuerpo de obra variopinto, empapado de convicciones inquebrantables, más claras que aguas cristalinas, conforme deja entrever la encantadora antología que saldrá en estos días en Estados Unidos. Relatos reunidos por la editorial Princeton University Press bajo el título The Castle of Truth and Other Revolutionary Tales, donde esta artista mayormente olvidada pone la afilada pluma al servicio de enseñar a peques la difícil situación de la clase obrera y la urgencia de un mundo distinto, donde la igualdad prime.
En The Carriage Horse, uno de los cuentos rescatados, caballos agotados, famélicos y sedientos se retoban en un establo durante un opresivo día de verano. Cansados de tirar del carro sin que se les valore el duro esfuerzo, toman una decisión: organizarse en sindicato. En The Monkeys and the Whip, un mono que ha pasado una temporada con personas, vuelve a la selva con objeto prestado: un látigo con el que, imitando la conducta humana, fustiga a otros simios. Impone su despótico control durante un tiempo, pero es, finalmente, derrocado por los demás monitos… Apenas algunos de los 17 cuentos de hadas que aúna esta flamante antología, originalmente publicados en alemán entre 1921 y 1944, que en su vasta mayoría nunca habían sido editados en inglés. Según Jack Ziper, profesor emérito de literatura germana y editor del libro, “muchos autores escribieron relatos infantiles con fines políticos durante la República de Weimar, pero Zur Mühlen fue la más destacada con sus obras cándidas, directas e innovadoras”. Cuenta, de hecho, que sus cuentos supieron ser muy, muy populares entre socialistas y comunistas, y que generaran sonada tirria entre fascistas, que bramaban con cada pieza de esta muchacha, incansable luchadora contra el nazismo, el antisemitismo y otras formas de injusticia social. “Sus historias siguen resonando profundamente hoy en día, porque millones de personas aún no ven las fuerzas que hay detrás de la pobreza y la explotación”, reflexiona Ziper.
Hay que decir que soltar amarras fue camino espinoso para la indómita Zur Mühlen, hija de un distinguido conde, que pasó su niñez recorriendo Europa y África por los deberes diplomáticos de su padre. A los 24, se casa con un terrateniente que acumulaba riquezas en la Rusia zarista, pero el matrimonio poco tarda en irse a pique por diferencias irreconciliables: Hermynia simpatizaba con el bolcheviquismo. Un viaje a Davos, Suiza, para tratarse una enfermedad respiratoria crónica, le sirvió de excusa para romper definitivamente con su familia y divorciarse de su marido. Además de perfilar piezas cortas propias, la políglota Hermynia comienza allí a traducir títulos de Leonid Andréiev, Upton Sinclair, Georg Brandes, entre otros. Y conoce a Stefan Klein, un traductor judío, varios años más chico, de quien se enamora y con quien pasa el resto de sus días.
En el ’19, juntos se instalan en Frankfurt, y la carrera de Hermynia despega. Además de traducciones, escribe novelas de detectives bajo seudónimo, sketches satíricos para diarios y revistas, guiones para radioteatro: en todas, inevitable la observación aguda, tanto contra la injusticia social como contra la crueldad individual. Afiliada al Partido Comunista, es constantemente vigilada, y llega incluso a ser acusada de “traición a la patria” por su novela Schupomann Karl Müller (1924), donde un policía se pone del lado de los revolucionarios. En esos años, además de sus famosos cuentos de hadas, escribe novelas como Das Riesenrad y Reise durch ein Leben, con heroínas jóvenes desilusionadas por las instituciones (incluida la matrimonial), donde se abordan con pelos y señales temas como la menstruación, el parto, el aborto, el amor libre. A principios de la década del 30, desalentada por la opresión del régimen estalinista y por el dogmatismo del comunismo alemán, consternada además con el ascenso del nazismo, abandona Alemania y se instala con Klein en una modesta pensión de Austria, donde ambos viven de sus escritos. Mientras, en Alemania, sus libros arden en las quemas perpetradas por los nazis.
Cuando un editor le recomienda evitar tópicos peliagudos, volcarse a historias divertidas sin contenido ideológico, ¿qué hace doña Hermynia? Escribir, en tiempo récord, apenas tres semanas, su novela más políticamente comprometida: Unsere Töchter die Nazinen, donde entrelaza tres historias en primera persona de mujeres de distintas clases sociales cuyas hijas se han unido al Partido Nazi. El mensaje es claro: hay que unirse, a pesar de las diferencias, para resistir y vencer al mal mayor, Hitler. Con Klein acaban yéndose también de Austria, por obvias razones. Antes de emprender la partida obligada a Eslovaquia, por cierto, Zur Mühlen recibe la herencia de su madre fallecida. Para hacerla efectiva, se le solicita que afirme que es de ascendencia aria pura. Y ella, aún necesitando mucho el dinero, se niega de lleno, por principio. En el ’39 vuelven a escapar, esta vez a Inglaterra, donde apenas tienen plata para pasar el día a día. Allí muere “la condesa roja”, como solían llamarla, sin un centavo, en 1951.